Coche del día: Ford Ka (II)

Coche del día: Ford Ka (II)

De "chico Bond" a víctima fraterna


Tiempo de lectura: 5 min.

Se necesitaron 12 años para que viese la luz el Ford Ka II, la segunda generación de este pequeñajo de la marca del óvalo. Desde el lanzamiento de la primera generación en 1996 hasta el año 2008 se produjeron 1,4 millones de unidades, todas fabricadas en la factoría de Almussafes, en Valencia. Para esta segunda generación Ford se asoció con un experto en fabricar coches pequeños, la italiana Fiat.

Su presentación en sociedad coincidió con el preestreno el 6 de noviembre de 2008 de la película “Quantum of Solace”, de la saga de James Bond 007, en la que participaba un prototipo especialmente diseñado para la película, conducido por la actriz Olga Kurylenko (hay coches con suerte). Entre su horda de competidores se hallaban el Citroën C2 o Nissan Micra, más baratos a priori, pero que igualando equipamientos se igualaban también los precios. Pero su rival más duro fue su primo carnal, el Fiat 500.

Esta asociación se hizo sobre todo por razones económicas, pues de esta manera se reducían costes, del orden de un 14 %. Esta segunda generación del Ka se fabricó en la planta polaca de Tichy, saliendo al mercado a finales de 2008 / principios de 2009. Se comercializó con dos mecánicas, una de gasolina (1.2 69 CV), y otra de gasóleo (1.3 75 CV), y una única terminación en España, la versión Titanium.

Ford Ka II 1

A pesar de compartir plataforma con el Fiat 500 -con el que compartía el 80 % de las piezas-, su diseño difería completamente

Los cambios eran evidente a nivel de diseño, con el espíritu Kinetic Design que Ford imprimió a todos sus vehículos del momento. Dicho espíritu se veía reflejado en su atractivo y dinámico diseño, así como en sus musculosas líneas. Sus medidas eran de 3.620 mm de largo, 1.658 mm  de ancho y 1.505 mm de alto, con 100 mm más de altura y 20 mm de anchura respecto a la primera generación; la longitud no variaba.

La capacidad del maletero aumentaba hasta los 224 litros, acorde con el tamaño del coche, si acaso criticar el pequeño tamaño de la boca para cargar objetos voluminosos. La parrilla delantera resultaba muy llamativa, y unos faros que emulaban una sonrisa. Su interior se caracterizaba por un diseño alegre, con tapicerías llamativas, nuevas rejillas de ventilación, una consola central en color blanco perlado, todo ello combinado con 12 colores diferentes para la carrocería.

El Ka estaba homologado para cuatro personas, con suficiente espacio delante, pero algo justo detrás, algo normal dada la naturaleza del coche. A su favor la palanca de cambios  tenía una posición elevada, lo que facilitaba su manejo por ciudad.

Ford Ka II 4

El puesto de conducción era similar a la de un monovolumen, por lo que había que encontrar la posición ideal del asiento y del volante -no era regulable en profundidad- para no tener problemas con los pedales

En cuanto a su equipamiento de seguridad, de serie llevaba seis airbags y ABS; los airbags de cortina y laterales eran opcionales, al igual que el ESP. Es un detalle el contar con un reposapies para el izquierdo, un punto de confort. Los materiales y los ajustes de las distintas piezas eran aceptables, teniendo en cuenta el aspecto sencillo del coche.

Como buen urbanita en acabado Titanium -el único disponible en el Ka, al menos al principio- contaba con un equipo de sonido de seis altavoces, aire acondicionado, ordenador de a bordo, dirección asistida eléctrica, faros antiniebla, retrovisores y paragolpes del color de la carrocería, cierre centralizado con mando a distancia y llantas de chapa. Por 350 euros se incluían en un paquete Bluetooth, control por voz, USB, mandos al volante y display avanzado. El sistema de control de estabilidad (IVD) era una opción que costaba 475 euros.

A nivel dinámico se reprogramó el software de la dirección con asistencia eléctrica para que resultase más directa, un ajuste más fino del control de estabilidad, una barra estabilizadora trasera más gruesa para reducir el balanceo, unos amortiguadores un 30 % menos fuertes, al igual que los muelles, más blandos, y unos mejores neumáticos, entre otras mejoras. El tarado de las suspensiones era firme y sujetaba bien la carrocería, pero sin llegar a ser incómodo.

Ford Ka II 2

De las dos mecánicas ofrecidas, la más demandada sería la de gasolina, un 1.2 de cuatro cilindros. Este pequeño motor, ideal para la ciudad, rendía 69 CV a 5.500 RPM y un par máximo de 102 Nm a 3.000 RPM. Sus consumos homologados eran de 5,9 l/100 km por ciudad y de 4,4 l/100 km por carretera, unos valores bastante objetivos, puesto que los reales tampoco se diferenciaban mucho. Era un motor poco ruidoso, asociado a una caja de cambios manual de cinco marchas. En carretera los 69 CV se quedaban algo cortos, necesitando con bastante frecuencia la palanca de cambios para tener un comportamiento ágil.

El motor diésel -de la familia Duratorq, pero más Fiat que otra cosa- 1.3 daba 75 CV a 4.000 RPM y un par máximo de 145 Nm a 1.500-3.500 RPM, respondía mejor a la presión del acelerador. Los seis caballos de diferencia y el turbocompresor con respecto al de gasolina hacían un menor requerimiento de la palanca de cambios. Su reducido consumo de combustible lo hacía más apto para viajes por carretera. Sus valores homologados eran de 5,2 l/100 km en ciudad, 3,7 l/100 km por carretera y un consumo mixto de 4,2 l/100 km.

La versión Ka 1.2 Urban llegó a tener un precio risible: 5.990 euros (con PIVE y financiando)

La versión de gasolina partía de los 10.695 euros -poco más de 12.000 euros de hoy-, mientras que la de gasóleo costaba 12.195 euros -casi 14.000 euros de hoy-. A la hora de amortizar uno u otro la balanza se inclinaba a favor del de gasolina, salvo que hicieses muchos kilómetros al año. Era un vehículo con una excelente relación precio/equipamiento, baza con la que jugaba Ford para tener unas buenas ventas. Pero lo cierto es que el Fiat 500 se lo merendó y el Ka se quedó como una sombra de su pariente italiano.

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Ginés de los Reyes

Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...

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