Chrysler, como muchas otras marcas americanas, intento desembarcar en Europa en varias ocasiones con desigual resultado. Su mejor momento fue, sin duda, a finales de los 90 y comienzos de los 2000, cuando trajo a nuestro mercado los Chrysler Stratus y Chrysler Neon, tras los cuales, llegaron los Chrysler Sebring y Chrysler 300M. Coches que no tuvieron una gran acogida, pero era sencillo encontrar unidades circulando por las calles. No pasó lo mismo con el Chrysler Sebring 200C, aunque montó motores TDI.
Lo curioso es que tanto el Chrysler Stratus como el Sebring, se vendieron en Estados Unidos bajo la marca Dodge y ambos, con la denominación Stratus. Es decir, aunque en Europa fueron coches diferentes, allí, en su tierra natal, siempre fue el Dodge Stratus y lucía el inequívoco frontal de la firma del carnero, con la calandra dividida en cuatro partes. Había pocas diferencias estéticas, aunque si había cambios en lo respectivo a los motores, pues en Norteamérica, contaba con alguna opción un poco más potente que aquí.
Incluso sirvió para que la marca presentará en el SEMA 2002 una versión que, de haber llegado a producción, podría haber sido bastante interesante. Era el Dodge Stratus Turbo, una creación específica para el salón de accesorios y tuning más importante del mundo, como siempre suelen hacer las firmas yankees. Rara es la vez que una marca norteamericana no está presente en dicha feria, un evento de calado internacional, capaz de mover cientos de miles de personas y a centenas de marcas de todo el mundo, aunque con especial presencia de marcas americanas.
El Dodge Stratus Turbo, al contrario de lo que suele ocurrir en el SEMA Show, no era un vehículo espectacular en cuanto a estética, de hecho, era bastante comedido. Tan solo destacaba la inclusión de unas llantas cromadas, una pasión estadounidense que no se lleva mucho en Europa, y un alerón trasero que, igualmente, resulta muy americano. El resto del coche, a excepción de una entrada de aire en el capó y unos paragolpes algo más agresivos, apenas mostraba cambios exteriores.
Los cambios, en realidad, estaban por dentro, lejos de la vista. Por ejemplo, montaba una suspensión con “especificaciones R/T” –así lo anunciaron en su momento– que, imaginamos, significa que cuenta con una puesta punto más deportiva y firme, junto a una reducción de la altura del casco respecto al suelo de media pulgada –que son 12,7 milímetros–. Otro apartado interesante se esconde, obviamente, bajo el capó, un cuatro cilindros de 2,4 litros sobrealimentado por un turbo, que rendía 240 CV y estaba acoplado a un cambio manual de cinco relaciones, que, además, incorporaba un kit para reducir los recorridos.
Es cierto que por aquellos años había opciones muy interesantes, como el Volkswagen Passat W8 o el Alfa Romeo 156 GTA, pero una versión así, habría puesto al Chrysler Sebring a la altura de los mencionados modelos y quizá, habría ayudado a mejorar la imagen del modelo.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS