Coche del día: Opel Corsa 1.7D

Coche del día: Opel Corsa 1.7D

Diseño y economía, pero con un equipamiento que podría haber sido mucho mejor


Tiempo de lectura: 3 min.

El Opel Corsa 1.7D era la versión más frugal de la gama, una variante cuyo motor diésel atmosférico, le permitía presumir de una autonomía de nada menos que 705 kilómetros, gracias a unos consumos ridículos. Según los datos recogidos por la prensa de la época, en ciudad gastaba 6,9 litros, a 90 km/h solo necesitaba 4,4 litros cada 100 kilómetros, a 120 km/h de crucero eran seis litros y a 140 km/h el consumo subía hasta los 7,2 litros. En total, la media salía en 6,1 litros, que al montar un depósito de 41 litros, convertía al Corsa 1.7D en un auténtico tragamillas.

A finales de los años 90, encontrar motores diésel atmosféricos era todavía algo normal, sobre todo en lo que, por entonces, llamaban “polivalentes”: SEAT Ibiza, Renault Clio, Ford Fiesta y sí, claro, el Opel Corsa entre otros –lo que hoy conocemos como utilitarios, que viene a ser casi lo mismo–. Eran motores que no rendían grandes cifras de potencia, pero se montaba en vehículos que pesaban bastante poco, y se lograban grandes resultados. Ya hemos visto los datos de consumo, aunque se combinaban con prestaciones algo limitadas.

El motor del Opel Corsa 1.7D era un cuatro cilindros de 1.686 centímetros cúbicos –con una carrera de pistón bastante larga, 86 milímetros frente a los 79 milímetros de diámetro–, culata de dos válvulas, árbol de levas en cabeza y una elevada compresión de 22,1 a 1. Se lograba una potencia elevada para su cubicaje, pues rendía 60 CV a 4.400 revoluciones y un par de 112 Nm a 2.650 revoluciones. Pesaba 920 kilos y se sustentaban sobre rueditas muy pequeñas a los ojos de cualquier usuario o aficionado actual: 165/70 R13; el mismo diámetro de llanta que un scooter.

Hoy puede parecer una locura, pero a finales de los 90, coches como el Opel Corsa 1.7D no tenían de serie cosas como los airbags frontales o el aire acondicionado

Opel Corsa 1 (3)

No era un coche que podamos tildar de rápido, pero para el tipo de motor y la época de comercialización, tampoco era lento. Según la revista Motor 16, en el número 776, el Opel Corsa 1.7D podía alcanzar los 160 km/h, completando en 0 a 100 km/h en 14,4 segundos, los 400 metros con salida parada en 19,4 segundos y los 1.000 metros en 36 segundos. Datos que son más que suficientes para el perfil de usuario al que iba destinado el coche, gente que tenía el coche casi como una herramienta para ir del punto A al punto B con el menor gasto posible.

Entre los detalles que se pueden destacar del Corsa 1.7D, no se puede pasar por algo que los airbags –entonces solo dos, para conductor y copiloto– se pagaban a parte, es decir, no se montaba de serie. Tampoco tenía mando a distancia para el cierre centralizado, ni volante regulable o espejos laterales de regulación eléctrica, y por supuesto, el aire acondicionado también se pagaba a parte. Con todo, el precio era de 1.827.000 pesetas, 10.980 euros de aquel entonces, que se transforman en 19.829 euros cuando le sumamos la subida del IPC.

Curiosamente, la mencionada revista decía que el Opel Corsa 1.7D era el modelo más veloz de su categoría, capaz de superar al Renault Clio 1.9d y al SEAT Ibiza 1.9d, los dos modelos que, supuestamente, eran la referencia entre los diésel atmosféricos en el segmento de los utilitarios. También se hablaba muy bien del habitáculo, realizado con materiales de calidad y con una ergonomía muy cuidada para la época. Un detalle que se puede apreciar con solo mirar las unidades que todavía sobreviven.

En cuanto al comportamiento, pues nada nuevo para un Opel de finales de los 90. En general, un conjunto equilibrado y fácil de conducir, pero con un eje delantero con tendencia a abrir la trazada y un eje trasero que rebotaba en exceso cuando el asfalto no estaba en perfectas condiciones. Nada, en realidad, que pudiera poner en aprietos a un conductor que no podía desplazarse demasiado rápido dado los 60 CV del propulsor.

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Sobre mí

Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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Ingeniero de profesión, la mayor pasión de mi vida son los coches desde que era un chaval. El olor a aceite, gasolina, neumático...hace que todos mis sentidos despierten. Ahora embarcado en esta nueva aventura, espero que llegue a buen puerto con vuestra ayuda. Gracias por estar ahí.

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