El Opel Kadett GTE era la variante más prestacional en la gama de la firma alemana o, como poco, una de las más prestacionales, que a mediados de los años 80, recibió una modificación que le hizo ganar muchos enteros: una caja de cambios de relación cerrada. Un sencillo cambio que modificó por completo el carácter del coche y le otorgó un talante todavía más racing.
Allá por los años 80, Opel tenía una imagen y unas aspiraciones muy diferentes a las que tiene actualmente. Opel era un fabricante de coches casi irrompibles, cuyas versiones deportivas eran más que respetables y cuando se ponía en circulación cualquier variante con aspiraciones prestacionales, el panorama automovilístico se ponía en guardia. Así pasó, por ejemplo, cuando se lanzó el Opel Kadett GTE, sin embargo, el segmento de los compactos deportivos ganaba interés y miembros con cada día que pasaba y los alemanes tuvieron que salir al paso. ¿Cómo? Fácil, modificaron la caja de cambios para ganar respuesta y contundencia.
General Motors, por entonces propietaria de Opel, tenía muy bien diferenciadas sus divisiones. Para Europa, Opel tenía libertad casi total, con ingenieros europeos y con producción europea, lo que permitía una competitividad que ninguna de las otras marcas del grupo llegó a lograr en el Viejo Continente. Por eso, para poder hacer frente a los rivales, sencillamente, modificaron la caja de cambios para ganar respuesta y pulir la única, o casi, pega que había puesto la prensa al modelo. Concretamente, las revistas criticaron que la quinta marcha era demasiado larga y que los desarrollos, en general, eran demasiado abiertos –había mucha diferencia entre una marcha y otra–. Además, se sumaban otras características como unas suspensiones demasiado duras y unos frenos potentes, pero demasiado bruscos.
Cuando ser políticamente correcto y cuando las normativas no apretaban tanto, se podían hacer cosas como acortar los desarrollos del cambio para hacer al coche más veloz

La revista Autopista, en el número 1.304, en la prueba del Kadett GTE con relación cerrada, decía lo siguiente: “algo no terminaba de encajar en el conjunto, haciendo deseable o bien acortar desarrollos y cerras las relaciones del cambio, hasta convertirlo por prestaciones en un auténtico deportivo, o bien ablandar las suspensiones y convertirlo en una berlina rápida”. Los ingenieros tomaron el primer camino y el Kadett GTE pasó a ser una de las opciones más deportivas del segmento.
Así, el Opel Kadett GTE mantenía cosas como el motor, un cuatro cilindros con 1.796 centímetros cúbicos, dos válvulas por cilindro y un solo árbol de levas con balancines, inyección Bosch L-Jetronic y compresión 9,5:1, que rendía unos buenos 115 CV a 5.800 revoluciones y 15,4 mkg a 4.800 revoluciones. Las suspensiones McPherson delante con amortiguadores hidráulicos y ruedas tiradas con brazos longitudinales detrás con muelles bicónicos “mini-block” y estabilizadoras en ambos ejes. Los frenos, por su parte, podrían parecer un poco desequilibrados o impropios de una versión deportiva –discos ventilados delante y tambores detrás–, pero en las pruebas de la época recibían muy buenas críticas. No en balde, el peso del conjunto era de 1.004 kilos.
El cambio más importante, como se decía antes, era la caja de cambios y el grupo final. El grupo final era de 3,74:1, con un desarrollo final de 27,8 km/h por cada 1.000 revoluciones en cuarta, y 33,7 km/h cada 1.000 revoluciones en quinta. Con respecto a la versión anterior, la velocidad punta aumentó en tres kilómetros/hora y la aceleración rebajó el tiempo en cuatro décimas. La velocidad máxima, de 189,97 km/h, se alcanzaba en quinta, los 400 metros con salida parada se completaba en 17,1 segundos y los 1.000 metros, también con salida parada, se hacían en 31 segundos –casi dos segundos y medio más rápido–. Las recuperaciones eran cerca de tres segundos y medio más rápidas, parando el crono en 34 segundos para los 1.000 metros desde 50 km/h en quinta.
No obstante, si querías un Opel Kadett GTE con la caja de cambios de relación cerrada, había que estar dispuesto a desembolsar una buena cantidad de dinero allá por mediados de los 80: 1.654.524 pesetas, equivalentes a 38.990 euros de 2025.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS