Coche del día: Chrysler Voyager 2.8 CRD (2004)

Coche del día: Chrysler Voyager 2.8 CRD (2004)

La llegada de un motor tubodiésel con 150 CV y cambio automático, aumentó todavía más el interés de un coche que era la referencia en su momento


Tiempo de lectura: 3 min.

El Chrysler Voyager ha sido uno de los mayores éxitos que ha tenido la firma norteamericana en Europa. De hecho, gran parte de la vida comercial del Voyager ha transcurrido fuera de los Estados Unidos, con especial presencia en el Viejo Continente, donde no había muchos monovolúmenes de su tamaño y con sus posibilidades interiores. Ni siquiera el monovolumen grande de referencia en Europa, el Renault Espace, ofrecía el espacio y la versatilidad del Voyager.

La primera vez que el Voyager llegó a Europa en la década de los 80, pero cuando realmente se ganó la fama de ser el monovolumen de referencia fue a comienzos del Siglo XXI, concretamente con el restyling de la tercera generación, presentado en el año 2004. Fue entonces cuando el Chrysler Voyager ya se podía ver en gran número por las carreteras y era una opción para muchos usuarios.

No debemos olvidar que, por entonces, el monovolumen era el vehículo de moda y todo el mundo parecía querer uno. No se llegó al enorme peso comercial de los SUV, pero el futuro pintaba con un solo volumen, incluso para el segmento de los deportivos. El caso es que el Chrysler Voyager era un modelo que ofrecía mucho, y aunque no se podía decir que fuera barato, su popularidad era grande, sobre todo después de que se sumara a la gama el motor 2.8 CRD.

Tras 20 años en el mercado, el Voyager se ofrecía, por primera vez, con un motor turbodiésel y cambio automático, es más, no había otra transmisión disponible para el bloque 2.8 CRD. Este motor era fabricado por Detroit Diesel y se combinaba con un cambio automático de cuatro relaciones que, según la prensa de la época, penalizaba ligeramente las prestaciones al tener marchas muy largas. Se decía que rea una transmisión muy progresiva y sin brusquedades, muy americana, pero pensada más para el confort y viajes por autopista que para apurar las prestaciones del motor.

Referencia entre los monovolúmenes grandes, también contó con una versión de batalla larga: el Chrysler Grand Voyager, cuya longitud se iba poco más allá de los cinco metros

Chrysler Voyager 28 CRD (3)

Dicho propulsor tenía 2.776 centímetros cúbicos, inyección por raíl común, culata de 16 válvulas e intercooler. Rendía 150 CV a 3.800 revoluciones y un par de 360 Nm entre 1.800 y 2.600 revoluciones, que movían con soltura el enorme porte, entonces, del Voyager, pero soltura no quiere decir que fuera veloz. La velocidad máxima era de 182 km/h y el consumo medio homologado era de 8,5 litros, que por entonces, para un vehículo de 4.804 milímetros de largo, 1.997 milímetros de ancho y 1.740 milímetros de alto, no estaba mal.

Sin embargo, las prestaciones no eran el principal argumento del Chrysler Voyager 2.8 CRD, lo era la versatilidad de su habitáculo, que permitía una gran cantidad de configuraciones. Además, para 2004, Chrysler realizó algunos cambios y, entre otras cosas, destacó lo que llamaron “ambiente acústico de biblioteca”. En Chrysler pensaban que en un coche como el Voyager, con un elevado carácter familiar, debía ser posible hablar sin importar en la fila en la que te sentaras y por ello, implementaron un paquete de mejoras que se centraban en más aislamiento, sellados acolchados y nuevos revestimientos, todo, pensado para que el interior del coche fuera todo lo silencioso posible.

Por supuesto, había huecos para dejar multitud de cosas, con una consola central desplazable bastante interesante y un portón trasero de apertura eléctrica, que si se optaba por la versión más equipada –el Voyager 2.8 CRD LX– se podía acompañar con puertas laterales eléctricas.

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Sobre mí

Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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Alejandro
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Alejandro

Los monovolúmenes, los de esa época si eran sinónimo de útilidad. Ahora los diseños de los SUv actuales son una eme, pesados, sin agilidad y sin practicidad (menos incluso que una berlina de tres volumenes)

Esta epoca es de muchos atras en el diseño en mi opinión


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Ingeniero de profesión, la mayor pasión de mi vida son los coches desde que era un chaval. El olor a aceite, gasolina, neumático...hace que todos mis sentidos despierten. Ahora embarcado en esta nueva aventura, espero que llegue a buen puerto con vuestra ayuda. Gracias por estar ahí.

Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

Ángel Arias

La historia del automóvil está llena de grandes emprendedores, de ideas arriesgadas, curiosas casualidades, irreconciliables enemistades y muchos fracasos. Es un mundo intenso y fascinante del que muchos hemos quedado cautivados. Cualquier vehículo con un motor me parece interesante, ya sean motocicletas, automóviles, camiones, aviones o barcos; es estupendo sentir la brisa del viento en la cara sobre uno de ellos. Si estáis aquí es porque compartimos afición.

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