El Citroën BX TRD Turbo era la variante más potente en la gama diésel del famoso modelo francés. Una versión que no paró de recibir elogios desde el primer momento que la prensa pudo probarlo; su velocidad de más de 180 km/h, el elevado par que generaba el motor, los bajos consumos… Pocos fueron los que pusieron alguna pega que, por otro lado, iban siempre encaminadas hacia los mismos apartados: sonido en frío, traqueteos y vibraciones al poner en marcha el motor, las bocanas de humo negro al acelerar a fondo, etc.
La tecnología diésel tuvo su momento de esplendor a finales de los 90 y comienzos del Siglo XXI, pero su camino hacia el éxito fue lento, aunque constante. A finales de los 80 ya había opciones turbodiésel que ofrecían buenas prestaciones y unos consumos irrisorios y no todas eran de origen alemán. Desde Francia también aparecieron mecánicas turbodiésel de primer nivel, como la que daba vida al BX TRD Turbo, un bloque tubodiésel con 90 CV que no tardó en convertirse en uno de los referentes.
El Citroën BX TRD Turbo llegó al mercado cuando el modelo francés ya se había ganado una buena fama por sus cualidades. Por lo general, siempre fue alabado por su estabilidad en carretera, por sus frenos y por un elevado confort de marcha, casi inalcanzable por los rivales, que, por cierto, no eran precisamente hermanitas de la caridad: Renault 21, Alfa Romeo 75, Peugeot 405, Ford Sierra… El BX tenía que ser bueno para destacar entre semejante plantel de coches.
Con el BX, Citroën acertó de lleno y el éxito no tardó en llegar, aunque bien podrían haberse esmerado más en la calidad de los interiores
La puesta en escena del nuevo motor diésel solo sirvió para que destacara todavía más, motor que, no nos olvidemos, también montaban algunos modelos de Peugeot. Un propulsor de cuatro cilindros de 1.769 centímetros cúbicos, dos válvulas por cilindro y turbo, que rendía 90 Cv a 4.300 revoluciones y 18,5 mkg a 2.100 revoluciones –alrededor de 180 Nm–. Unido a un cambio manual de cinco relaciones y apoyado en el asfalto sobre unas ruedas que hoy parecen de bicicleta –165/70 HR14–, presumía de hacer el 0 a 400 metros en 17,8 segundos y el 0 a 1.000 metros en 33,3 segundos. El 0 a 100 km/h lo completaba en 11,5 segundos y podía alcanzar los 181 km/h.
Sí, hoy son cifras que no sorprenden a nadie, incluso se pueden considerar mundanas, pero no ocurría así a finales de los 80. El Citroën BX TRD Turbo era un turbodiésel muy veloz, tanto como un gasolina equivalente, al que superaba en determinados apartados como el agrado de uso o los consumos. Y agrado de uso hacía referencia a la capacidad del propulsor de girar a cualquier régimen y de la suavidad con la que entregaba la potencia, además, el selector del cambio acompañaba con un tacto suave y preciso.
La revista Motor 16 destacó en su momento la estabilidad y el aplomo en carretera del BX TRD Turbo, aunque en el fondo, era algo inherente al modelo. El tren delantero, a pesar de tener que soportar algo de peso extra, mantenía su tacto y su rápida respuesta, aunque al parecer, los neumáticos se quedaban cortos en anchura cuando se buscaba las máximas prestaciones que ofrecía el coche. 2.297.199 pesetas, 13.806 euros en 1988, solo el Lancia Prisma TD –2.179.492 pesetas– y el FIAT Regata D –2.0447.763 pesetas– eran más baratos, aunque no podían prestar batalla en cuanto a prestaciones y agrado de uso.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS