Pese a que con el paso de los años y con los sucesivos cambios de generación, el MINI “moderno” se ha ido convirtiendo en un coche cada vez más maduro, más grande, menos divertido y sobre todo, menos MINI. Tenemos que remontarnos a su primera generación BMW, de 2001, y en concreto a su versión Cooper S, para encontrar a su máximo exponente de diversión y a como ellos denominan, la experiencia “Go kart” plena. Fiel representante de estos conceptos, nuestro protagonista de hoy es el MINI Cooper S (R53).
Llegado a nuestro mercado durante el año 2002 -un poco después de los MINI One (R50) y Cooper (R50)-, la receta para esta diversión era relativamente simple: se acoplaba un compresor volumétrico Eaton al bloque 1.6 16 válvulas de origen Rover-Chrysler -fabricado en Brasil- del Cooper “a secas”.
El compresor hacía su magia y pasaba de entregar 115 CV a unos prometedores 163 CV a 6.000 vueltas. Esta potencia era enviada al eje delantero a través de una caja manual de seis velocidades con un tacto delicioso y con recorridos cortos y duros, como también lo era su embrague. En opción estaba disponible una automática del mismo número de relaciones, pero poco recomendable, ya que no casaba para nada con el carácter deportivo de este coche.
La cifra de par pasaba a ser de 210 Nm a 4.000 vueltas -desde los 149 Nm a 4.500-. Como era de esperar, las prestaciones no desmerecían para nada y alcanzaba los 100 km/h en solo 7,4 segundos y una velocidad máxima de 218 km/h; el Cooper normal tardaba 9,2 segundos y alcanzaba 200 km/h.
Uno de los hándicaps principales de este motor era su consumo. Pese a que la marca anunciaba un ya elevado consumo medio de 8,4 litros a los 100 km, lo habitual era moverse en cifras de 10 u 11 litros, y esto sin abusar demasiado del pedal derecho.
No ayudaba a la diversión absoluta un peso que estaba cerca de las 1,2 toneladas y que podía haber sido más contenido, pero sí contribuían a esta unas contenidas dimensiones de 3.660 milímetros de longitud -unos 30 milímetros más que un Cooper normal por diferencias en los paragolpes-, 1.690 mm de anchura, 1.420 mm de altura y sobre todo una batalla de 2.470 mm.
Esto le otorgaba una agilidad pasmosa, que sumada a su dureza de suspensiones, su eje trasero multibrazo y una dirección asistida hidráulica muy directa -unas dos vueltas entre topes- y su rígido chasis, le hacía tener un paso por curva endiablado. Como contrapartida, tu trasero sentiría hasta la más mínima imperfección o roto de la carretera, propiciándote una buena sacudida. Sobre buen firme -algo que no destaca en nuestras carreteras-, iba de cine.
Sus frenos eran considerables, aunque no destacaban en resistencia ni en efectividad yendo a buen ritmo: discos ventilados de 276 milímetros en el eje delantero y macizos de 259 en el trasero. Iban alojados en llantas de 16 pulgadas y neumáticos de 195 milímetros con perfil 55 de serie, estando como opción disponibles unos neumáticos de 205 mm de ancho y perfil 45 con llantas de 17″. Estas mejoraban la estética del coche, pero lo hacían aún más incómodo y rebotón sobre firmes irregulares.
El interior del MINI Cooper S (R53) era compartido con otros MINI, diferenciándose en la adopción de unos asientos de carácter más deportivo y con mayor apoyo lateral. Se sumaba un volante de cuero de dos radios de serie -en opción uno “deportivo” de tres-, molduras diferentes y algo más de equipamiento.
A la hora de hablar de practicidad, adolecía del mismo problema que el resto de sus hermanos de gama: un escasísimo maletero de solo 160 litros de capacidad y unas plazas traseras que, aunque no tenían mal espacio para las cabezas, sí que pecaban de poco espacio para las piernas.
En el exterior de su coqueta carrocería, además de la insignia “S” en rojo junto a “Cooper” sobre el portón trasero y en las salidas de aire de las aletas delanteras, le delataba la entrada de aire hacia el compresor sobre el capó delantero y dos pequeñas salidas de escape situadas en la parte central del parachoques trasero, que expulsaban un gorgoteo bastante adictivo.
Al igual que en toda la gama de motorizaciones, estaba disponible también la versión Cooper S Cabrio (R52), que llegaría en 2004 y estaría a la venta hasta el año 2008. Perdía algo en su velocidad máxima -bajaba a 215 km/h- y un par de décimas en alcanzar los 100 km/h, además de una menor rigidez del chasis. Pero por otro lado permitía además de disfrutar del viento sobre la cara, del aullido del compresor y del gorgoteo de sus tubos de escape de manera más clara.
Antes de la llegada de su sucesor en 2007 -el MINI Cooper S (R56)-, su motor recibiría una actualización, pasando a entregar 170 CV. Pero ya nada sería igual que antes cuando se pasó al R56. Por el camino se perdía el compresor volumétrico, que era sustituido por un turbocompresor, y el MINI era menos “mini” de tamaño y por desgracia, también un poco menos divertido.
Si quieres incorporar un R53 a tu garaje, ve preparando billetes. Su cotización está subiendo por momentos, y mientras que por una unidad con más de 200.000 kilómetros deberías pagar unos 5.000 euros, si quieres un Cooper S impoluto y con poco kilometraje, ve preparando el doble o más.
Presta atención a que se haya hecho además del mantenimiento típico de cualquier coche cuando toca, como el mantenimiento al compresor -el cambio de su aceite-. Si es así, tendrás una verdadera máquina de disfrute que no suele dar muchos problemas, destinada a convertirse en un clásico dentro de unos años.
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Adrián Iniesta
Ingeniero electrónico industrial de profesión y amante de los coches por vocación. Dicen que aprendí a leer con las matrículas de los coches y que con 2 años me conocía todas las marcas y modelos. Cualquier cosa que me discutas sobre coches, te la intentaré rebatir ;)COMENTARIOS