¿Qué tienen en común un Opel Zafira de primera generación y un Nissan Juke? Nada. ¿Y el Opel Zafira OPC (A) con el Nissan Juke Nismo? Tampoco nada, objetivamente hablando, aunque analizándolos por separado -teniendo en cuenta lo que representaron en sus respectivos segmentos- podría extraer dos aspectos. El primero es que fuesen dos coches carentes de toda lógica; y el segundo, dos intentos de llevar al extremo modelos exitosos pertenecientes a dos segmentos muy distintos, pero que, cada uno en su momento, cosechaban de un enorme éxito.
Quizá fuese aquel el motivo que llevó a los ingenieros de Opel a lanzar una versión OPC de su monovolumen compacto. El Zafira había nacido en el año 1999 con el mérito de ser el primer monovolumen compacto de siete plazas, contando además con la característica de que sus asientos se ocultaban bajo el piso. Apenas unos centímetros más largo que un Xsara Picasso, de sus 4,32 metros se extrajo suficiente espacio para siete ocupantes con un diseño sin estridencias, pues parecía un monoespacio de mayor tamaño del estilo Alhambra o Espace, pero comprimido.
En unos años se vio acompañado por algunos rivales que verían el tirón en ese tipo de vehículos, siendo Toyota con el Corolla Verso o Volkswagen con el Touran de los primeros en unírsele. Ante el éxito, la moda, y el tirón de los monovolúmenes, se decidió que no estaría de más ofrecer una versión de altas prestaciones. En esto no fue el pionero, pues existían monovolúmenes de mayor tamaño más potentes como los Sharan V6 o C8 V6 con 204 y 208 CV respectivamente. Lo verdaderamente rompedor fue su talante deportivo, y ahí el Zafira OPC no tenía rival.
Tomando como base el bloque 2.0 Turbo del Astra Coupé, el Zafira erogaba 192 CV de potencia -dos caballos más que el Astra-, que le catapultaban hasta los 220 km/h, consiguiendo alcanzar los 100 km/h desde parado en 8,2 segundos. Eran cifras de las que pocos coches de talante familiar y tarifas semejantes podían presumir, por lo que lo más similar, y salvando las distancias, era un Skoda Octavia Combi RS.
Apellidarse OPC (de Opel Performance Centre) no significaba sólo colocar un bloque potente bajo el capó, sino que debía presumir de una estética acorde. Aunque no era la única opción, destacaba el exclusivo color Azul Ardenas limitado a las versiones OPC. Luego estaban los paragolpes diferenciados o las llantas de 17 pulgadas para coronar una imagen que dejaba clara que se trataba de un monovolumen muy especial.
En el interior se recibieron menos cambios, por desgracia. Digo por desgracia porque la postura de conducción de la primera generación del Zafira nunca fue su mayor virtud debido a que la palanca de cambios quedaba algo alejada del alcance de la mano, lo cual no resulta lo más ideal para una conducción deportiva. Además, el tacto del cambio era errático y algo tosco, por lo que de poco servía que se le adornara con un deportivo pomo metálico más estético que práctico.
Al menos sí que se introdujeron los siempre magníficos asientos Recaro con extensión de banqueta que de serie eran de tela y piel, siendo el cuero total una de las opciones. Incomprensiblemente el climatizador automático no era una de ellas, por lo que había que conformarse con el aire acondicionado de toda la vida. Un volante similar al del Astra Turbo y la instrumentación con fondo blanco completaban la atmósfera racing.
El Zafira OPC no tenía rivales, pues no existían coches con esa practicidad capaces de llevar a siete ocupantes a un ritmo tan endiabladamente rápido
De lo que sí se le dotó fue del control de estabilidad, elemento no muy extendido por entonces y que en ese momento era privativo de la versión OPC en la gama Zafira. El ESP condicionaba mucho el comportamiento general de este monovolumen, que debía luchar con los kilos y con un centro de gravedad más elevado. La solución fue dotarle de muelles y amortiguadores más firmes que controlaran los balanceos de la carrocería sin repercutir demasiado negativamente en el confort de los ocupantes siempre y cuando el firme estuviera en buen estado, pues de lo contrario las suspensiones se las veían para filtrar los baches o las irregularidades del asfalto.
A pesar de que casi todo pareciesen aspectos positivos, el Zafira OPC pasó casi inadvertido en un mercado en el que los diésel ya se habían afianzado y en el que los aficionados a la gasolina no veían en un monovolumen el mejor aliado para disfrutar al volante por mucha capacidad de empuje que encontrasen al pisar el acelerador. Siempre ha habido simbiosis sin demasiado sentido, pero en Opel no lo creyeron y lanzarían una segunda generación del Zafira OPC (B), así como otra del Meriva. Lo raro fue que no lo intentaran con el Mokka, y no me crucifiquéis porque en mi opinión no era muy descabellado, ya que ahí está el Juke Nismo con el que comenzaba este artículo.
Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.COMENTARIOS