Reconozco que desde que mis padres se compraron un Pontiac Trans Sport soy un poco friki de los monovolúmenes. Lo fui por entonces con catorce años porque podía estirar las piernas y no luchaba con mis hermanos por abrirnos hueco en la segunda fila, pues anchura había de sobra. Desencantados con sus problemas electrónicos, decidieron cambiarlo por otro monovolumen que se vendía en el mismo “conce” donde habían comprado el Pontiac (los comercializaba Opel), alentados por el hecho de que a pesar del desastre del americano, los Kadett y Omega que habían tenido habían salido «buenos».
Y cuando el Opel Sintra llegó a nuestras vidas me di cuenta de que no era un coche demasiado especial. El Pontiac resultaba original, muy ancho y con un sonido que a mí me parecía particular, pero el Opel aportó las únicas ventajas de una segunda puerta corredera o los reposacabezas de los que el Trans Sport carecía.
El diseño un tanto aséptico tenía origen norteamericano, pero fácilmente reconocible como un modelo de la marca del rayo. Los alemanes recurrieron a la segunda generación de la plataforma U-body en su versión recortada y que también usaron otros modelos del grupo General Motors como el propio Trans Sport que se vendería por aquí ya como Chevrolet. Así se cubría el hueco en un segmento que estaba de moda antes de la llegada de los monovolúmenes compactos, rivalizando con modelos asentados como los Reanult Espace, Chrysler Voyager, el trío Ford-SEAT-Volkswagen y el cuarteto PSA-Fiat.
Frente a todos ellos, el Sintra no ofrecía nada realmente innovador. Sí que era de los más modulables, pues contaba con asientos independientes y los delanteros pivotantes, así como la opción de una octava plaza en la tercera fila. Sin embargo, tenía dos pegas importantes: las ventanillas de las puertas traseras no podían bajarse, y los asientos estaban demasiado pegados al suelo, por lo que había que viajar con las rodillas elevadas, lo cual acababa pasando factura con el paso de los kilómetros.
Medía 4,67 metros de largo, 1,83 de ancho y podía albergar hasta ocho ocupantes en sus tres filas de asientos
El puesto de conducción sí que estaba más logrado, con un volante muy vertical y buena visibilidad, ya que el marco del pilar A era semejante al de cualquier turismo al no contar con una pequeña ventanilla como en otros monovolúmenes. Con el diseño del salpicadero ocurría lo mismo, y esto ya no era tan positivo porque no contaba con gavetas o huecos para dejar objetos (insisto en que era muy friki en este sentido).
El Sintra comenzó a venderse con dos motores de gasolina: un 2.2 16 válvulas de 141 CV y un 3.0 V6 de 201 CV. Un año más tarde llegaría el 2.2 DTI de 115 caballos, mucho más adecuado al gusto europeo de aquella época. Pero al margen de la moda, resultaba más interesante y agradable de usar que el 2.2 de gasolina si se viajaba con pasaje o carga, sobre todo a la hora de enfrentarse a grandes distancias o carreteras en las que adelantar o recuperar velocidad.
De hacerlo con el de gasolina, los consumos se disparaban al tener que recurrir al cambio y estirar las marchas. Vamos, las diferencias normales entre ambos tipos de combustible.
Desde el punto de vista económico, el DTI resultaba 420.000 pesetas más caro (2.500 euros de la época), así que era como para pensárselo. Comparado con sus rivales, el Sintra quedaba en una posición ventajosa por su relación entre potencia y precio, y aunque no contaba con grandes lujos entre su equipamiento se incluía todo lo necesario. Para el V6 se dejaban detalles algo más exclusivos como los asientos eléctricos o el techo solar.
El Opel Sintra no fue un modelo muy popular en nuestras carreteras quizá porque llegó demasiado tarde y en un par de años tras su aparición el Zafira le eclipsó por completo, así que la marca del rayo lo quitó de su catálogo convirtiéndole en un modelo fugaz que pasó prácticamente desapercibido.
Y para los malpensados, un estudio de EuroNcap en el año 1999 lo situó como el segundo monovolumen menos seguro del mercado europeo por detrás del Chrysler Voyager, el verdadero triunfador de esta categoría durante años.
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Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.COMENTARIOS