El joven Michael Schumacher, sonriente, predice lo que, con la reciente pérdida física de Eddie Jordan, se vuelve a ratificar. Entrañable y carismático, amigo de amigos. Querido. Sin detractores. Los mensajes de despedida de todo el paddock lamentan el paso a la inmortalidad del irlandés, pero al mismo tiempo celebran la vida del hombre que, con su indeleble sonrisa, nunca dejó de esbozar la de los demás.
“Adiós, Sir. Eddie Jordan. Con Jordan, el comienzo de una leyenda”, reza el posteo de la cuenta de X del alemán siete veces campeón mundial, junto a un hashtag que busca esperanza aunque parezca no haberla, según lo difundido por Roger Benoit, amigo íntimo, tras una visita al ex Benetton y Ferrari en 2023. Antes de estas escuderías, Schumacher vistió de Jordan Gran Prix. La foto en cuestión data de 1991, el año que Eddie tuvo como piloto a aquel muchacho de 22 años.
Con ese posteo me he enterado del fallecimiento del fundador y ex jefe de equipo de la escudería predecesora del actual Aston Martin F1 Team. Veremos hasta cuándo la cuenta oficial de los de Silverstone mantienen la portada homenaje. En ella no hay sonrisa, sino un Eddie adentrado en su gran pasión. Creo que hay que estar un poco loco para dar vueltas en un monoplaza a velocidades inusitadas para el resto de los mortales, pero también creo que hay que estarlo para ser el director de la orquesta.
Eddie Jordan: La vida detrás de los muros de la F1
Pero a la locura hay que acompañarla con recursos. El nacido en Dublín en 1948 había acumulado experiencia como piloto en los setenta y a ello le agregó sus dones no adquiridos en el automovilismo, sino puestos al servicio de la etapa que estaba por comenzar del otro lado de los muros. “Con el dinero justo y un segundo hijo en camino, E.J. decidió abandonar su carrera como piloto, argumentando que habría sido egoísta continuar. En cambio, se centró en combinar todas sus habilidades: su instinto de piloto, su capacidad para negociar y su singular capacidad de persuasión”, narró la Fórmula 1 a través de su canal de Youtube en las últimas horas.
Vaya momentos los vividos en el Campeonato Mundial de 1994. Esa temporada, otro joven piloto, debutante un año antes en la máxima categoría de la mano del equipo Jordan, como lo había sido Schumacher tres años atrás, asumió el peso de la larga espera, pues casi una década y media había tenido que esperar Eddie Jordan para registrar los primeros logros en la F1 desde que la fundación de su equipo en 1980 y la participación en las categorías menores. Con 21 años, Rubens Barrichello primero metió al equipo por primera vez en un podio, con un tercer lugar en el Gran Premio del Pacífico, la extinta escala japonesa. Luego, sobre una lluviosa Spa, le hizo obtener la primera pole.
Poco y nada le interesaron al brasileño las composturas en el podio de Okayama. Parecía él el ganador, no Michael, tampoco Senna, que acompañaba en segundo lugar. Nada de formalidades ni correcciones políticas. Un júbilo efusivo saltaba del rostro y las gestualidades del piloto sudamericano, mientras abajo E.J. agitaba los brazos como diciendo “lo hemos obtenido”. Logro individual y sentido de pertenencia, dos atributos complementarios e inherentes que se repitieron cuando los festejos se desataron en Spa, con una sonrisa de Barrichello imposible de esconder.
Eddie Jordan y Rubens Barrichello: Como un padre a un hijo
¿¡Cómo no iba el brasileño a despedir a Eddie Jordan!?. ¿Cómo un piloto podría olvidar su primera pole, su primer podio? Hasta el final de sus días, cada vez que Barrichello viaje a aquellos días de hambre de gloria, recordará al irlandés. Ya lo ha empezado a hacer, de hecho: “El que me dio mi primera oportunidad en la F1, el que se detuvo por todos y al que todos amaron. Ese abrazo en nuestra primera pole…y en nuestro primer podio luego. Atesoraré muchos momentos, querido amigo… Gracias por todo lo que hiciste por la F1, por ir a buscarme al paddock de F3 y F3000″. A veces, es mejor hacer silencio.
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Para el ex driver de Ferrari, Honda y Williams, el entrañable E.J. fue como un padre, más allá de la amistad que los unía. Fue el padre de su carrera y, como tal, algo habrá sembrado en él. Para algún desprevenido, nótese que, cuando hablo del brasileño, hablo de “piloto”, sin el “ex”. Con 52 años, Rubens sigue corriendo. “Lo que vale en este mundo es la competitividad de uno que (tiene) 52, pero que parece de 20 porque gusta demasiado de esto que hace”, dijo en octubre del 2024, en una entrevista publicada en el canal de Flavio Bonavena, ex piloto uruguayo y actual periodista del motor.
Tras la autorreferencia, Barrichello apeló a una palabra para que entendamos por qué sigue corriendo, palabra que considero clave en todo esto: gratitud. En los cuatro minutos de entrevista, jamás mencionó a Jordan, pero dio la sensación de haberlo hecho en determinados pasajes, aún sin pronunciar su nombre. Dio esa sensación cuando habló de su edad, pero todavía más interesante fue cuando, sin que se le pregunte, incluyó en la conversación a su hijo Eduardo. “Él que me enseña y yo que le enseño”. Transferencia de pasión de padre a hijo, tal como Rubinho lo había experimentado junto a Eddie.
De sonrisas propias y ajenas
“Durante décadas siempre trajo una sonrisa a todo el paddock”, publicó Flavio Briatore en sus redes sociales. “Gracias por todas las risas a lo largo de los años”, fueron las palabras de Valtteri Bottas. “Estoy profundamente agradecido por su apoyo. Muchos extrañarán su sonrisa”, compartió el japonés Takuma Sato, otro debutante con Jordan. “Con su energía inagotable supo siempre hacer sonreír a la gente, manteniéndose auténtico y brillante en todo momento”, expresó el dirigente italiano Stefano Domenicali, ex CEO de Lamborghini. “Un fiel amigo de sus amigos”, sentenció Carlos Sainz. La palabra se repite, es algo inevitable.
Y en sintonía con estos testimonios fue la despedida de Rubens Barrichello, que sabe decir entre líneas. El brasileño, 32 años después de su debut, fue uno de los pocos que, en sus palabras, no habló de “sonrisas” ni de “sonreír” ni de carisma. Como habrán notado en el vídeo de su posteo, dejó que el propio E.J. la emitiera por su cuenta. Bien podría ser el título de esta entrega sonrisas propias y ajenas en la F1, pero estaría de más el agregado al final.
Perdonen si en este artículo a corazón abierto no me ocupé de repasar el historial de Eddie Jordan tanto como piloto como fundador y jefe de equipo. No quiero que se me malinterprete. Nada más alejado de la realidad creer que, por poner el foco en lo que ha dejado con su personalidad del hombre convertido ahora en leyenda, se está dando a entender que no hay mucho que decir en cuanto a éxitos deportivos, que vaya si los tuvo abriendo puertas, generando oportunidades y construyendo legados. Esto iba más allá de una carrera ganada o un título obtenido. Todos los protagonistas lo entendieron a la perfección. Barrichello, mejor que nadie.
Mauro Blanco
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