En 1987 se presentaba oficialmente el Peugeot 405, el modelo que desarrolló la firma francesa para reemplazar al Peugeot 505 y que, entre otras cosas, contaba con un diseño realizado por Pininfarina. Esa colaboración, quizá, fue en parte culpable del enorme éxito que tuvo el sedán francés y de altísima estima que tiene actualmente entre los fanáticos del automóvil. Pocos coches han tenido un equilibrio de líneas y una coherencia entre volúmenes como lo tenía el Peugeot 405.

Peugeot desarrolló el 405 como un “coche mundial” y se fabricó, efectivamente, por todo el mundo: Francia, Argentina, Chile, Egipto, Reino Unido, Taiwan, Zimbabue, Irán y Tailandia. La producción del Peugeot 405 seguía activa en 2019, aunque no se comercializaba con esa denominación, sino como Peugeot Khazar 406 y se fabricaba en Azerbaiyán. Simplemente espectacular, sin duda, pues en Europa se retiró del mercado en 1996, cuando se lanzó el Peugeot 406, aunque la carrocería familiar aguantó en producción un año más, es decir, hasta 1997.

La gama de motores que se ofrecía en la gama era bastante amplia, más de lo que se ofrece actualmente. Motores de 1,4; 1,6 y 1,9 en gasolina, mientras que en diésel se ofrecían dos, 1,9 atmosférico y 1,8 turbo. Incluso hubo versiones con tracción total y con un talante decididamente deportivo, como los Peugeot 405 T16 y Peugeot 405 Mi16, dos de las versiones más buscadas y apreciadas de la gama, pues, entre otras cosas, era los más potentes.

Sin embargo, como ocurre muchas veces, el hecho de centrar la atención en esas dos versiones provoca que se pasen por alto otras que, aunque no lo parezca a simple vista, resultan ser de las más equilibradas e interesantes de la gama. Versiones como el Peugeot 405 SRi, que se lanzó al mercado el mismo año que se comenzó con la comercialización del sedán francés. Era el “sedán perfecto”, pues ofrecía una imagen actual y atractiva –tiradores de las puertas y carcasa de los espejos en color carrocería, alerón sobre la tapa del maletero, embellecedores de plástico de diseño “deportivo”…–, unos acabados y un equipamiento muy equilibrado con respecto al precio y además, escondía un espíritu RACER que hacía las delicias de los papás amantes de los coches.

Peugeot, en aquellos años, destacaba, entre otras cosas, por unos asientos que se podían considerar butacones, por suspensiones suaves pero sorpresivamente ruteras y por una personalidad muy definida y particular. Pero cuando se habla de versiones deportivas, los ingenieros de la firma francesa tienen la habilidad de conjuntar el confort con un comportamiento dinámico casi sin tacha, algo que aplicaron, según las pruebas de la época, al 405 SRi. Además, el peso total del coche era de, únicamente, 1.095 kilos.

No es de extrañar, por tanto, que con 125 CV a 5.500 revoluciones y un par de 170 Nm a 4.500 revoluciones, se considerara que el 405 SRi tenía alma de GTI. La relación peso-potencia era ligeramente superior a 8 kg/CV. El motor era el mismo que daba vida a coches como el Peugeot 205 GTi o el Peugeot 309 GTi, pero se había retocado para ofrecer una mayor elasticidad, unos consumos más contenidos y una personalidad menos guerrera. Sin ir más lejos, solo se ofrecía con culata de dos válvulas, aunque el cambio manual de cinco relaciones era un complemento casi perfecto para poder alcanzar los 196 km/h y completar el kilómetro con salida parada en 31,4 segundos.

En su momento se criticó durante los acabados interiores, con plásticos duros en todo el habitáculo y nos ajustes no del todo correctos. Algo que se subsanó con el restyling.