El Audi S4 (B6) es uno de los frutos de la guerra de potencias entre los fabricantes alemanes. Allá por el año 1997 Mercedes-Benz daba el pistoletazo de salida al uso de motores V8 para los modelos “pata negra” del segmento D con su C43 AMG (W202). No sería hasta finales de 2002, cuando Audi se decidiría por montar uno, y BMW esperaría hasta 2007 para meter un V8 en el vano motor de su M3 E90.
Para ello, los de Ingdolstadt recurrirían a un bloque ya conocido en la casa, que venían utilizando en el A8 y S8 (D2), para incorporarlo al nuevo integrante de la familia “S”. Este nuevo retoño de la familia Audi Sport era el S4 (B6) del año 2003, basado en la carrocería B6 comercializada desde 2001, tanto en carrocería berlina, como familiar o Avant.
El cambio era muy radical: se pasaba del hexacilíndrico biturbo del S4 (B5) a un atmosférico de 4,2 litros de cilindrada con ocho cilindros en V a 90º y 40 válvulas, montado en posición longitudinal
Obviamente, eran motores con un carácter muy distinto. Este nuevo S4 daba 344 CV bien arriba, a 7.000 vueltas, muriendo definitivamente 200 por encima; por los 265 CV a 5.800 de su antecesor. Su cifra de par era de unos generosos 410 Nm a 3.500 vueltas, valor al que entregaba en torno a unos 200 CV. Similar a los 400 Nm del B5, pero diferente en su forma de entrega -entre 1.850 y 3.600 RPM-.
Como curiosidad, desde casi el ralentí, el V8 entregaba una cifra de par similar a la de un motor turbodiésel de 140 CV -unos 300 Nm-, por lo que nos permitía ir en modo peseto ahorrador -todo lo ahorrador que se puede ir con un V8 bajo el capó-, llaneando en marchas largas a velocidades bajas, teniendo siempre una buena dosis de fuerza bajo el pedal derecho.
A la hora de elegir su transmisión, se podía escoger tanto con caja manual o automática, ambas de seis velocidades -en la automática, si la poníamos en modo “S”, se quedaba únicamente con cinco y apuraba más el momento de cambio a la siguiente relación-. Para transmitir la potencia al suelo, se encomiaba -¡cómo no!- a un sistema de tracción integral permanente quattro con diferencial Torsen. Repartía la tracción de manera dinámica entre ambos ejes, predominando sin pérdidas de tracción la propulsión, en aras de una mayor diversión.
A nivel prestacional, y en pleno 2019, puede que las cifras del Audi S4 (B6) cifras nos sepan a poco; pero alcanzaba los 100 km/h en 5,6 segundos y los 200 km/h en poco más de 20 s. Cifras muy respetables para una berlina del segmento D de principios del Siglo XXI, aunque destacaba más que nada por su potencia y facilidad a la hora de manejarse en las recuperaciones.
Este torrente de prestaciones -y sus 1.700 kg largos de peso-, había que detenerlos. De esta labor se encargaban unos enormes discos de freno de 345 y 300 milímetros, respectivamente, en el eje delantero y trasero, que además eran lo suficientemente resistentes al maltrato.
Como hemos visto en el subtítulo, el Audi S4 (B6) era la definición perfecta de un sleeper, un verdadero lobo con piel de cordero, y a nivel estético era un coche que destacaba por ser muy muy discreto.
Para ello combinaba a la perfección deportividad -sin caer en lo macarra- y elegancia: sólo al ojo más entrenado -y con respecto a un A4 normal-, le “cantarían” unas molduras de plástico en la parte inferior de las puertas, unos retrovisores en aluminio -con la posibilidad de pedirlos en el color de la carrocería para llamar aún menos la atención-, unas discretas llantas de 18 pulgadas sobre neumáticos 235/40, una parrilla frontal y paragolpes ligeramente distintos al resto de la gama y sendas colas de escape redondas a cada lado de la carrocería en la parte trasera -como cualquier A4 de 6 cilindros, que pasarían a ser cuatro y seña de identidad desde entonces en los “S”, a partir de su sucesor, el B7-.
En el interior, la cosa tampoco iba a más, y los cambios se limitaban a unas molduras de una imitación muy conseguida de fibra de carbono lacada -o si querías optar por algo más elegante, podías sustituirlas por aluminio, un sobrio negro lacado o madera de abedul-; un cuadro de instrumentos con indicadores de agujas blancas e insignia “S4”; y unos formidables y cómodos asientos firmados por Recaro tapizados en tela y cuero, alcántara/cuero o solo cuero, que impedían el movimiento lateral de los ocupantes cuando ibas a ritmo alto.
Su única pega era que reducían -los traseros laterales- el tamaño de la plaza central a la mínima expresión. Una plaza central ya de por sí condicionada por el voluminoso túnel de transmisión.
Aún así, en una época en la que aún no existían los “S-Line”, las diferencias con los A4 eran sutiles, pero existían. Hoy, sin embargo, y gracias a estos paquetes; es realmente difícil distinguir un modelo básico de los S “de verdad”, perdiéndose encanto y exclusividad.
Dinámicamente -y como buen “S”-, tenía un perfecto equilibrio entre prestaciones, comodidad y efectividad. Si buscabas algo un pelín más radical, y no querías salirte de los cuatro aros, debías mirar a los RS (B5). Este S4 permitía trazar curvas a un ritmo que asustaba -tuve la oportunidad de montar repetidas veces en uno y reconozco que llegaba a dar miedo lo rápido que te permitía ir-; volando bajo bien pegado al asfalto incluso con firme deslizante, llegando al subviraje si entrabas a una velocidad desmesurada -cosas de la física, el límite de los neumáticos y el llevar en el morro un pesado ocho cilindros-.
La caja de cambios Tiptronic no era el colmo de la rapidez; pero al menos dejaba algo de diversión en modo manual gracias a las paletas tras el volante -los cambios de doble embrague aún no habían llegado para quedarse-. Si eras muy purista, lo tuyo era el manual. Bien por Audi por dejarnos escoger.
Del Audi S4 (B6) era destacable su calidad de acabados, su aplomo, su comodidad, su alto nivel de insonorización -esto quizás para algunos sea un punto negativo, e influía a la hora de tener una baja sensación de velocidad con el consiguiente peligro para los puntos de tu carné-.
Flaqueaba en otras cosas, como su mediocre habitabilidad en las plazas traseras -mejoraba algo en la cota de altura para el Avant, pero el espacio longitudinal era normalito-, su equipamiento de serie -no estaría mal haber incorporado de serie cosas como el sensor de aparcamiento trasero o el cargador de discos compactos- o su autonomía -un depósito de combustible mayor al de 60 litros que montaba de serie le habría venido de perlas-.
Te separaban de tener este sleeper 59.000 euros de 2003, subiendo en casi 1.500 euros la factura si lo querías en formato Avant y 2.600 euros para ambos si lo deseabas solo con dos pedales -unos 79.000 euros de 2019 para el más barato-.
Hoy en día te puedes hacer con un Audi S4 (B6) en buen estado desde unos 8.500 euros y no demasiados kilómetros -unos 160.000-. Teniendo en cuenta la longevidad de los 8 cilindros, tienen vida para muchos más kilómetros. Su pega: su sed de zumo de dinosaurio -y mejor de 98 octanos-, si no, ya iba rompiendo la hucha…
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Adrián Iniesta
Ingeniero electrónico industrial de profesión y amante de los coches por vocación. Dicen que aprendí a leer con las matrículas de los coches y que con 2 años me conocía todas las marcas y modelos. Cualquier cosa que me discutas sobre coches, te la intentaré rebatir ;)COMENTARIOS