Aunque asociemos las siglas XR a los Ford más deportivos como el XR2, XR3 o XR4, lo cierto es que el XRi que nos ocupa hoy no es una versión con alma deportiva en la gama del compacto alemán. De hecho, el Ford Escort XRi era un acabado más que venía a sustituir al Sport, tanto en tres como en cinco puertas.
Hablamos de la última generación del Escort, lanzada en 1995 con la misma plataforma del modelo anterior. Fue aquella en la que se redondearon un poco sus formas, sobre todo los grupos ópticos delanteros, para que encajaran con el nuevo lenguaje de diseño New Edge de la marca. Fue una generación que la mayoría recordaremos por su versión Atlanta, que fue quizá su acabado más popular.
El XRi se introdujo en 1996 asociado únicamente al motor más potente de la gama Escort. Se trataba del bloque 1.8 Zetec-E en su versión de 115 CV, heredada del Mondeo. El veterano modelo de la marca del óvalo se enfrentaba a sus últimos meses de vida, por lo que su oferta mecánica y de acabados se vio algo limitada. Sin embargo, por su excelente relación calidad-precio-potencia, el Escort XRi seguía siendo un coche muy recomendable.
Los años habían dejado huella en su diseño, modernizado ligeramente con los mencionados faros, paragolpes más voluminosos o un paquete de accesorios deportivos que remarcaran las líneas de la carrocería. El interior también se modernizó con unas líneas más redondeadas en el salpicadero que seguía manteniendo su forma base, pero con los retoques justos para darle un aire actualizado.
Se recurrió a los óvalos o círculos para albergar diferentes elementos del salpicadero, como el reloj analógico que ya no estaba al fondo de la consola, el pulsador de la luneta térmica o los mandos de los antinieblas. Se sumaron molduras en contraste (madera en otras versiones e imitación de aluminio en el XRi) mientras que en esta versión también se añadió el fondo blanco a la instrumentación.
Al margen del diseño, mantenía unos buenos niveles de calidad general y una habitabilidad por encima de la media. Con 4,13 metros de longitud y una discreta distancia entre ejes de 2,52 metros, albergaba con comodidad a cuatro ocupantes cediéndoles espacio holgado para las piernas o anchura para las caderas. No obstante, la altura en las plazas traseras era su punto más crítico.
El maletero, con 380 litros, destacaba por su buena capacidad frente a la competencia. Lo menos conseguido del interior del Escort era su puesto de conducción, pues los asientos delanteros quedaban siempre demasiado altos con respecto al volante pese a la regulación de ambos (eléctrica en opción para el asiento).
Sin llegar a la perfección que más tarde conseguirían con el bastidor del primer Focus, el Escort se defendía dignamente a pesar de la antigüedad de su plataforma. Las suspensiones tiraban a ser algo blandas para primar el confort de los ocupantes, aunque la dirección y el bastidor ofrecían un comportamiento sin tacha que asumía la potencia del motor sin problemas.
El 1.8 no destacaba por su rendimiento, ya que se le notaba perezoso hasta alcanzar las 3.500-4.000 RPM. En este punto, y hasta más allá de las 6.500 vueltas daba lo mejor de sí. Por eso brillaba más en las mediciones de aceleración que en recuperaciones en marchas largas.
Como decía más arriba, la principal baza del Escort XRi era la buena relación entre lo que la marca pedía y lo que ofrecía el coche. En 1997 costaba 2.100.000 pesetas (20.000 euros de ahora), una tarifa muy por debajo de la de sus rivales de similar potencia. El equipamiento de serie no era abundante, habiendo que recurrir a las opciones para hacerlo más completo, ya que el ABS, airbag del acompañante o llantas de aleación se pagaban aparte. El aire acondicionado también era un extra, pero Ford lo regalaba como promoción en aquella época.
Esta estrategia de ofrecer precios de gancho muy bajos se mantuvo en el Focus, que le sustituiría en 1998. Un coche tan equilibrado y popular que acabó casi de un plumazo con la dilatada historia de los compactos de Ford bajo el ya mítico nombre de Escort.
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Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.La verdad es que estos Escort de 5ª y 6ª generación eran muy buenos coches, duros y bien acabados. Pero la salida del Focus le echó una tonelada de años encima al pobre.
Tuvimos uno durante un tiempo, lo heredó mi mujer de su abuelo. Con varias reparaciones duró casi 500.000 km, y gastaba tanto que lo llamábamos Ford Esponja.
Entre 3.500 y 4.000 rpm daba tirones, nunca lo consiguieron poner fino. Por lo demás un coche muy ágil y ligero, que me encantaba conducir.