Allá por febrero de 2021, el CEO de Audi, Markus Duesmann, dijo que un Audi R8 eléctrico podría tener sentido. Cuatro años después de cancelar la producción del Audi R8 e-tron, del que se fabricaron menos de 100 unidades, dicen que un Audi R8 eléctrico podría tener sentido… poco después, en marzo del mismo año, la firma de los cuatro aros anunciaba que abandonaba el desarrollo de motores de combustión interna y lo apostaba todo por la electricidad. Curiosamente, también ese mismo año, pero ya en el mes de septiembre, la directora de marketing, Linda Kurz, confirmó a la revista Roadshow que la próxima generación sería eléctrica.
Llegamos al año 2023 y tenemos que decir adiós al deportivo de Audi, un coche que se ha convertido en un icono de la marca y que, por el momento, no tendrá reemplazo. No obstante, lo que es seguro es que ese reemplazo, de llegar, será totalmente eléctrico y eso nos hace recordar aquel Audi R8 e-tron que se retiró del mercado por su poquísima repercusión en ventas. Pero claro, hay que entender la situación de aquel entonces y la de ahora, pues allá por 2016, el Audi R8 e-tron era una auténtica rareza, que se puso en circulación a modo de laboratorio rodante al precio de, nada más y nada menos, que un millón de euros.
Audi presentó el R8 e-tron en el año 2012 y anunció que sería producido, pero sin llegar a anunciar número de unidades, para luego, desdecirse afirmando que finalmente no llegaría a producción. Sin embargo, finalmente si se vendió, aunque sobre la segunda generación del modelo, bajo pedido y a un precio, como hemos visto, disparatado. Sin embargo, es curioso comprobar que los datos técnicos del Audi R8 e-tron son plenamente actuales, aunque eso sí, los datos de la versión de producción. El concept car, que en teoría no saldría a producción, se quedaba algo corto.
Concretamente, el prototipo tenía dos motores eléctricos de 190 CV y 410 Nm cada uno, montados en cada eje. En total, eran 380 CV, pocos hoy día y en aquellos años, al compararlo con las versiones de motores de combustión –el V8 4.2 rendía 420 CV–. LA versión que acabó en el mercado, solo bajo pedido, tenía un total de 462 CV y 920 Nm de par, extraídos igualmente de dos motores eléctricos. La energía se almacenaba en una batería de 92 kWh, que prometía 450 kilómetros de autonomía, aunque era una cifra que no estaba homologada según el ciclo WLTP; sino el nefasto NEDC, así que posiblemente serían unos cuantos kilómetros menos.
Las prestaciones no estaban mal, con un 0 a 100 km/h en 3,9 segundos y una velocidad máxima, limitada, de 250 km/h. Limitar la velocidad de los eléctricos suele estar, por lo general, limitada, para no agotar la batería demasiado rápido.
Estéticamente, como ocurre con todos los eléctricos, tenía pequeñas diferencias que dejaban clara su condición de coche eléctrico. La calandra era ciega, al iguala que algunas entradas y salidas de aire de la carrocería, que se mantenían mediante adornos para que la imagen del modelo siguiera hermanada con el reto de versiones. Las llantas eran específicas, más aerodinámicas.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS