El Renault Clio es uno de los éxitos indiscutibles de la firma francesa. La primera generación, de la que se vendieron cuatro millones de unidades, llegó para reemplazar al Supercinco allá por los 90, mientras que la segunda generación, aparecida para finales de esa década, aseguró el éxito y el futuro del modelo con unas ventas de cinco millones de unidades. Así, la tercera generación no lo tuvo nada fácil, pero al final, no solo superó al resto de generación, también se colocó como uno de los mejores utilitarios de su época.
Cuando se presentó la tercera generación del Renault Clio, en el año 2005, todo el mundo esperaba una imagen tan particular como la del Renault Mégane, sin embargo, no fue así y se presentó con un diseño más conservador, pero sin duda, superacertado. El Clio III tenía una imagen, comparada con sus antecesores, bastante musculosa y hasta agresiva, más contundente, como dijeron algunos medios en aquellos años. Además, era un coche más grande en todas las cotas, mucho más grande, unas características que le permitieron ofrecer un habitáculo espacioso, con que destacaba por soluciones de habitabilidad como cajones bajo los asientos o un reposacabezas articulado que, tras una maniobra, se convertía en una especie de sillita para niños.
Renault, por lo general, ha tenido en su catálogo coches dinámicamente buenos, con unas capacidades ruteras que los acercaban a un gran número de clientes. Una personalidad y unas características claramente influenciadas por el tacto de todos los mandos, las suaves suspensiones y los blandos asientos. Detalles que no cambiaban en el Renault Clio III, coche que fue considerado por muchos medios como una de las opciones más confortables del segmento “polivalente” –así llamaban a los utilitarios en los 90 y comienzos del Siglo XXI–. Tenía un rodar muy silencioso, la suspensión absorbía los baches de forma notable, pero no se perdían capacidades dinámicas en ningún momento.
La base, la plataforma, era la misma del Mégane pero, como cabe esperar, recortada, lo que permitió que sus capacidades dinámicas fueran de las mejores del segmento
Una de las cosas que más llamaba la atención de la tercera entrega del Renault Clio, era que empleaba la misma plataforma del Renault Mégane, pero ligeramente recortada, completaba con los mismos trenes rodantes. Era un Mégane más pequeño, lo que permitió ofrecer una calidad de rodadura por encima de la media, sobre todo cuando se perdía calidad de asfalto y aparecían roturas y grietas en el piso. No obstante, también hay que mencionar que a la hora de apretar el ritmo en carreteras reviradas, no podía hacer frente a los mejores del segmento porque, esa suspensión tan cómoda, no podía controlar los movimientos de la carrocería con la misma eficiencia.
De todas formas, quien se compraba un Renault Clio sabía que no conduciría un deportivo, sino un coche cómodo, con unas capacidades ruteras por encima del resto de opciones y con una calidad de fabricación entre los mejores. La tercera generación del Clio destacó especialmente en este apartado, con un habitáculo de buenos materiales y bien ajustados, así como una ausencia de vibraciones generales y un tacto de los mandos poco común en un coche del segmento B.
El Renault Clio III se ofreció con diferentes motores, obviamente, pero los más interesantes, sin duda, son los diésel basados en el 1.5 dCi. Concretamente, se ofrecían tres niveles de potencia: 68, 86 y 105 CV. Los dos más potentes eran los más recomendables, con especial mención al más potente por sus 24,5 mkg de par a 2.000 revoluciones. También hubo un Renault Clio 2.0 16v y, por supuesto, un Renault Clio RS.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS