El Audi TT 2.0 TDI quattro solo era la confirmación de algo que ya veía desde hacía tiempo: el turbodiésel dominaría el mundo. El Audi TT no tuvo motores turbodiésel en su primera generación, y eso que por entonces estaba el deseado y versátil 1.9 TDI dando batalla. Sin embargo, la segunda generación tuvo que abrir su vano motor a los propulsores alimentados por gasóleo, pues el mercado así lo demandaba.
Si hubiera sucedido el famoso Dieselgate, la evolución de los motores habría sido muy diferente. Cuando estalló el Dieselgate, había opciones híbridas desarrolladas con base en motores turbodiésel que bien podrían haber evolucionado hasta ser totalmente imbatibles. Mercedes tiene un gran ejemplo en su catálogo, pues tiene algunas versiones con este tipo de tecnología. Sin embargo, los diésel han quedado en el ostracismo y pocos los ofrecen en sus gamas.
Una pena, seamos sinceros, porque cuando todo se fue al carajo, los turbodiésel habían llegado a un punto de evolución espectacular. El Audi TT 2.0 TDI quattro es un ejemplo de ello, y eso que hablamos de un modelo del año 2008, cuando todavía quedaban un buen puñado de años para que la estafa de las emisiones saliera a la luz. Aquel TT con motor TDI suscitó toda clase de comentarios, aunque de nada servían cuando, en realidad, el diésel había llegado al segmento coupé mucho antes de que llegara la segunda generación del ya mítico Tourist Trophy de alemán.
Con el panorama actual, el precio que tenía el TT 2.0 TDI quattro parece incluso interesante: 37.850 euros, aunque claro, de 2008
La puesta en escena del TT 2.0 TDI trajo consigo muchas cosas. Por ejemplo, la firma alemana buscó eliminar ese sonido “a tractor” típico de estos motores, con soluciones como borboteos en el escape, que además, había sido diseñado para que emitiera un sonido diferente y “profundo”; amenazador. Ya se sabe que un coche deportivo tiene que sonar como tal, y el diésel, aunque hubiera coches de competición capaces de ganar carreras con motores turbodiésel, no tenía un sonido apasionante.
Por otro lado, el Audi TT turbodiésel también escondía la obsesión de la firma de los cuatro aros por eliminar el tacto rudo y poco refinado de esos motores. El TT 2.0 TDI, según la prensa de la época, tenía tacto “de coche de deportivo”, aunque en el habitáculo se escuchaba el motor menos que un TT 2.0 TFSi y se tenían ciertas vibraciones en la zona de los pedales y en el selector del cambio.
El motor era el conocido 2.0 TDI, un cuatro cilindros de 1.968 centímetros cúbicos, culata multiválvulas con dos árboles de levas, turbo de geometría variable e intercooler, capaz de generar 170 CV a 4.500 revoluciones y 35,7 mkg entre 1.750 y 2.500 revoluciones –casi 350 Nm de par–. La caja de cambios era manual de seis relaciones, con una sexta de 53,3 km/h a 1.000 revoluciones, que tenía en opción un reglaje del selector más corto y deportivo. También se montaba el eficaz sistema de tracción total quattro, única posibilidad en el caso del TT TDI más potente.
Según Raúl Roncero, quien pudo probarlo para la revista Coche actual, el Audi TT 2.0 TDI quattro no solo era rápido, también te permitía ir de Madrid a cualquier zona de costa y volver, con un solo depósito, siempre que no se superara una velocidad lógica marcada por las señales de tráfico. Sin embargo, también decía que, incluso en conducción deportiva, el consumo nunca subía de los 11 litros. Los datos registrados por la revista lo dejaban claro: 7,2 litros de media a los 100 kilómetros, que le permitían alcanzar los 833 kilómetros de autonomía con su depósito de 60 litros. En carretera, a 120 km/h, el consumo era de unos más que razonables 6,5 litros.
Otros datos interesantes son el 0 a 400 metros, por ejemplo, ejercicio que completaba en 15,4 segundos. El 80 a 120 km/h en quinta requería de 7,2 segundos, y en sexta, 10,2 segundos. La velocidad máxima era superior a los 220 km/h.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS