Como todos los productos salidos del lápiz de Pininfarina, el Peugeot 504 Coupé es otro estilo de elegancia materializada, ofreciendo la posibilidad de disfrutarlo también en carrocería descapotable, el Peugeot 504 Cabrio. Estas variantes deportivas salieron al mercado en 1969 y se mantuvieron hasta 1983, llegando a brillar incluso en competición, consiguiendo la victoria de una etapa en el Rally Safari de Kenia de 1981.
El secreto de su éxito era la sencillez de sus líneas maestras, consiguiendo al mismo tiempo un gran equilibrio y elegancia
Algo que encantaba a los probadores de la época en particular, y a sus dueños en general, era su extraordinario comportamiento dinámico en carretera. Esto era gracias a su particular esquema de propulsión, pues llevaba propulsión trasera, en la que el eje trasero se unía al bastidor solamente mediante el árbol de transmisión y los muelles de la suspensión.
El tacto del cambio era excelente, aunque los desarrollos del mismo resultaban muy abiertos, lo que unido a la escasa potencia del motor no ofrecía unas prestaciones precisamente deportivas. Tampoco gustaba en demasía el sobrio diseño del cuadro de instrumentos, con una carencia importante como el cuentarrevoluciones, su escasa protección frente a la corrosión o su elevado peso (para la época), alrededor de los 1.200 kg.
A nivel estético bebía de dos fuentes, dependiendo de donde pusiésemos la vista. Si observamos el frontal y la zaga se veía claramente la influencia del coupé más admirado de la época, el Ford Mustang, con sus cuatro faros rectangulares en el frontal o los grupos de pilotos traseros triples, elemento de diseño presente en todas las versiones del coupé estadounidense. Visto de perfil recordaba al Alfa Romeo Giulia Coupé.
A pesar de unas ventas relativamente discretas, del orden de las 30.000 unidades, su influencia estilística ha sido muy notable en diferentes modelos del fabricante galo, poniendo como motor de muestra el e-Legend Concept, presentado en el Salón del Automóvil de Paris de 2018. Sin ir más lejos, los pilotos traseros de los modelos más recientes de Peugeot en forma de garra de león provienen de los triples pilotos traseros de la primera generación.
Más que un coupé deportivo al uso, su espíritu se acercaba más al concepto Gran Turismo y de vehículos pensados para disfrutar el cielo despejado de los parajes de la Costa Azul, por citar un ejemplo. La accesibilidad era buena, al menos en las plazas delanteras, siendo más cómodo entrar detrás en el coupé que en el cabrio. Los asientos delanteros se regulaban con facilidad, aunque carecían de reposacabezas.
Las mecánicas eran las mismas que la de la berlina 504, con dos motores de gasolina 1.8 y 2.0, con potencias respectivas de 90-97 CV y 104 CV. No eran unos motores prodigiosos por innovaciones tecnológicas, pero a cambio resultaban muy fiables y robustos, aunque con un sistema de inyección mecánica de combustible que suponían un auténtico quebradero de cabeza para los mecánicos por lo complejo de su reglaje.
Sus motores no podían competir en respuesta frente a los italianos, mucho más agradables y con una mayor facilidad para subir de vueltas
Este problema se subsanó en su primera actualización de 1974, con nuevos motores y diseños interiores, perdiendo a cambio la pureza y originalidad de su diseño inicial. Es por esta última razón por la cual las unidades de la primera generación están más cotizadas que las de la segunda.
Su suspensión era independiente en ambos ejes, con muelles helicoidales, amortiguadores telescópicos y barra estabilizadora en ambos ejes. Resultaba más dura que la de la berlina, pero no resultaba incómoda. La reducción de la batalla en 190 mm respecto a la berlina no perjudicaba a su comportamiento. Tanto las curvas cerradas como las abiertas las enfilaba marcando la trayectoria fielmente, sin apenas afectarle la condición del firme, la lluvia o el viento. La estabilidad en línea recta era muy buena y la dirección era ligera y directa, resultando un coche más manejable y menos pesado que la berlina.
Con el motor 1.8 de inyección mecánica la velocidad máxima variaba entre los 160 y 170 km/h, dependiendo de la carrocería, cabrio o coupé. Con unos desarrollos largos le costaba alcanzar la velocidad máxima en cuarta, pero la mantenía sin mayores problemas, aunque al más mínimo repecho era necesario reducir a tercera. El salto entre segunda y tercera también era grande, lo que obligaba a jugar y estirar ambas marchas para mantener un buen ritmo.
Las prestaciones con el motor 2.0 eran lógicamente mejores, con una velocidad máxima de 178 km/h y 11 segundos en el registro de 0 a 100 km/h, y unos valores de recuperaciones en tercera y cuarta de 80 a 120 km/h de 9,2 y 11,5 segundos, respectivamente. Estos valores son referidos con la carrocería cabrio. La segunda generación aparecida en 1974 mantenía los trazos básicos de la primera, pero la realidad es que su aspecto cambió sustancialmente agrupando los faros dobles en un único vidrio y, sobre todo perdió los característicos triples pilotos traseros muy similares a los de Alfa Romeo Giulia 2000 GTV.
A mediados de los 70 continuó perdiendo su exclusividad sustituyendo los bonitos parachoques cromados por otros más prácticos pero más vulgares realizados en plástico. Se actualizó el tablero de instrumentos añadiendo un cuentavueltas y se sustituyeron los asientos, el volante y la consola central por otros más novedosos y de mejor calidad.
Lo más novedoso de la última edición (1979) se encontraba bajo el capó, con la introducción de un V6 con 136 CV, acallando las críticas de aquellos que decían que andaba escaso de potencia
La mejora fue muy sustancial, pues no solo contaba con una mecánica a la altura de un supuesto coupé deportivo, sino que además estaba dotado con la finura propia de un V6. Con la sustitución de la inyección mecánica por un sistema de inyección electrónica se consiguió aumentar la potencia hasta los 144 CV.
Este motor se conocía como PVR (Peugeot-Volvo-Renault) ya que los tres fabricantes colaboraron en su desarrollo y de esta forma repartían los costos, ya que de otra manera seria imposible asumir por un único fabricante. Con casi 2,7 litros de cilindrada (2.664 cm3) formando una V de 90 grados para rebajar la altura del capó y su orden de encendido específico ofrecía un sonido peculiar y característico, con una entrega agradable, suave y refinada.
La incorporación de este V6 y otros elementos supusieron engordar en la báscula unos 100 kg más, asumibles para el motor y para sus cuatro frenos de disco. Este motor llegó al famosísimo DeLorean DMC-12. Los 136 CV iniciales los entregaba a 5.750 RPM, con un par motor máximo de 207 Nm a 3.500 RPM.
Los caballos se transmitían al eje trasero mediante una caja de cambios manual de cuatro velocidades, y le procuraban unas prestaciones muy interesantes. Su velocidad máxima rozaba los 190 km/h y bajaba de los 10 segundos para alcanzar los 100 km/h desde parado; recorría los 1.000 metros también desde parado en 31 segundos. A la hora de recuperar tardaba 6,5 y 9,7 segundos para pasar de 80 a 120 km/h en tercera y en cuarta, respectivamente.
Aunque esta nueva mecánica le venía como un anillo al dedo y las mejoras interiores eran notables, los cambios exteriores desvirtuaron su diseño inicial, perdiendo originalidad y frescura, siendo más valorada por los puristas la primera generación de este interesante coupé/cabrio francés.
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Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...COMENTARIOS