Con la llegada de modelos como el Soul, el Niro o el reciente Stinger, parece que Kia ha querido dejar patente que quería competir en algunos segmentos minoritarios o incluso de nicho. Esto no es algo reciente gracias a su agresivo plan de expansión cubriendo junto con Hyundai prácticamente la totalidad del mercado. En su historia reciente entre las dos podemos incluir modelos pintorescos como los Veloster, Genesis, Opirus… y el Kia Sportage 3 puertas o Convertible.
Es una rareza poco vista en nuestras carreteras porque cuando fue lanzado, la marca coreana no era ni la mitad de popular y apreciada que es ahora. Sin embargo, ellos sí que vieron una oportunidad de cubrir un hueco en una categoría que contaba cada vez con más adictos. Sin entrar en polémicas de quién fue el precursor, mencionaría el solitario Suzuki Vitara hasta la oleada de coches tales como el RAV4, Montero iO o HR-V.
Ante ellos se presentó la versión corta de un Sportage que había sido una de las cartas de presentación de la marca cuando fue lanzada a nuestro mercado a mediados de los noventa. Los todoterreno asequibles estaban de moda, y pocos había tan económicos como aquel modesto Kia que escalaba con rapidez en el ranking de ventas.
El 3 puertas jugaba con la estética y un aspecto desenfadado que respaldaba su techo de lona o el opcional hard top de fibra. Iba dirigido al público joven que buscaba diferenciarse con un coche del tamaño de un Ibiza que les servía gracias a su tracción total para hacer escapadas al campo, subir a esquiar o presumir de un coche que podría sacarles de una duna en la playa.
Por dentro, sin embargo, se convertía en un coche sobrio y aburrido en el que se echaba de menos alguna nota de color. Para su ajustado precio contaba con una calidad aceptable, aunque un equipamiento de serie algo justo que requería tirar de opciones para poder montar los airbags, ABS o el aire acondicionado. Estaba en la línea de un Suzuki Vitara básico de 76 CV, pero este Kia prometía ¡128 CV!
Y es que el motor era otro de sus atractivos: un bloque de 2 litros de gasolina que movía con soltura sus 1.400 kilos, consiguiendo una velocidad máxima con la que sus rivales no podían competir. Lástima que estuviese lastrado por unos larguísimos desarrollos de su cambio de cinco velocidades que penalizaban las recuperaciones en carretera, mediciones en las que cualquier modelo similar menos potente le superaba. El consumo tampoco era una de sus virtudes, con medias en ámbito urbano y extraurbano de 14,6 y 9 litros/100 km, respectivamente.
Para las escapadas al campo contaba con su contenida distancia entre ejes y cortos voladizos para desenvolverse, si bien los recorridos de la suspensión estaban más enfocados para un uso sobre asfalto consiguiendo en vías rápidas un alto grado de confort. La tracción 4×4 y la posibilidad de conectar la reductora le permitían salir airoso de zonas abruptas por las que hoy ninguno nos atreveríamos a sobrepasar con un Stonic, quizá el heredero difuminado de aquel pequeño gran desconocido.
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Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.Tenía un notable atractivo, sobre todo por la exclusividad dada por lo dificil que era cruzarse con otro, a diferencia de los Vitara, que eran legión.
Tal vez de haber montado el motor diesel hubiesen vendido algo más…