Cuando Opel anunció que recuperaba la gama GSe y que se implementaría en los Astra y Grandland, es evidente que todos pensamos lo mismo, o casi todos… ¿Serán tan interesantes como lo eran antes? Ya vimos que el Opel Astra GSe no es mal coche, pero no es un deportivo, es más bien un compacto muy dinámico, con potencia y con etiqueta CERO al ser un híbrido enchufable, pero le falta algo de garra y no emociona al conducirlo. Ahora vamos a ver si el Opel Grandland GSe sigue los mismos pasos del Astra o presenta otra personalidad.
Los SUV se han hecho con el dominio del mercado incluso en los segmentos deportivos, aunque como todos sabemos, un SUV con talante deportivo enfocado al asfalto no parece tener mucho sentido. Básicamente, porque sus características se dan de tortas con lo que se espera de un deportivo: centro de gravedad muy bajo, buena aerodinámica, peso contenido, posición de conducción bajita… Todo esto brilla por su ausencia en un SUV, salvo, tal vez, la aerodinámica. Sin embargo, hemos podido comprobar que el hecho de ser un SUV, no limita las capacidades dinámicas ni las sensaciones, aunque también es cierto que hablamos de modelos bastante radicales como el Ford Puma ST –el de 200 CV, el nuevo Puma ST 170 y cambio automático ha perdido mucho–, el Hyundai Kona N –que ya no se fabrica– o bien, el CUPRA Formentor, que no termina de ser tan deportivo como los otros dos, pero ofrece unas prestaciones y una conducción a un muy buen nivel.
Así, me enfrento a un modelo, el Opel Grandland GSe, que presume de tener un grupo motor híbrido enchufable capaz de entregar 300 CV y de entrada, ya me deja un poco frío. No me llevo bien con los híbridos enchufables, tener que estar a la caza y captura de cargadores para poder tener todo el potencial del coche disponible me resulta un escollo, sobre todo, porque todos los cargadores quedan muy lejos de mi casa y no todos funcionan como deben. De todas formas, el grupo motor híbrido enchufable de 300 CV de Stellantis funciona bastante bien, así que algo ya tiene ganado, solo faltaba comprobar si el conjunto merece la pena.
Como adelanto, debo confesar que, finalmente, el Grandland Gse me gustó, me ha parecido más deportivo que el Astra e incluso barajaba la posibilidad de una comparativa con el CUPRA Formentor de 310 CV, que es un modelo que se asemeja mucho por talante y personalidad, pero la presentación de la nueva generación del Grandland ha trastocado los planes y, por el momento, queda cancelada dicha comparativa. Veremos más adelante si la cosa cambia.
Aunque no lo parezca, el Opel Grandland GSe llama la atención de quien se cruza con él
Las siglas GSe, como todos sabréis, representan lo más deportivo de Opel actualmente, y aunque ya se usó anteriormente –en los Opel Monza y Opel Manta, por ejemplo–, regresa al mercado con un objetivo distinto. Se podría decir que es algo así como los “viejos” GSi, pero electrificados y por ello, se cambia la letra I por la E. No tiene la misma personalidad de los Opel GSi y la verdad, después de haber conducir el Astra GSe y ahora, el Grandland GSe, no creo que se buscara similitudes. La actual Opel tiene otros objetivos, es una marca diferente y los usuarios también buscan otro tipo de cosas.
Con eso en mente, el Opel Grandland GSe se coloca como la máxima expresión del modelo y como uno de los coches más potentes de la propia Opel. De hecho, así de memoria, no hay otro coche que anuncie la misma cifra de potencia y eso coloca a este SUV como el coche más veloz del catálogo de la marca alemana. Que un SUV sea lo más potente y más aspiracional de un fabricante es de lo más normal a día de hoy, no debemos olvidar que los SUV son la punta de lanza en cuanto a ventas y la gente quiere ese tipo de coches, incluso cuando se habla de versiones deportivas. Además, también es un coche bastante llamativo, sobre todo con la decoración que lucía la unidad de pruebas, que tenía una carrocería bitono que combinaba el color blanco con toda la parte superior de la carrocería en color negro.
Dicha decoración hace que la gente se gire al verlo e incluso se paren a ver de qué coche se trata. El Opel Grandland, al menos la generación que hay actualmente a la venta, no es un coche que destaque por tener un diseño muy llamativo, más bien se puede considerar conservador, pero no resulta feo y en la versión GSe, con la carrocería en dos tonos, parece llamar mucho la atención de la gente. El Astra GSe resultaba mucho menos llamativo, es tan discreto que pasa desapercibido y si no fuera por pequeños detalles, no te darías cuenta de que se trata de la variante más prestacional de la gama. Personalmente, reconozco que el Grandland GSe me gusta, aunque, quizá, el color blanco queda un poco anodino.
En cuanto al habitáculo, tengo sensaciones encontradas. Por un lado, los asientos me gustan, son bonitos, cómodos –tienen certificación AGR– y cumplen su función con mullido tirando a firme. Los acabados parecen buenos, hay buen tacto por los materiales empleados y a simple vista, todo parece más que correcto, pero la presentación me resulta pobre para una versión que pretende ofrecer un espíritu más dinámico que el resto de la gama. La primera vez que me subí en un Grandland –en el restyling, sin la X en la denominación–, fue un poco decepcionante porque por diseño y por aspecto, parecía estar por detrás del Grandland X. En este caso, el diseño es el mismo, pero la presentación está más cuidada y se nota una mayor calidad, pero el diseño no despierta nada cuando lo miras y la instrumentación es indigna para un coche con este talante.
Por tarado de suspensiones y sensaciones, el Grandland GSe se distancia de su hermano de gama
Todo el tiempo que tuve el Opel Grandland GSe no pude evitar pensar en el Astra GSe y en cierto detalles que no cuadraban con su pretendida personalidad. Y la sorpresa fue mayúscula, porque resulta que el tarado de suspensiones y las reacciones a las órdenes dadas desde el volante, son bastante diferentes y no precisamente para mal: el Grandland GSe tiene una suspensión más firme y es más directo a los movimientos del volante. Fue una sensación que tuve nada más recorrer los primeros metros con el coche y no se me quitó de la cabeza en todo el tiempo que tuve el coche. De hecho, pensé que tenía que juntar los dos modelos para compararlos y así se lo hice saber a la gente de Opel, que se mostraron muy conformes con la idea.
Pero eso es harina de otro costal, ahora estamos con el Grandland GSe y su tarado de suspensiones, aparentemente más firme que la suspensión del Astra GSe. Podría ser, quizá, porque el Grandland es más grande y más pesado que el Astra, ya se sabe que cuanto más tamaño y peso, por lo general, más duras son las suspensiones para poder controlar las masas. Pero en este caso no creo que sea por tamaño y peso, creo que es deliberado, que se ha buscado un tacto y un comportamiento más afilado en el caso del SUV, aunque sin llegar a extremos, claro, porque el Opel Grandland GSe no es un deportivo, está lejos de ser una versión deportiva, aunque sí resulta un coche muy rápido, más de lo que parece a primera vista y cuando te sientas a los mandos, ya que tiene un asiento en una posición bastante alta y la postura que se adopta no es precisamente deportiva.
En el día a día, el resultado que ofrece este coche es bueno, incluso se podría decir que muy bueno. Por suspensiones no resulta incómodo –a mí personalmente me gustan los tarados firmes– y los consumos, como siempre ocurre con los híbridos enchufables, dependen mucho de la carga que tenga la batería, pero incluso sin cargar, es posible moverse en cifras que no superan los 7,5 litros. El problema es que, a veces, es complicado no dejarse llevar por la respuesta del motor porque la entrega de potencia es muy suave y el cambio de marchas trabaja “en la sombra”, vamos, que no te enteras de cuando cambia de marcha. Esto supone que acabas por circular más rápido de lo que se pretendía y de pisar el pedal del acelerador más de la cuenta, con el consiguiente aumento de los consumos. En un uso convencional, con la mayoría del tiempo en circulación urbana, los consumos rondan los 8,5 litros.
Además, circular rápido no parece ser un problema para el Grandland GSe, que se siente muy aplomado y totalmente bajo control en la mayoría de las situaciones. En carretera con trazado amplio todo es, como se suele decir, coser y cantar, solo hay que mirar lejos y apuntar hacia donde quieres que el coche se dirija. Traza curvas amplias a una velocidad muy elevada y no parece tener problemas con curvas de radio medio, pero, cuando la carretera se complica, empiezan a ocurrir cosas. De primeras, los casi 1.900 kilos hacen acto de presencia y aunque tiene buenos frenos, cuenta pararlo, y una vez “tirado” a la curva, notas claramente como algo tira de ti hacia el exterior, es decir, notas inercia. Unido a la elevada posición de conducción, acaban por calmar los ánimos y dejas de apurar en los viajes, para apurar en las rectas, donde el motor corre que se las pela y las suspensiones dan mucha confianza. No hay una patada enorme, pero hay empuje y hay velocidad, aunque también hay gasto; para ir rápido pide gasolina…
¿Más de 50.000 euros por un Grandland GSe?
Hay una constante en la industria del automóvil desde hace algunos años, y es que los precios se han disparado de forma alarmante. Antes, podías encontrar un utilitario por unos 15.000 o 16.000 euros, con 18.000 o 19.000 euros te podrías comprar un Opel Astra y con 23.000 euros, un Opel Insignia. Ahora, un Opel Corsa, por ejemplo, no baja de 17.000 euros y eso, si se opta por el modelo “más pelado” de la gama, de lo contrario, prepara poco más de 20.000 euros por un acabado más completo pero con el motor “pequeño” –24.000 euros si quieres el híbrido–. El Opel Insignia abandonó el mercado y en su lugar, quedó el Grandland, cuyo precio de partida es de 33.000 euros más o menos.
El Opel Grandland GSe, cuando salió al mercado, superaba los 50.000 euros, son más de ocho millones de las antiguas pesetas. Si no has conocido las pesetas, te diré que por ocho millones te comprabas un Audi A8 a finales de los 90 –un A8 2.5 TDI por 49.283 euros–. Ahora, ese dinero te da derecho a comprar un SUV de Opel, el más alto de gama, y con 300 CV. Si, es mucho dinero, pero debemos pensar en la tecnología y en el coste de desarrollar el grupo motor híbrido. Por supuesto, las pantallitas y el hecho de tener toda clase de sistemas de asistencia a la conducción influyen –muchos de los cuales, no existían en el Audi A8 D2, todo sea dicho–.
Siempre se acaba por hablar de los precios, es inevitable. Y siempre se dice lo mismo: son muy caros. Y es que, en realidad, lo son, pero si lo comparamos con otros modelos similares, veremos que no anda muy lejos y todo compendio tecnológico aplicado no es gratis. La cuestión es, ¿tu sueldo da para comprar uno? En la página oficial de Opel se anuncia el Grandland GSe “desde 34.000 euros” y no deja configurarlo. Es decir, solo hay unidades en stock y ya no se fabrica, obviamente, debido a la presentación de la nueva generación. Es precisamente ahora cuando hay que comprar uno.
Datos técnicos
FICHA TÉCNICA | Opel Grandland | |
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MODELO | GSe | |
MOTOR | Delantero transversal. Cuatro cilindros con 1.598 centímetros cúbicos. Turbo e intercooler | |
RENDIMIENTO | Potencia y par | 147 kW (200 CV) a 6.000 rpm y 300 Nm a 3.000 rpm |
Grupo híbrido | Dos motores eléctricos. Uno delantero con 81,2 kW (110 CV) y 320 Nm y otro trasero con 83 kW (113 CV) y 166 Nm. Batería de iones de litio con 14,6 kWh. | |
Potencia máxima | 221 kW (300 CV) | |
Par máximo | 520 Nm | |
TRANSMISIÓN | Automática de ocho relaciones con embrague multidisco en baño de aceite | |
DIMENSIONES Y PESOS | Largo por ancho por alto en milímetros | 4.477 x 1.856 x 1.609 |
Batalla en milímetros | 2.675 | |
Peso | 1.876 kg | |
DATOS PRESTACIONALES | Aceleración de 0 a 100 km/h | 6,1 segundos |
Velocidad punta | 235 km/h | |
Relación peso potencia | 6,25 kg / CV | |
CONSUMOS | Consumo medio homologado (WLTP) | 1,2 litros |
Consumo medio durante la prueba | 7,8 litros | |
PRECIO | 51.891€ |
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS