Coche del día: Toyota Yaris 1.0 (XP10)

Coche del día: Toyota Yaris 1.0 (XP10)

A la conquista de Europa


Tiempo de lectura: 6 min.

La presencia japonesa en el segmento de los utilitarios en Europa en la década de los 90 estuvo claramente dominada por el Nissan Micra (K11), si bien hubo otros modelos que pasaron más desapercibidos como el Mazda 121, Honda Logo, Suzuki Swift o el propio Toyota Starlet. Este, como buen japonés, era apreciado por su elevada fiabilidad, pero nadie veía en él emoción alguna, ya fuera al conducirlo o al contemplar sus insulsas líneas. Con el Yaris se pretendió dar un paso de gigante al ofrecer un vehículo totalmente distinto a lo que se estilaba en la categoría por entonces.

El Toyota Yaris se basó en el concept Funtime presentado en el Salón de Frankfurt de 1997 y meses más tarde se desveló la versión definitiva en París. Vio la luz en 1999, primero como Vitz en Japón y poco a poco se fue introduciendo en otros mercados, pues el pequeño Yaris había sido ideado prácticamente como un modelo global, aunque durante su lanzamiento los responsables no paraban de decir que se trataba de un coche diseñado pensando en el mercado europeo. De hecho, se ensambló en la factoría francesa de Valenciennes (TMMF), que ya ha producido cuatro millones de Yaris.

El Yaris se distinguía de su competencia fundamentalmente por dos aspectos interrelacionados: tamaño y diseño. Su imagen estaba condicionada por su elevada altura, lo cual ya era un rasgo distintivo, y sus líneas marcaban distancia frente a otros modelos de la marca, aunque quizá siguiendo la tendencia desenfadada iniciada con el Corolla (E110) de faros redondeados. En Yaris se dio mucha importancia también a los grupos ópticos delanteros, demasiada tal vez, pues los faros eran inusualmente grandes.

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Toyota Yaris 3p y 5p (1999)

La pequeña parrilla estaba perfectamente integrada y se ofrecía en plástico negro o en efecto metálico según el nivel de acabado. Lo mismo ocurría con los paragolpes, pintados en el mismo tono de la carrocería o de plástico gris en las versiones de acceso. La zaga ofrecía una imagen robusta con mucha chapa a la vista, formas verticales y un macizo pilar C. Como contrapartida, la visibilidad hacia atrás no era uno de sus puntos fuertes.

Decía que el Yaris se distinguía de la competencia también por sus medidas. Con 3,61 metros de largo se situaba a caballo entre los segmentos A y B y su distancia entre ejes de 2,37 metros iba en consonancia. Por el contrario, una anchura de 1.660 milímetros superaba a la práctica totalidad de coches del segmento B. Sin embargo, era la altura de su carrocería el elemento más diferenciador con 1,5 metros. Esto redundaba en la sensación de espacio en el habitáculo y permitía situar los asientos en una posición más elevada que en sus rivales.

La habitabilidad era más que correcta para su tamaño en cualquier cota, destacando, como cabría esperar, en la distancia al techo. El hueco para las piernas de los ocupantes traseros dependía de cómo situáramos la banqueta deslizante con una regulación de hasta 15 centímetros, otro rasgo distintivo que potenciaba su practicidad. Con ella retrasada el maletero resultaba perjudicado con unos discretos 205 litros, pero ampliables a 305 litros si adelantábamos el asiento al máximo.

Que el Yaris pretendía ser un coche práctico quedaba también patente por la multitud de huecos donde dejar objetos. Además de los típicos de las puertas, ofrecía una bandeja bajo el asiento del conductor, dos guanteras con tapa, sendas gavetas en el salpicadero con hasta seis litros de capacidad cada una o portavasos junto a la palanca de cambios. No obstante, era su instrumentación central el toque más original. Además, se trataba de una pantalla tridimensional sin agujas con velocímetro digital o un cuentavueltas lineal al que había que acostumbrarse.

Si todo esto fuera poco, el pequeño Toyota despuntaba también en el apartado mecánico. Inicialmente se ofreció solo con una motorización, pero esta era un tanto especial. Partía de un bloque de 998 cc con culata de 16 válvulas, pero, sobre todo, un sistema de distribución variable denominado VVT-i. Su rendimiento derivaba en 68 CV de potencia, cifra más propia de un 1.3 o 1.4. En la práctica se traducía en su buena elasticidad, siendo capaz de estirarse bien por encima de las 6.000 RPM y empuje razonable a cualquier rango de revoluciones.

Sobre el papel Toyota homologaba una aceleración de 0 a 100 km/h en solo 12 segundos, lo que no estaba nada mal. En cuanto a la velocidad máxima, se cifraba en 156 km/h consiguiéndose con el motor girando a apenas 5.400 vueltas en quinta. Y es que pese a la destacable superficie frontal, la marca consiguió una buena aerodinámica con un Cx de 0,30, así como un peso que no llegaba a los 900 kilos en sus versiones básicas. Tanto estos detalles como el motor en sí lograban que el Yaris se convirtiese en el coche con motor gasolina más frugal, superando al hasta entonces imbatible Opel Corsa Eco.

Toyota Yaris XP10 2003 1

Toyota Yaris 3p (2003)

Imbatible en consumos, el Yaris 1.0 homologaba un gasto medio de 5,9 litros cada 100 kilómetros

No todo era positivo en el utilitario de Toyota, ya que estaba algo descolgado en cuanto a precio, situándose claramente en la línea de los segmento B más que de los pequeños super minis. Disponible con carrocerías de tres y cinco puertas y tres niveles de acabado, su tarifa partía de 8.700 euros de 1999, unos 13.000 de hoy.

En este caso se trataba de la versión más básica denominada Start destinada a flotas, pues no ofrecía ni dirección asistida. Por arriba se situaban los Terra y Sol, ya con doble Airbag, elevalunas eléctricos o cierre centralizado. Con más virtudes que defectos, el Yaris cosechó un enorme éxito en Europa alzándose con el título de Coche del Año.

La gama creció con la llegada de un motor 1.3 de 86 CV, el T-Sport o incluso un Diesel. Además, hubo una variante monovolumen llamada Yaris Verso. En total, y solo en Europa, las ventas superaron los 1,2 millones de esta primera generación del primer utilitario japonés capaz de hacerse un hueco en el Viejo Continente hasta convertirse en el modelo más vendido de Toyota por estos lares.

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Ángel Martínez

Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.

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Gonzalo Lara
Invitado
Gonzalo Lara

Siempre me gustó este coche, su consumo de cinco litros y pico y su supuesta indestructibilidad. Una pena que se vendieran a precio de oro hasta hace no mucho en el mercado de ocasión.

Javier Costas
Suscriptor

Precisamente por eso estaban a precios más altos que los congéneres que se caen a pedazos…

Txesz
Mecánico
Txesz

Se siguen viendo unos cuantos por ahí, lo que demuestra su calidad.

Un detalle es que ofrecía 3 plazas traseras a diferencia de casi todos sus rivales, algo que para muchos fue un factor bastante decisivo a la hora de decantarse por el japonés.

AutoHinojar
Invitado
AutoHinojar

¿Ese motor 1.0 es el mismo que el del Aygo?
Cómo se nota que el precio de los coches ha subido y mucho, 13000 € por un utilitario y no era de los baratos. Toda una utopía hoy en día (a excepción de Dacia o alguna oferta puntual de Fiat con el Panda).

Javier Costas
Suscriptor

No lo es. En la primera generación del Yaris el 1.0 es el 1SZ-FE, y el Aygo estrenó el 1KR-FE. En la segunda generación del Yaris ya empezaron a compartir motor.

Por otro lado, si metes en el ajo la inflación no es tan evidente eso de que los precios han subido, sobre todo si tienes en cuenta el equipamiento que había antes y el que hay ahora.


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Ingeniero de profesión, la mayor pasión de mi vida son los coches desde que era un chaval. El olor a aceite, gasolina, neumático...hace que todos mis sentidos despierten. Ahora embarcado en esta nueva aventura, espero que llegue a buen puerto con vuestra ayuda. Gracias por estar ahí.

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Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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