Como en cada comienzo de año, expertos de la industria automotriz norteamericana –y de otros países– deciden los mejores modelos entre un reducido grupo de finalistas que compiten segmentados en tres categorías: coches, utilitarios y pick-ups. Son los premios NACTOY (North American Car, Truck and Utility Vehicle of the Year) y esta vez el “Coche del Año” ha sido para el Honda Civic Hybrid 2025, una berlina que no formaba parte del mercado en Estados Unidos hasta su lanzamiento meses atrás y que ahora agranda una gama electrificaba que ya estaba bastante completa.

Y desde el otro lado del océano casi que hemos mirado de reojo la votación del jurado. En Europa, la participación de Honda es insignificante. Está pero no está. Así y todo, a cuentagotas parece haber un interés por cambiar la cara, pero lo dicho: un interés tímido, a ritmo por demás cansino de momento. Y en esa presencia inocua nos encontramos una flota con intérpretes sólidos que, por específicos factores –uno de ellos la competencia de precios–, no calan en el consumidor.

El Honda Civic híbrido es uno de ellos y va camino a cumplir tres años en el mercado español, que por las urgencias ambientales lo ha recibido antes que en Norteamérica, estrenándolo con la undécima generación. Lógico, para cada región, la versión adecuada. Es por eso que aquí el Civic Sedán tan popular entre los americanos brilla por su ausencia. En cambio, el elegido es el hatchback, la única carrocería que podía caber en la actualidad. Vaya diseño contundente.

Pues el Honda Civic e:HEV no será el “Coche del Año” aquí, donde la marca japonesa ha matriculado apenas 3.843 unidades en todo el 2024, pero no deja de ser un coche con valores a no perder de vista. Esto, a pesar de la notable desventaja en que se ubica cuando se compara su valor de mercado con el de rivales como el Hyundai i30 Fastback y el Toyota Corolla Hatchback, ambos en la línea de partida de entre 25.000 y 26.000 euros, cuando el Civic, aún con sus rebajas, presenta un precio por encima de los 33.000 euros.

Emitir juicios de valor fundados en la relación precio-calidad sería el camino más sencillo, pero analizar el coche dejando al margen la balanza de precios entre los actores de este segmento –poco habitual, reconozco, aunque me permito la excepción– deja ver el conjunto de aptitudes de este japonés en materia de prestaciones, consumo y manejo, por nombrar algunas de las variables más fundamentales.

De la de acceso al tope de gama: Elegance, Sport y Advance. Esos son sus tres acabados y todos comparten el tren motriz. El motor de gasolina es un 2.0 de 143 CV que va unido a una caja eCVT y combinado con dos motores eléctricos, que con 184 CV totales son los que propulsan, actuando el de combustión como generador. La excepción a esto es el modo de conducción Sport, en el que el 2.0 sí acciona las ruedas.

Hablando de conducción, el Civic se caracteriza por su equilibrio, por ser adaptativo y por invitar a poner a trabajar el tacómetro mientras vamos subiendo de marchas accionando las levas detrás del volante. Esto se suma a un paquete de asistencia y seguridad de serie bastante generosa ya desde el acabado de acceso, con control de crucero adaptativo, sensores de aparcamiento, cámara de visión trasera y el sistema Honda Sensing de entrada, entre tantas otras funciones.

Por ser “divertido” y “eficiente”, en Estados Unidos lo eligieron como el mejor. Dos virtudes que el modelo europeo también posee, porque, además de lo dicho sobre el manejo, el consumo del e:HEV es realmente bajo, con un combinado de 4,7 litros cada 100 kilómetros en el Elegance y de 5,0 l/100 km en el Sport y el Advance.

En resumidas cuentas, un coche prácticamente en línea con lo que ofrece el Corolla en los ítems repasados. Es lógico que éste lidere y el de Honda… ni registro. Tal vez, una de las ventajas radica en el maletero, pues el Civic ofrece 50 litros de volumen de carga más que el compacto de Toyota. Pero insisto. Analizándolo por sí mismo, por fuera del mercado, el posicionamiento de la marca y el precio exagerado, el Honda Civic e:HEV no está para nada mal.