Coche del día: Toyota Land Cruiser II LX Turbo

Coche del día: Toyota Land Cruiser II LX Turbo

Nada que ver con los todoterreno actuales, y mucho menos con un SUV


Tiempo de lectura: 4 min.

El Toyota Land Cruiser II LX Turbo era toda una rareza en tierras españolas, a no ser que vivieras en las Islas Canarias, pues allí han podido contar, en algunas ocasiones, con coches que en la península veíamos en fotos y poco más. Coches como el Land Cruiser II, que llegaba a la España peninsular con cuenta gotas, aunque al menos llegaban y quienes tenían el dinero y la suerte de encontrar una unidad, se la podían llevar a casa.

Allá por la década de los 80, las fronteras españolas todavía no se habían abierto totalmente y ciertas cosas, como los automóviles fabricados fuera de nuestras fronteras, mantenían sus altos costes –entre otras cosas, por culpa de los aranceles– y su poca difusión en el mercado nacional. Poco a poco, las cosas cambiaron, pero coches como el Toyota Land Cruiser II LX Turbo no eran nada comunes. De hecho, no lo eran por su coste, por su escasez y también porque representaba un tipo de vehículo que no tenía mucha demanda en España.

Los todoterreno puros, como es el caso del Land Cruiser, han tenido, por lo general, una difusión más taimada que otros modelos como los compactos. Su coste de adquisición y mantenimiento, su tamaño, sus cualidades dinámicas en asfalto… Era común ver este tipo de coches en pueblos y en fincas, pero no en medio de la urbe. Luego llegaron los SUV y la cosa cambió, aunque ya se había empezado a ver estos coches como una muestra de estatus y poder económico.

Sin embargo, el Toyota Land Cruiser II LX Turbo no era, precisamente, un coche con el que presumir de estatus. Era poco refinado –comparado con otros coches, obviamente–, su comportamiento era algo tosco y su motor se había diseñado para cuestiones más “rurales”. A la ficha técnica y a sus datos nos remitimos: turbodiésel de cuatro cilindros con 2.446 centímetros cúbicos –cotas cuadradas, con 92 milímetros para diámetro y carrera–, árbol de levas en culata, dos válvulas por cilindro, alimentación por bomba inyectora y un turbo de bajo soplado, compresión de 20:1, 86 CV a 4.000 revoluciones y 19,2 mkg a 2.400 revoluciones.

El Land Cruiser II era un auténtico todoterreno; rudo, robusto, sin grandes lujos, solo aquello más versátil

Un propulsor, a todas luces, que no buscaba ser precisamente veloz, sino ofrecer fuerza y fiabilidad, que se conectaba a una caja de cambios de cinco relaciones y a un sistema de tracción total conectable con reductora.

Este conjunto motor-transmisión podía mover los 1.690 kilos que pesaba el conjunto hasta una limitadísima velocidad de 136,6 km/h, hacía los 1.000 metros con salida parada en 42,6 segundos y los 400 metros en idénticas condiciones en 23,6 segundos. Poco antes, después de 22,6 segundos, el Toyota Land Cruiser II LX Turbo alcanzaba los 100 km/h.

De todas formas, buscar prestaciones en un coche como este no tenía ningún sentido, al menos prestaciones en carretera, pues no estaba diseñado para eso. El Land Cruiser II lanzado en 1985 era casi un camión, un vehículo rudo y duro como una piedra, con un chasis de largueros y travesaños de acero, ejes rígidos –con muelles en lugar de ballestas– y neumáticos mixtos con ciertas limitaciones.

Victor Piccione, en una prueba publicada por la revista Coche actual, tildó el comportamiento del Land Cruiser II LX Turbo como neutro y controlable, con cierta tendencia a “tirar” de atrás una vez dentro de la curva, siempre que el asfalto estuviera en buen estado. También afirmó que, a pesar de su altura, la sensación de estabilidad era buena y que la dirección tenía demasiada desmultiplicación –más de cuatro vueltas de volante–.

Fuera del asfalto la cosa era muy distinta, pues los neumáticos no ofrecían la tracción necesaria y obligó a bajar las presiones cada vez que se enfrentaban a terreno embarrado o con piso blando. Eso y que el selector de la caja transfer quedaba lejos y escondida tras el selector del cambio.

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Sobre mí

Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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Ingeniero de profesión, la mayor pasión de mi vida son los coches desde que era un chaval. El olor a aceite, gasolina, neumático...hace que todos mis sentidos despierten. Ahora embarcado en esta nueva aventura, espero que llegue a buen puerto con vuestra ayuda. Gracias por estar ahí.

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