El Ford GT90 fue uno de los muchos concept car que no llegaron a materializarse en un vehículo de serie. Se consideraba un prototipo de alto rendimiento desarrollado y fabricado por Ford Motor Company en la factoría situada en la ciudad de Dearborn (Michigan, Estados Unidos). Se presentó en el Salón del Automóvil de Detroit de 1995.
Este coupé de dos puertas con motor central trasero se diseñó con la idea de ser el sucesor espiritual del Ford GT40 -ganador de las 24 Horas de Le Mans de forma consecutiva de 1966 a 1969, un némesis para Ferrari, su eterno rival-, del que tomó algunas líneas de diseño, como las puertas que mordían parte del techo, y poco más. Su proyecto, desarrollo y construcción se llevó en secreto con un pequeño grupo de ingenieros en tan solo seis meses, con un desembolso de tres millones de dólares.
Lo más característico de su diseño es que fue el primer modelo de la marca del óvalo en mostrar la naciente filosofía de diseño New Edge, con las conocidas aristas y ángulos afilados, inspirados en aviones de caza. Los triángulos y los cuadrados mostraban un conjunto de formas contundentes y líneas agresivas.
De esta tendencia tenemos modelos tan conocidos como el Ford Focus de primera generación, el primer Ka, el Puma no-SUV o el Cougar. El habitáculo estaba cubierto por una especie de cúpula realizada en vidrio laminado que ofrecía al conductor la misma visión perimetral de un avión de caza. No menos espectacular resultaba su zaga, con un alerón activo y un cuádruple tubo de escape orientados como un triángulo isósceles.
Su chasis era un monocasco de aluminio con sección de panal de abeja y refuerzos de acero para aumentar su rigidez torsional, mientras que la carrocería que lo vestía estaba realizada en paneles de fibra de carbono. En cuanto a sus dimensiones, su longitud era de 4.470 mm, junto a una anchura de 1.963 mm y una altura de 1.140 mm, con una batalla de 2.946 mm. En báscula marcaba 1.451 kg.
Lo más característico de su diseño es que fue el primer modelo de la marca del óvalo en mostrar la naciente filosofía de diseño New Edge
En cuanto a su mecánica, se optó por un potente V12 de 5,9 litros (5.927 cm3). Llevaba doble árbol de levas en cabeza (DOHC) y cuatro válvulas por cilindro. Estaba sobrealimentado con cuatro turbocompresores Garret T2, generando una potencia máxima estimada de 720 CV a 6.600 RPM y 895 Nm de par máximo. Este propulsor era capaz de generar 400 CV sin los turbocompresores.
La arquitectura de este V12 se basó en la familia de motores modulares de Ford con la V a 90o, concretamente en el V8 de 4,6 litros utilizados por Lincoln, al que se le quitaron dos cilindros -quedando un V6- y uniendo posteriormente dos de estos bloques para formar un único bloque V12 en fundición de hierro.
Era un motor de carrera corta (90,2×77,3 mm de diámetro y carrera), lo que presuponía una gran facilidad para subir de vueltas. Ford aportó los pistones y las válvulas, mientras que Roush fabricó el árbol de levas y el cigüeñal, que además se encargó de ensamblar el motor en su totalidad. Se utilizó un Lincoln Town Car como mula de pruebas.
Su motor V12 procedía de la unión de dos bloques V6 procedentes de dos bloques modulares V8 de Ford al que se le quitaron dos cilindros. Entregaba 720 CV gracias a sus cuatro turbocompresores. Sin ellos desarrollaría 400 CV, casi 70 CV/L
La potencia se trasladaba a las ruedas traseras mediante una transmisión manual de cinco velocidades desarrollada de forma conjunta por Ricardo y FF Developments. Esta transmisión se tomó prestada del Jaguar XJ220, al igual que la suspensión y una versión alargada del chasis. No era nada extraño, teniendo en cuenta que Jaguar era propiedad de Ford por entonces.
Este V12 generaba tanto calor que se tuvieron que utilizar baldosas cerámicas -similares a la de los transbordadores espaciales- para aislar los escapes de los paneles de la carrocería y evitar que se deformasen o se dañasen, así como otros elementos del coche.
Su potencia y su espectacular aerodinámica lo convirtieron en un automóvil extremadamente veloz. Según datos oficiales de Ford, alcanzaba una velocidad máxima de 379 km/h, aunque en pruebas realizadas superaba los 400 km/h. Sus aceleraciones eran brutales, alcanzando los 100 km/h desde parado en 3 segundos y los 200 km/h en 6,2 segundos.
También se hizo famoso por ser protagonista en más de un videojuego de los 90, como el mítico “The Need For Speed II”. Uno de los pocos mortales afortunados que pudieron conducirlo -más bien pilotarlo- fue Jeremy Clarkson, que lo probó para el programa Top Gear en 1996, declarando al respecto: “Es el cielo en la tierra. Podría convertirse en el coche más fascinante hecho jamás”.
Oficialmente iba a ser el sucesor de los Ford GT40 y GT70, pero se canceló el plan de producción. El verdadero sucesor fue el Ford GT, presentado en 2005.
Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...COMENTARIOS