Para sustituir al Tipo, Fiat optó por seguir la moda que se había ido imponiendo entre los japoneses de distinguir claramente las versiones de tres y cinco puertas, tanto por forma como por tamaño. Lo habíamos visto antes en los Nissan Sunny o Mazda 323, e incluso en sus primos de Alfa Romeo pocos meses antes con la llegada de los 145 y 146. De esta forma, el Bravo sería la variante juvenil y deportiva, mientras que el Fiat Brava que nos ocupa hoy se convertiría en la opción de corte familiar más versátil.
Bravo y Brava se presentaron a comienzos de verano de 1995. Utilizaban la misma plataforma del Tipo, pero envueltos en una carrocería que dejaba atrás las líneas angulosas a favor de curvas suaves tan de moda en modelos orientales
Eran distintos a partir del pilar B, y más allá de la luneta trasera más tendida del Brava, lo más llamativo residía en la diferenciación de los grupos ópticos, siendo en el modelo de cinco puertas uno de sus rasgos más característicos, al contar con tres franjas de luces separadas por la chapa de la carrocería.
Otro elemento distintivo resultaba la tercera luz de freno alargada y sobre la misma chapa, aunque era más estética que funcional, puesto que prácticamente quedaba a la misma altura que las otras. Con una longitud total de 4,19 metros, el Brava era 16 centímetros más largo que su hermano de tres puertas, así como 2 centímetros más estrecho.
Se posicionaba por tanto como uno de los compactos más grandes de la categoría, pero más allá del tamaño el Brava destacaba por su acusada personalidad a pesar de que en su vista lateral recordaba al Mazda 323F por la forma tendida de su luna trasera, casi de aspecto coupé, no tan acusada en el Fiat por su frontal menos afilado. Pero como decía, lo más original residía en la vista de su zaga, y esto, como casi siempre que se arriesga en exceso, irá por gustos.
El interior del Brava no dejaba menos indiferente. En el salpicadero se repetían las formas suaves y redondeadas con una consola central voluminosa en la que se agrupaban las salidas de ventilación, mandos de climatización y un radiocasete integrado, un elemento casi inédito.
Por debajo quedaban el cenicero y el encendedor separados entre sí con sendas tapas. Resultaba curiosa la forma del salpicadero frente al acompañante con un enorme hueco no demasiado útil pensado para alojar el airbag del acompañante opcional.
Frente al conductor hallábamos una instrumentación sencilla y diferente a la del Bravo. Estaba presidida por dos grandes semiesferas que alojaban el velocímetro y cuentavueltas, muy visibles ambos. En cuanto a los asientos, era quizá uno de los aspectos más criticables del Brava debido a unas formas un tanto extrañas.
Tenían una banqueta corta que se iba estrechando a la altura de las caderas, por lo que no resultaba apta para todas las tallas y además no sujetaban demasiado. Detrás encontrábamos un buen espacio en todas las cotas, aunque por el diseño del asiento estaba especialmente concebido para dos a pesar de contar con tres reposacabezas. Muy bien integrados sin restar demasiada visibilidad, por cierto.
El Fiat Brava ofrecía lo que se esperaba de un compacto, aunque sin destacar especialmente en ningún apartado
Como decía más arriba, la plataforma era la misma que la del Tipo, aunque revisada y con motores puestos al día. Se introdujeron algunos de los novedosos bloques modulares. El acceso lo formaba un 1.4 de 12 válvulas con 80 CV. El 1.6 equipaba ahora doble árbol y culata multiválvula para entregar 103 CV de potencia. El 1.8 se tomó del Barchetta pero sin admisión variable, para quedarse en 113 CV. El Brava no contó con el 2.0 de cinco cilindros del Bravo HGT.
Por su parte, el mercado diésel se cubrió en un principio con el 1.9 D atmosférico de 65 CV, complementado meses después con dos versiones turboalimentadas de 75 y 100 CV antes de la llegada de los JTD. En ningún caso podía decirse que fuesen motores de rendimiento excelente, aunque al menos el TD 100 destacaba por prestaciones frente a la competencia, pero consumía en consonancia.
Un detalle curioso fue que en el Bravo este motor se combinó con el acabado más alto GT siendo, junto con el Volkswagen Golf GT TDI, uno de los primeros diésel asociados a terminaciones de cierto empaque. Sin embargo, en el Brava se relegó a los acabados más básicos.
Eran tres los niveles ofrecidos en la gama Brava: S, SX y ELX. Como era habitual en la época, el básico se distinguía por sus paragolpes de plástico negro sin pintar. Los elevalunas eléctricos eran opcionales, e incluso la dirección asistida se pagaba aparte en el 1.4. El airbag del conductor solo era de serie en el ELX, mientras que aire acondicionado, ABS o asiento trasero partido eran opcionales en todos los Brava.
Los precios oficiales se asemejaban a los de sus rivales directos. Frente a ellos, el Fiat Brava destacaba por ofrecer un diseño original, un poco más de espacio y algo más de volumen de maletero (380 litros) que la media en el segmento. Ni él ni su hermano el Bravo tuvieron una mala acogida en nuestro país. Ambos fueron sustituidos por el Stilo y este fue otro cantar, pues ya sabemos que ha sido uno de esos fracasos comerciales que aparecen en todas las listas.
Calcula cuánto cuesta asegurar un Fiat Brava con nuestro comparador de seguros.
Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.Yo tuve el Bravo en su acabado S, pero con extras del acabado GT (asientos del GT, doble airbag, aire acondicionado, elevalunas eléctricos, cierre centralizado…), y es un coche que solo me dio alegrías en los años que lo tuve. La única avería grave que me obligo a no usar el coche fue el día que se me rompió el Rele de la intermitencia, y a que los 2 años (el coche no era nuevo, ya tenia unos 6 años y la anterior dueña solo uso el coche en ciudad) me toco hacerle puesta a punto al 1.9 TD para… Leer más »