El Simca Fulgur era un concept car que se presentó en el Salón del Automóvil de Ginebra de 1959. Este platillo volante con ruedas llevaría supuestamente un sistema de propulsión híbrido que funcionaría con energía nuclear/eléctrica. Su nombre procedía de la empresa Societé Industrielle de Méchanique et de Carrosserie, SIMCA, y del latín “Fulgur”, que significa resplandor y brillantez.
A mediados de los 50 una publicación francesa infantil llamada Journal de Tintin lanzó la propuesta a sus lectores de imaginar coches que podrían existir a principios del siglo XXI, y se trasladase a la industria local del automóvil. Ya nos podemos imaginar la cantidad de alocadas e increíbles ideas que podían salir de las fantasiosas mentes de niños y adolescentes. Era una visión a muy largo plazo del futuro del automóvil.
El diseñador galo Robert Opron, creador de modelos tan famosos como los Citroën SM, GS y CX o el Renault Fuego, presentó en 1958 el Simca Fulgur Concept y de forma oficial en el Salón de Ginebra al año siguiente, continuando su gira por los Salones de Nueva York en 1960 y Chicago en 1961.

Su tecnología de propulsión resultaba sumamente futurista si tenemos en cuenta que la propulsión nuclear es inexistente en la actualidad salvo algunos buques de guerra como portaaviones o submarinos, mientras que la propulsión eléctrica está en pleno desarrollo actualmente. El supuesto mini-reactor nuclear alimentaría a un motor eléctrico.
No menos futurista era su diseño, con una gran cabina central en forma de cúpula donde se situaba el conductor, un gran alerón trasero a modo de alas de ave o unos bajos de carrocería totalmente carenados que apenas dejaban ver las ruedas. Además, sirvió para desarrollar el interés que Opron sentía por la aerodinámica.
Su increíblemente futurista sistema de propulsión incorporaba un motor nuclear que generaría energía eléctrica para mover unos motores eléctricos, con una autonomía de hasta ¡5.000 km!
Su interior estaba totalmente insonorizado y climatizado, y su cúpula estaba construida en un material plástico que reflejaba la radiación infrarroja para evitar un calentamiento excesivo del habitáculo. Los asientos estaban dotados de la mejor ergonomía del momento y llevaban un sistema de inclinación para facilitar la entrada y salida de su interior.

Como tal concept car evidentemente no llevaba un propulsor nuclear/eléctrico, pero sí se le dotó de un motor convencional de combustión para mostrarse por las calles de París meses antes de su presentación en el recinto ferial parisino. Curiosamente fue multado por la gendarmería local, tal vez por ver algo “ilegal” en el coche.
Otros aspectos futuristas del coche era la inexistencia de un volante -se controlaba con órdenes vocales- y se dejaba guiar por un “cerebro electrónico”, como lo denominaba el propio Opron, con el que se comunicaba mediante una torre de control externa, a modo de piloto automático y complementado con un radar para detectar los obstáculos en la carretera.
Para ello necesitaba unos railes en el suelo a modo de guía de los cuales se alimentaba mediante inducción electromagnética, de modo que cuando superaba los 150 km/h las ruedas delanteras se retrotraían y solamente se apoyaría en el eje trasero, con un complicado ejercicio de equilibrio en las ruedas mediante un sistema de giroscopios.

Ninguno de los dos ejes era directriz, así que no sabemos exactamente como realizaba los giros a baja velocidad. El enorme alerón trasero con diseño de cola de avión participaba también en ello, así como una suspensión electromagnética. ¡Imaginación que no falte! Su posible autonomía también resultaba increíble: 5.000 km, pero es una ventaja de la energía nuclear de fisión.
El Simca Fulgur no pasó de mero coche conceptual, pero diseñarlo pensando en un futuro tan lejano dejaba claro la imaginación sin límites, con ideas algunas disparatadas, como un motor nuclear -o atómico, como lo denominaban- y otras no tanto, como la propulsión eléctrica o el mantenimiento del equilibrio mediante giroscopios. ¡Vivan la libertad de creación y pensamiento!

Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...COMENTARIOS