El Volkswagen Polo de tercera generación (6N) estuvo siempre a la sombra de su primo, el SEAT Ibiza (6K), en cuanto a opciones mecánicas. Quedábase relegado a motores poco potentes que cubrían, no obstante, gran parte del mercado de los utilitarios. La aparición del Skoda Fabia (6Y) para compartir en el mismo segmento complicó las cosas, así que hasta la llegada de una generación completamente nueva, los de Wolfsburgo decidieron darle un profundo lavado de cara en 1999 que potenciaba su calidad y posibilidades de equipamiento frente a los otros.
El Polo actualizado (6N2) sufrió muchos más cambios de los que parecía a simple vista al acercarse a su carrocería. En ella las principales modificaciones se centraban en un frontal con nuevos faros, paragolpes y calandra. En la zaga los grupos ópticos estaban recubiertos de una carcasa roja y la matrícula pasó al paragolpes liberando un gran espacio de chapa en el portón disimulado en parte por un logo más grande. La grafía de su nombre era también distinta y el conjunto le asemejaba al pequeño Lupo.
Sin embargo, los cambios en la carrocería no eran solo cosméticos, sino estructurales, como el aumento de la anchura de la vía delantera en 20 mm, nuevos soportes de la amortiguación o el refuerzo en los pilares A y C que incrementaban su rigidez en nada menos que un 30 %. El bastidor fue totalmente galvanizado y se incorporaron frenos de disco en las cuatro ruedas en los modelos con 75 o más caballos. En definitiva, según Volkswagen el 70 % de las piezas eran nuevas.
En el habitáculo las modificaciones parecían hacernos pensar que nos encontrábamos ante una generación totalmente inédita, pues el salpicadero cambiaba radicalmente de aspecto frente al anterior Polo. Inspirado de nuevo en el Lupo, se apostaba por un diseño más moderno con especial énfasis en los ajustes y calidad de los materiales con zonas de plásticos de tacto blando y aspecto sólido.
La parte superior albergaba el equipo de audio y un ingenioso portabebidas escamoteable, mientras que debajo quedaban los mandos para la climatización con la posibilidad de equipar en opción climatizador automático. Tras el volante, de nueva factura, nos topábamos con una instrumentación enteramente renovada con inspiración Golf al contar con fondo azul y junquillos de las esferas en tono metálico que le otorgaban un aspecto moderno y más deportivo.
En cuanto a la gama mecánica, había también novedades, si bien se mantenían algunos de los motores del anterior Polo como el 1.0 o los 1.4, tanto con culata de 8 válvulas y 60 CV como los 16v de 75 o 100 CV. Era primicia el Polo 1.6 GTI del que ya os hablamos, un pequeño y caro aspirante a hot hatch. Por su parte, el anterior diésel atmosférico dio paso al SDI de inyección directa conocido en el Ibiza, aunque aquí con 64 CV. Por último, la novedad más importante por lo que suponía en ventas frente al residual GTI era el TDI 1.4 y tres cilindros con 75 CV.
Un motor con luces y sombras que destacaba por encima de cualquier otra variable por su fantástico equilibrio entre prestaciones y consumos. A pesar de su relativamente baja potencia, no se amedrentaba frente a los más rápidos del segmento: los Ibiza 1.9 TDI y 206 2.0 HDi, ambos con 90 CV. Con un generoso par de 195 Nm, alcanzaba 170 km/h de velocidad máxima con una aceleración de 0 a 100 km/h en 12,9 segundos, una décima más que el francés. Donde nadie le hacía sombra era en consumos, con una media de 4,4 litros en ciclo mixto, muy por debajo de los 5 l/100 km del Ibiza o 5,3 l/100 km del 206.
Pero como decía, el nuevo motor del Polo tenía también alguna sombra y esta no era más que su concepción de tres cilindros con todo lo que aquello suponía en cuanto a vibraciones o sonoridad. Además de su peculiar silbido, la rumorosidad le alejaba de la suavidad de un HDi o de cualquier otro motor con cuatro cilindros a pesar del eje de equilibrado con contrapesos que montaba Volkswagen. Esa aspereza se acompañaba de la brusquedad con la que “entraba” el turbo, resultando un tanto pobre de fuerza a bajas revoluciones a pesar de contar con una presión de inyección especialmente alta, de 2.000 bares, gracias al sistema PD o inyector-bomba.
El confort no era pues su mayor aliado, unido a la puesta a punto de su bastidor con suspensiones algo duras para contrarrestar el nerviosísimo que proporcionaba su corta distancia entre ejes de 2,4 metros, por lo que el Polo adolecía de la falta de aplomo que sí tenían otros utilitarios algo más grandes. Porque pese al nuevo lavado de cara, el utilitario de Volkswagen seguía estando entre los pequeños del segmento con sus 3,74 metros de longitud, ya que, además de los modelos citados, coches como el Corsa o el Fiesta superaban igualmente los 3,8 metros.
En el reparto de espacios el que salía mal parado era el maletero, con una capacidad de 245 litros y unas formas en las que predominaba la altura frente al fondo hasta el respaldo de los asientos traseros. Aquí no quedaba en mal lugar para albergar a dos adultos y, además, destacaba por el generoso espacio para las cabezas gracias a las formas de su carrocería, donde la línea del techo no descendía como en otros modelos.
Hablar de un Volkswagen en términos económicos significaba asumir que costaría más que modelos equivalentes de marcas generalistas y este Polo TDI no era una excepción. Con una tarifa base de 13.000 euros (19.400 euros añadiendo inflación), resultaba apreciablemente más caro que utilitarios con motor diésel y turbo con potencias similares (Fiesta, Corsa o Clio) y prácticamente lo mismo que un Fabia de 100 CV o el 206 de 90 CV. Dentro de la propia gama su tarifa era similar a la del gasolina con 100 CV y 1.300 euros más caro que el SDI, que no podía llevar aire acondicionado ni como opción.
En el TDI había que tirar de equipamiento opcional para dejarlo medianamente decente incorporando, por ejemplo, el mando para el cierre centralizado, antinieblas, llantas de aleación, radiocasete o espejos eléctricos, así como el imprescindible aire acondicionado y el cada vez más demandado ABS.
Salvando este escollo teníamos un coche de bajo consumo, bien hecho en cuanto a materiales y con ese halo que planeaba ya sobre Volkswagen distanciándole en la mente de muchos de los modelos generalistas, tal vez algo así como un coche «pijo» con una buena dosis de ziritione.
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Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.COMENTARIOS