En esta ocasión, que hemos probado el Opel Astra GSe, voy a empezar con algo de polémica. Lo defino como polémica porque habrá a quien no le guste lo que voy a decir, sobre todo a la propia Opel. Desde que Stellantis se hizo con el control de la firma alemana, tengo la sensación de que han perdido toda su esencia, toda su personalidad. Opel ya no es Opel, al menos de momento.

Comprendo, porque es totalmente lógico, que la marca ha sufrido un cambio muy Importante, realmente drástico. Stellantis no es General Motors, los intereses son totalmente distintos y la forma de trabajar también. Stellantis tiene muchos más intereses en Europa que los yankees, y además, aplican una mayor economía de grupo, es decir, se comparten muchos más elementos entre los miembros del conglomerado. Eso afecta, como cabe esperar, al desarrollo de los modelos y a su personalidad.

Las veces que he podido conducir un Opel desde que están integrados en Stellantis, he tenido la misma sensación: esto no es un Opel. Y no me refiero a que vayan mal, la cuestión gira en torno a las sensaciones y al tacto que ofrecen los coches. Opel nunca fue tan “blandito”, por ejemplo, ni tampoco “flotaban” sobre el asfalto –también he sido propietario de un Astra G Sportive–. Por eso, cuando presentaron la nueva gama GSe, me despertó una enorme curiosidad. PSA, la casa matriz, los que mandan –aunque no lo reconozcan–, siempre ha tenido buena mano con las versiones deportivas, y Opel no les va a la zaga. No importa que sean híbridos enchufables –lo raro sería lo contrario–, el resultado tenía que ser bueno por narices.

Después de una semana con el Opel Astra GSe, debo decir, que tengo sensaciones encontradas. En principio, solicitamos un Astra GSe para una comparativa como el Battle SUV, pero centrada en compactos híbridos; sin embargo, nos fallaron un par de contendientes y se nos hizo muy tarde para continuar con la idea. Pero no hay mal que por bien no venga, y pudimos dedicarnos a otras cosas, como centrar la atención en prestaciones y comportamiento, dejando un poco de lado los consumos.

No es, ni de lejos, similar a los “viejos” GSi

Cuando se presentó la actual gama GSe, quedó claro que en Opel se les consideraba herederos de los GSi, aunque ya tuvieron versiones GSe en el pasado. Esto, obviamente, añadía más interés, aunque tenía claro que no serían ni remotamente parecidos. Y no lo digo por la cuestión de su grupo motor híbrido enchufable, hay otras consideraciones.

De todas formas, comparar constantemente todo con lo que había antes, no creo que sea bueno ni para los mitos ni para los modelos actuales. La situación es totalmente diferente, las necesidades también y no digamos las obligaciones. Por supuesto, también están los objetivos de cada marca, que influyen tanto o más que todo lo anterior.

Los GSe son las versiones más potentes de la gama Astra, pero su carácter no es tan deportivo como podría esperarse

Aun así, no puedo evitar pensar que este Opel Astra GSe no es todo lo deportivo que promete y que parece, pues, a pesar de lucir una imagen bastante comedida, en vivo y en directo, se nota claramente que no es un Astra más. Tiene detalles que delatan su condición de versión, digamos, “especial”. No hay estridencias, todo es relativamente sutil, pero no deja de tener cierto encanto.

Personalmente, me gusta, y sigue las tendencias actuales de hacer versiones deportivas no muy llamativas. Los GSi nunca fueron muy llamativos estéticamente, aunque si lo comparamos con los OPC, la cosa cambia bastante. Con esa generación de versiones deportivas no se anduvieron por las ramas, incluso tenían un carácter un tanto intempestivo.

El Astra GSe también es comedido en cuanto a carácter y personalidad, de hecho, creo que es demasiado suave en todo lo que hace; la dirección está muy asistida, los pedales tienen un accionamiento muy suave y blando, la suspensión no es para nada dura e incluso la forma de entregar la potencia sigue la misma tendencia. Para ser una versión deportiva le falta algo de garra.

No es deportivo, pero sí es rápido

Todo lo que se ha dicho hasta el momento no quiere decir que sea mal coche, eso quiero que quede bien claro. Lo que quiero decir es que no es un coche deportivo, o al menos todo lo deportivo que podríamos esperar de las versiones más potentes y teóricamente, más deportivas de la marca. De todas formas, exceptuando, por ejemplo, a Hyundai, parece ser que todos los fabricantes apuestan por suavizar sus variantes más prestacionales, lo que coloca a estas opciones más cerca de coches “de lujo” que de “coches deportivos”.

Por otro lado, el Astra GSe si es un coche rápido y agradable de conducir. No tienes la emoción de conducir un coche como un Ford Puma ST – el de 200 CV, no el Powershift–, pero cuando te quieres dar cuenta, vas muy rápido, más de lo que esperas. La pisada es buena, el aplomo también y la sensación de control es total. Además, es cómodo y la posición al volante permite recorrer muchos kilómetros sin parar. Se podría resumir de forma muy rápida con solo decir que es un coche bastante completo y si cargas la batería, que resulta lo más interesante –para eso es un híbrido enchufable, ¿no?–, gasta muy poco. Pero no hay sensaciones deportivas, básicamente, porque no es un coche deportivo.

Sí, quizá lo repito mucho, pero es que no puedo evitarlo. Cuando pienso en el apelativo GSe y en lo que dice la marca sobre ellos, me veo obligado a tener esa deportividad muy presente. No es lo mismo que un Peugeot 3008 GT, en este caso sabemos que no es una versión deportiva propiamente dicho, así que hay cosas que se analizan de otra forma, pero si prometes deportividad, yo, al menos, voy a pedir deportividad. Y dejar claro que deportividad no tiene nada que ver con velocidad o potencia, puedes tener coches que no sean potentes y sí deportivos.

Con 225 CV hay potencia de sobra y los consumos, con batería cargada, son de risa

Estas cosas las noto desde casi el primer momento de iniciar la marcha. Con un coche como, por ejemplo, el CUPRA León VZ Cup, notas como pide tomar curvas rápidas y rectas todavía más rápidas, lo sientes, es como si el mismo coche te estuviera diciendo “venga, va, vamos a correr un poco”. Con el Astra GSe no sientes nada similar, no te apetece correr, el coche no incita a ir rápido. Acabas por ir rápido porque las capacidades están ahí y es un coche cómodo, con una elevada sensación de aplomo y control, pero no es pasional, no veo en el Astra GSe un coche para quien busca diversión en carretera de montaña o en circuito. Es un coche de autobahn, de trazados amplios a ritmos de cárcel–cárcel en España, en Alemania, recordad, se puede correr–.

Algunos claroscuros, pero buen conjunto al fin y al cabo

Queda claro, por lo dicho hasta el momento, que el Opel Astra GSe apunta a otro tipo de conductores, no es el coche para los amantes de las sensaciones y de las curvas al límite de los neumáticos. Ojo, que por poder, puedes hacerlo, el coche lo soporta y lo gestiona más que dignamente, pero tengo la sensación de que no es el objetivo final, su personalidad es muy diferente. Yo veo en el Astra GSe un buen tope de gama, un coche bien fabricado, cómodo, muy rápido y usable, muy usable, porque al fin y al cabo tiene todas las virtudes de cualquier otro Opel Astra, pero aderezado con un toque ligeramente picante.

Tiene una imagen que lo diferencia del resto de versiones, cuenta con detalles específicos como los asientos AGR deportivos o las llantas, y por supuesto, el grupo motor híbrido enchufable ya es un argumento de compra por sí solo, al igual que su etiqueta CERO. El Astra GSe es un coche para usuarios a quienes les gusta tener algo diferente, con personalidad e imagen propia, buen equipamiento y que sean fáciles de conducir, pero sin prescindir de potencia y prestaciones. Simplemente, no es el coche de un “quemado”.

Su imagen es discreta, pero no está falta de encanto

No obstante, hay algunos detalles que, personalmente, habría que revisar. Por ejemplo, el cuadro de mandos. El diseño de la instrumentación no es bueno, está falto de carisma y además, la deportividad, nuevamente, brilla por su ausencia. El módulo donde está encastrada dicha instrumentación me parece feo, es una pieza de plástico en negro piano que se llena de huellas a la más mínima y tiene enormes zonas donde solo hay negro piano –entre el aireador izquierdo y la instrumentación, y entre la instrumentación y la pantalla central–. El volante tiene un aro muy fino y los asientos AGR requieren de acostumbrarse a ellos. Si la batería está vacía, los consumos no bajan de entre siete y ocho litros, a lo que debemos sumar la dichosa manía que tienen todos los fabricantes de esconder las cosas en el menú de la pantalla, o de no instalar una memoria que guarde mis elecciones. Es tremendamente incómodo tener que configurar todo de nuevo cada vez que te subes al coche. Si activo el modo ECO, quiero que el coche esté en modo ECO cuando vuelva a cogerlo. Si dejo el sistema en modo híbrido, ¿por qué narices tiene que arrancar en eléctrico? De todas formas, la elección de los modos de conducción, al menos, es mediante un botón al lado del selector de marchas… pero quitar el asistente de mantenimiento de carril cada vez que saco el coche del garaje es de lo más tedioso.

Pero todo esto es, dicho sea de paso, tema personal, es decir, no me gusta a mí, y tengo claro que mis gustos no son los mismos que los del resto de personas. Gustos que se decantan más por el mencionado León VZ Cup, por ejemplo, que por el Opel Astra GSe. Sin embargo, esto no quiere decir que no me guste el coche, todo lo contrario, me gusta, lo he disfrutado durante todos los días que lo tuve, pero reitero mis anteriores palabras: no es deportivo. Es más un GT, por definirlo de alguna manera, un rival directo del también mencionado Peugeot 3008 GT HYbrid –publicaremos una prueba próximamente–, con el que comparte todo el apartado mecánico y técnico.

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