Difícil misión tuvo la casa bávara con el BMW 320d (E90) para sustituir a la exitosa generación anterior (E46) y el modelo previo 320d. No resultaba fácil superar a un modelo que entraba por los ojos a la primera, fácil y preciso en su conducción y dotado de una gran estabilidad y aplomo. Se vendió en el periodo 2005-2007, antes de ser actualizado con motores N47 y las mejoras de BMW EfficientDynamics.
Siguiendo la máxima de si algo funciona, no cambiarlo mucho, BMW no arriesgó en exceso en el nuevo modelo. De esta forma observamos una gran continuidad en el lateral y en la trasera, mientras que es en el frontal donde concentraron la mayor parte de las innovaciones. Descubrimos un morro agresivo, con unos grupos ópticos que se prolongaban hasta las aletas, un diseño de forma convexa en los bajos de la caja y un paragolpes delantero con tres partes claramente diferenciadas.
Centrándonos en su interior descubrimos un salpicadero de líneas simétricas, con una estudiada ergonomía que se reflejaba en la ligera orientación de la consola central hacia el conductor. El cuadro de instrumentos mostraba la disposición típica de BMW, con los relojes del velocímetro y cuentavueltas -de gran tamaño- presidiéndolo, completado con el indicador del nivel de combustible, consumo instantáneo y una completa pantalla multifunción (opcional) con mando iDrive.
Por buscar alguna pega los plásticos del fondo del cuadro de instrumentos o los de la consola central tenían una calidad visual y táctil mejorable
El puesto del conductor era muy bueno, con un asiento que se adaptaba a personas de tallas diversas. El espacio longitudinal era abundante, y el asiento contaba de forma opcional con regulación eléctrica en inclinación, altura, profundidad, ajuste lumbar e incluso las orejas laterales del respaldo. El volante se regulaba en altura y profundidad, y para descanso del pie izquierdo se añadió un generoso reposapie.
De las plazas traseras no podemos decir lo mismo. Aunque se han mejorado ligeramente las cotas respecto al E46, el espacio para las rodillas seguía siendo escaso, al igual que el destinado para las cabezas. Del maletero la opinión era la misma, con unos escasos 440 litros y un aumento de 20 litros, pero a costa de eliminar la rueda de repuesto. Además, la boca de acceso era angosta y el espacio de carga muy profundo, dificultando el acceso al fondo del mismo.
En cuanto a su comportamiento se optó por una respuesta bastante firme del conjunto suspensión-amortiguación, con una precisión sobresaliente en vías con buen piso, aunque algo incómodo en carreteras con baches e irregularidades. Donde mejor se movía este BMW 320d (E90) era en las carreteras de buen firme con curvas de radio medio, permitiendo un paso por curva sorprendente gracias al buen trabajo de amortiguación y suspensión.
En autopistas y autovías con buen asfalto se comportaba como una alfombra voladora, pegándose como una lapa, incluso en los cambios de rasante y las curvas de radio amplio
Solo en el asfalto roto y en los baches la dura amortiguación nos demostraba que eficacia y comodidad estaban reñidas. A pesar de su elevado peso, larga batalla y escaso margen útil de aprovechamiento del motor, no se defendía nada mal por carreteras de montaña.
Sus buenas prestaciones se debían a varios elementos, como su propulsión trasera, con ausencia casi total de pérdidas de motricidad, una suave entrega de potencia y su buen calzado (205/55 R16 91V). La electrónica también ponía su granito de arena, con un control de estabilidad que corregía completamente su sobreviraje natural. La dirección redondeaba este comportamiento, que era muy precisa y estaba libre de los movimientos parásitos de la tracción, ofreciendo una elevada sensación de seguridad, propia de BMW.
El propulsor era el M47D20, un bloque de cuatro cilindros en línea en posición delantera longitudinal, con 1.995 cm3 de cilindrada, construido en fundición de hierro. La culata era de aluminio, contando con dos árboles de levas y cuatro válvulas por cilindro. Erogaba 163 CV a 4.000 RPM y un par máximo de 340 Nm a 2.000 RPM. La alimentación era por inyección directa por common rail, turbo de geometría variable e intercooler.
El empuje que ofrecía era contundente, pero dulcificado respecto al 320d (E46) de 150 CV
Se notaba un cierto retraso en su respuesta cuando reteníamos y acelerábamos de forma brusca. Al principio se notaba un leve empuje, pero de naturaleza aspirada, y rápidamente el motor empujaba al máximo, notándose la contundencia del turbo.
A medio gas o pisando el acelerador de forma suave no se apreciaba este retraso, pero callejeando por ciudad esta transición resultaba algo incómoda en situaciones tales como la incorporación a una vía rápida o a una rotonda tipo plaza de toros de las que abundan por nuestra geografía.
Sus prestaciones homologadas eran buenas, con una velocidad máxima de 225 km/h, dedicando 8,3 segundos para alcanzar los 100 km/h desde parado. Sus consumos -también homologados- eran de 7,8/4,5/5,7 l/100 km en recorrido urbano, extraurbano y mixto, respectivamente. En uso real y sin miramientos su consumo medio era de 7,7 l/100 km; no estaban mal para un coche que superaba los 1.500 kg en báscula, beneficiados por una caja de cambios manual de seis velocidades.
No todo el mundo estaba -ni está- dispuesto el plus que supone pagar por la adquisición de un vehículo de una marca premium, pero cualquiera que haya conducido un BMW apreciará lo que supone conducir un coche con propulsión a las ruedas traseras. Si a ello añadimos un reparto de pesos casi del 50-50 %, un comportamiento sobre raíles, sin cabeceos ni balanceos, dirección firme y precisa, sin pérdidas de tracción en las curvas y absoluto aplomo en rectas, el placer es la consecuencia.
¿Te gusta conducir? Eligir el BMW 320d entonces implicaba que sobraban en tu cuenta corriente 40.000 euros de hoy. Ojo, si buscas una unidad usada de 320d, debes saber que los motores M47D20 se han mostrado como más fiables que su reemplazo, N47D20 (177 CV en adelante), debido a un fallo sistémico en la distribución por cadena que el fabricante no ha sabido resolver y produce averías bastante caras.
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Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...En retrospectiva, esta generación no tiene ni la mitad de punch que la anterior ni la actual. No me puso muy palote, vaya.