El Mercedes E 270 CDI fue una de las versiones más vendidas del modelo y eso, quizá, le resta algo de interés, pero no prestarle atención es un error, pues hablamos de uno de los sedanes ejecutivos de mejor prestancia de su época, tanto a nivel de fabricación como a nivel de prestaciones o refinamiento.

Los alemanes demostraron una capacidad casi inigualable en cuestiones de investigación y desarrollo, al crear motores turbodiésel capaces de sorprender por su suave funcionamiento y por las prestaciones que ofrecían, aunque también es justo reconocer que Mercedes nunca fue el mejor en estas lides. Lo que tenía Mercedes, que no podían igualar el resto de rivales como BMW o Audi, era un equilibrio notable entre prestaciones, consumos y finura de funcionamiento, un compendio de cualidades que convierten a coches como el E 270 CDI en automóviles que, incluso hoy, se posicionan como una opción ideal para viajar largas distancias a velocidades de infarto.

Solo un vistazo a la ficha técnica del motor permite hacer una idea. Hablamos de un cinco cilindros en línea con 2.685 centímetros cúbicos de desplazamiento, turbo de geometría variable, inyección directa common-rail e intercooler, con 177 CV a 4.200 revoluciones y 43,3 mkg de par entre 1.800 y 2.600 revoluciones. Con 400 Nm de par disponibles en un rango de uso inigualable por un motor de gasolina ni por un híbrido actual, gestionados por un cambio manual de seis relaciones –en opción había un automático de cinco– que enviaba todo el poderío al eje trasero y permitía velocidades de crucero superiores a los 200 km/h con consumos por debajo de los nueve litros –y con un depósito de 65 litros, se tenía alrededor de 700 kilómetros de autonomía–.

Calidad y refinamiento, dos características que siempre han formado parte de cualquier Mercedes, al menos en tiempos pasados

Pero esta no era la mejor característica del Mercedes E 270 CDI ni el detalle que lo convierte en un coche especialmente interesante, lo que realmente destacaba en este modelo eran sus andares, su comportamiento en carretera y su forma de entregar y gestionar las prestaciones del motor. Las pruebas de la época afirman que el Mercedes “flotaba” sobre el asfalto en autopista a velocidades de órdago, con una sensación de control y sosiego realmente encomiable, gracias a una suspensión de funcionamiento impecable y a una calidad de realización que, incluso, supera a cualquier Mercedes actual. A esto, le debemos sumar, y siempre según decían las revistas de la época, una agilidad impropia de su tamaño y peso –más de 4,8 metros de largo y casi 1.700 kilos de peso– y una sensación de control cuando aparecían las curvas sorprendente para lo cómodo y suave que se mostraba en autopista.

Mercedes siempre ha sido una marca diferente, con una forma de entender el lujo y la exclusividad muy particular. No solo importan las prestaciones, es necesario que dicha característica se complete con muchas otras, como la calidad de fabricación, una sensación total de confort y una conducción donde el equilibrio es la nota predominante. Tan solo podríamos poner una pega, y tiene que ver con el lenguaje de diseño que lucían los Mercedes de aquellos años, muy clásico para algunos conductores.

En su momento, costaba 42.350 euros, precio que, si añadimos la subida del IPC desde 2003, se nos quedaría en 64.414 euros.