Este vehículo de aspecto agresivo y robusto escondía una máquina más dócil de lo que parece. Ofrecía comodidad, motor potente y suave, un buen comportamiento tanto en campo como en carretera, y unas prestaciones honorables. Hablamos del Nissan Pathfinder 2.5 dCi.
Por diseño no era un vehículo que dejase indiferente a nadie. A causa de sus respetables dimensiones -4.740 mm de largo, 1.850 mm de ancho y 1.763 mm de alto- y de sus agresivos rasgos, a más de uno le hacía volver la cabeza y respetar la distancia de seguridad. Sus angulosas líneas buscaban la atracción que la belleza, dotándole de un aspecto fiero y robusto.
Su enorme paragolpes delantero, que englobaba a la característica calandra de los modelos de la marca y los pilotos antiniebla, se prolongaba hasta formar un conjunto con los aletines delanteros. En el lateral destacaban las grandes aletas, unas llantas de aleación de 17 pulgadas y unas barras en el techo que acentuaban más aún su altura. La zaga se remataba con un paragolpes integrado y un enorme portón. A la versión SE se añadía una calandra cromada y los cristales traseros tintados.
Su diseño interior no tenía nada que ver con los espartanos 4×4 puros y duros; se asemejaba más bien a una berlina familiar, por diseño y materiales, pero con unos asientos más altos
Una vez subidos en el habitáculo encontrábamos unos asientos amplios y cómodos, incluso para cinco personas. Los delanteros sujetaban bien el cuerpo, y el del conductor llevaba todo tipo de reglajes, pero el volante solo contaba con regulación en altura.
Los mandos estaban bien colocados en líneas generales. Con el volante multifunción se podía regular el equipo de sonido, el control de crucero y el navegador (opcional). El extenso equipamiento se completaba con cierre centralizado con mando a distancia, elevalunas y retrovisores eléctricos, climatizador bizona, ordenador de a bordo y brújula digital en el retrovisor interior. Con la terminación SE se añadía el pack plus (navegador con pantalla a color y DVD, equipo de audio con MP3, cámara trasera y apertura con reconocimiento de llave a distancia).
Los pasajeros de la primera y segunda fila no notaban la falta de espacio en ninguna de las tres dimensiones; en la tercera fila será necesario llevar las piernas muy flexionadas, por la gran altura del suelo. La capacidad del maletero oscilaba entre los 190-515-2.091 litros dependiendo de si teníamos desplegadas las tres filas, la tercera fila plegada, o plegadas la segunda y la tercera. Como vemos, no faltaba espacio para cinco pasajeros, o para siete si se hacía alguna escapada cercana sin equipaje. La altura de la plataforma de carga era elevada, y el ángulo de apertura del portón era escasa, un inconveniente para los muy altos.
Para mover esta mole de más de 2.100 kg se optó por un propulsor diésel de cuatro cilindros en posición delantera longitudinal, con una cilindrada de 2.488 cm3, con el bloque de fundición de hierro y la culata en aluminio. La distribución contaba con dos árboles de levas en la culata y 16 válvulas. La alimentación se realizaba por inyección directa por common rail, turbo de geometría variable e intercooler. Era un motor que sorprendía por sus bajos contundentes y su suavidad, subiendo de vueltas sin vibraciones, pero con una contundente rumorosidad.
El motor 2.5 dCi entregaba una potencia máxima de 174 CV a 4.000 RPM y un par máximo de 403 Nm a 2.000 RPM. No resultaba muy ruidoso, predominando los ruidos aerodinámicos y de rodadura a partir de cierta velocidad. El cambio era manual, de seis velocidades, con una palanca larga y unos recorridos también largos, y un tacto típico de TT. La primera es muy corta, adecuada para su uso por el campo, y una sexta bastante larga, muy práctica para reducir consumo por carreteras. También lo hubo automático.
Las prestaciones no eran malas teniendo en cuenta su peso (más de 2.100 kg) y aerodinámica (Cx de 0,38). Alcanzaba los 100 km/h desde parado en poco más de 12 segundos, y su velocidad máxima era de 175 km/h
Sus consumos homologados eran de 11,5/7,6/9 l/100 km en recorrido urbano, extraurbano y mixto, respectivamente. En uso real gastaba 10 l/100 km a 140 km/h de crucero, y en ciudad se mantenía similar al homologado. En lo referente a su comportamiento nos llevamos una sorpresa agradable. Las suspensiones eran lo suficientemente firmes, consiguiendo un buen compromiso entre efectividad y comodidad. Era firme para balancear lo mínimo, sin rebotes y absorbía sin problemas los baches y los rotos del asfalto.
En ciudad se comportaba bastante bien gracias a sus potentes bajos y la facilidad del propulsor para subir de vueltas. No era precisamente el vehículo más adecuado para callejear por su volumen y sus prominentes retrovisores. Resultaba muy útil la cámara de visión trasera para no llevarse pequeñas sorpresas desagradables. En autopista se desenvolvía muy bien; hasta los 140-150 km/h iba de maravilla, a partir de estos registros los ruidos aerodinámicos y de rodadura se volvían molestos y el consumo ascendía apreciablemente.
Transmitía una gran sensación de seguridad, pues no se descolocaba en curvas rápidas, en frenadas en curva ni en badenes. Por carreteras de montaña había que ser comedido, pues se hacían notar pesos e inercias, y los frenos llegaban a sufrir con el uso continuo.
Su comportamiento en el campo se hallaba a medio camino entre los SUV y los todoterreno puros. Contaba con reductora, pero carecía de bloqueo de diferencial trasero, mas lo compensaba con el ESP. Contaba con varias modalidades de tracción: propulsión trasera, 4×4 con reductora, 4×4 fija y 4×4 automática. Por pistas, pasos y vadeos de cierta dificultad se comportaba de forma honorable, con unas cotas de vadeo, salida, ataque y ángulo ventral no adecuadas para pistas muy difíciles. Tanto dirección como amortiguación le daba un buen comportamiento en pistas.
El Nissan Pathfinder era un coche perfecto para aquellos que deseaban un buen comportamiento como 4×4, y un comportamiento realmente bueno en asfalto, con unas prestaciones de primer nivel. Todo ello sin renunciar al espacio y confort de una buena berlina media, salvo alguna cosa.
Aquí os dejo un pequeño video reportaje de manos de Solo Auto 4×4.
Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...Me suena haber leído en diversas pruebas de la época que el motor no destacaba precisamente por sus bajos. Tal vez no fuesen malos per se, pero no tenía la respuesta de los Montero o Land Cruiser. También estos eran de 3 y 3.2 litros respectivamente. A cambio, si resultaba algo más parco en consumos. La suspensión, según me comentaron algiuna vez, era cómoda en casi cualquier situación, pero una vez en campo no era dificil que alguna rueda no pisase el suelo con la suficiente fuerza y que tampoco era tan raro golpear los bajos. Un Montero, también con… Leer más »