Al principio, solamente 30 afortunados residentes en España pudieron disfrutar del Audi R8 4.2 FSI. Estas eran las unidades que la marca de los cuatro aros tenía reservadas para otros tantos agraciados de nuestro país. Se pusieron a la venta en mayo de 2007 en los concesionarios más selectos de Audi a un precio que oscilaba entre 116.000 y 124.750 euros, dependiendo de si incluía o no el cambio R-tronic.
El Audi R8 se enmarcaba en el segmento de los deportivos de élite, con el objetivo de ser un referente entre ellos, mejorar su imagen de marca y hacerse más deseable como tal, mantener el liderazgo como marca Premium y consolidarse como fabricante de coches deportivos de lujo.
Se presentó en el Salón de París de 2006, en el mes de octubre. Este superdeportivo iba dirigido a clientes de alto poder adquisitivo por su elevado precio, aparte de su exclusivo diseño y los 420 CV que emanaban de su soberbio propulsor.
Estos clientes se podían agrupar en dos tipos distintos: uno que buscaba exclusividad, prestigio, novedad y confort para el uso cotidiano (para ser un superdeportivo), y otro amante de los deportivos con la máxima tecnología punta y máximas prestaciones. Se estuvo produciendo hasta agosto de 2015, dando paso entonces a la segunda generación.
Este deportivo heredó los genes de que fue campeón cinco veces en las 24 horas de Le Mans. El Audi R8 combinaba una tecnología vanguardista con un innovador diseño, junto a la experiencia adquirida en las victorias obtenidas en el mundo de la competición. Su imagen ofrecía un aspecto compacto, consiguiendo una continuidad gracias a una línea arqueada de un solo trazo desde el frontal, continuando por el techo y terminando en la zaga
Sus proporciones estaban inspiradas en la alta competición, con 4.431 mm de largo, una impresionante anchura de 1.904 mm y una no menos impresionante altura de 1.252 mm
Unas medidas perfectas para colarse por debajo de las barreras de las autopistas de peaje como una exhalación. Su frontal presentaba la característica parrilla trapezoidal Singleframe de Audi, acompañada por dos grandes entradas de aire en ambos extremos; por encima de estas se encontraban los innovadores grupos ópticos que podían ser de tecnología LED de forma opcional.
La visión trasera era más excitante si cabe, con una tapa motor de cristal transparente que permitía ver casi en su totalidad su corazón propulsor. Si deseabas añadir un sistema de iluminación para resaltar su belleza por la noche no tenías más que pedírselo a la marca. Todo lo que sirva para realzar los encantos de un objeto (animado o inanimado), ser vivo o persona es bienvenido.
Su interior estaba diseñado pensando totalmente en el conductor, con una concentración de los elementos indispensables en un cockpit orientado hacia él. El panel de instrumentos se situaba encima de la consola central, ligeramente orientado hacia el conductor; además, el volante estaba ligeramente achatado por su parte inferior para facilitar la entrada y la salida del vehículo.
La calidad de sus acabados y materiales elevaban mucho el listón, no solo para las marcas generalistas sino para las demás marcas Premium. El espacio interior del Audi R8 resultaba muy amplio para ser un deportivo de alto nivel, y aun estando homologado para dos ocupantes contaba con un espacio detrás de los asientos que permitía introducir dos bolsas de golf con toda su parafernalia. Contaba con un pequeño maletero de 100 litros en la parte delantera.
El universo cinematográfico de Marvel Studios lo eligió como coche personal de Tony Stark en la trilogía de “Iron Man”, dándole una publicidad y un halo de superdeportivo premium impagable
El motor 4.2 FSI era un bloque de ocho cilindros en V y 4.163 cm3, en posición central trasera longitudinal. Entregaba 420 CV a 7.800 RPM y un par máximo de 430 Nm a 4.500-6.000 RPM. Tanto el bloque como la culata estaban fabricados en aluminio. La distribución era mediante dos árboles de levas en cada culata, y la alimentación se realizaba mediante inyección directa de gasolina -FSI- y admisión variable.
Las prestaciones eran superlativas atendiendo a los valores del motor: la velocidad punta rebasaba los 300 km/h y en tan solo 4,6 segundos alcanzaba los 100 km/h desde parado. Su 4.2 FSI V8 fascinaba no solo por la potencia bruta sino por la forma de ofrecerla, con un tacto agradable y casi delicado si tratábamos el acelerador con mesura, haciendo de su uso por ciudad un agradable paseo o desatando toda su furia si no teníamos piedad con el pie derecho.
Su entrega de potencia era contundente y constante, pero mejor y más eficiente resultaba su capacidad de tracción. Su sistema de tracción integral quattro mantenía un reparto de 50-50 % en condiciones normales, pudiendo variar este reparto enviando hasta 10-90 % o 35-65 % (eje delantero y trasero, respectivamente).
Su comportamiento era sobrevirador por naturaleza, pero era capaz de traccionar de maravilla a la salida de las curvas. Los más de 1.600 kg de peso no suponían ningún lastre a la hora de moverse con agilidad, y eso que el bastidor estaba fabricado en aluminio.
El paso por las curvas era rapidísimo, destacando la resistencia y la potencia del equipo de frenos, ventilados en ambos ejes y de unas respetables dimensiones (380 mm delante y 356 mm detrás), con unos valores de aceleración lateral que se hacían sentir con fuerza en los cómodos y deportivos asientos.
Las curvas las digería sin mayor problema y sin el más mínimo atisbo de deslizamiento. Lástima que los ruidos provenientes del motor, aerodinámicos y de rodadura no hacían de este R8 el mejor compañero para viajes largos.
El motor 4.2 FSI se podía combinar bien con una caja manual de seis relaciones o bien con el cambio secuencial R-Tronic, manejable desde la misma palanca de cambios o a través de unas levas situadas detrás del volante, al más genuino estilo deportivo. La caja de cambios manual tenía una rejilla de aluminio con recorrido en doble H, igual que Ferrari.
Su tacto era rápido, directo y preciso, pero había que engranar las marchas con decisión, cual coche de competición. El cambio automático ofrecía un comportamiento de primera, pero le quitaba emoción a la conducción, con menor conexión hombre-máquina.
La elaborada suspensión llevaba paralelogramo deformable en ambos ejes, con sus correspondientes muelles, amortiguadores y barras estabilizadoras, resultando bastante dura. También contaba con un innovador sistema de regulación de la dureza de los amortiguadores (Audi Magnetic Ride, opcional), complementado con un alerón en la parte trasera que se elevaba a partir de cierta velocidad para mantener la estabilidad en cualquier situación.
Si añadimos los ruidos provenientes del motor, aerodinámicos y de rodadura, este R8 no era el mejor compañero para viajes largos
El Audi R8 4.2 FSI de primera generación era una muestra del poderío tecnológico de la marca, aprovechando y aplicando su experiencia en competición en un superdeportivo de calle al alcance de unos pocos afortunados, a los que seguro no defraudará en ningún momento.
Si no que se lo digan a Tony Stark, ya que se convirtió en su vehículo personal en trilogía cinematográfica de Iron Man, concretamente este Typ 42, con diferentes motores: un V8 en la primera película, un V10 con carrocería Spyder en la segunda y un prototipo eléctrico -e-tron- en la tercera entrega.
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Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...COMENTARIOS