A nuestro protagonista de hoy, el MG Maestro 2.0 EFI, le vino como anillo al dedo el motor de de dos litros, relativamente modesto en valor de potencia y muy bueno de par para ser un motor atmosférico con más de 30 años. Este propulsor se complementaba a la perfección con una caja de cambios de origen Honda, de desarrollos cortos y de manejo excepcional. También se comercializó con el nombre de Austin Maestro.
Lo más llamativo de su exterior lo encontrábamos en sus anómalas dimensiones, destacando la cota de altura, de 1,43 metros, que le otorgaba una gran superficie acristalada. Tampoco se quedaba corto en anchura, de 1,69 metros, superior a la media. Esto se traducía en una gran habitabilidad. Son valores superados por cualquier utilitario de hoy en día, pero se salían de la norma en la década de los 80.
Si a estos datos sumamos una elevada superficie frontal, consecuencia lógica de su gran altura y anchura, la superficie frontal era de 1,97 m2, por lo que siguiendo la lógica nos daría un Cx elevado -concretamente de 0,38-, más decentito de lo que podría parecer en un principio, gracias a los aditamientos aerodinámicos de su carrocería y a un parabrisas fuertemente inclinado. Resultaba un coche de personalidad británica, sin hacer grandes alardes, cómodo, y sin llamar en exceso la atención. Sus líneas son muy ochenteras.
El puesto de conducción tenía poco que reprochar: una visibilidad excelente, unos asientos amplios, con un mullido duro y de diseño deportivo, que recogía muy bien el cuerpo, incluso a los más corpulentos. Su volante de diámetro y grosor adecuados paliaba el hecho de contar con una dirección lenta, con cuatro vueltas y cuarto de tope a tope. Era indicado para suavizar las maniobras, pero teniendo que manotear más de la cuenta en zonas lentas. No llevaba dirección asistida.
Contaba con un amplio espacio para los pasajeros, quedándose algo escaso de maletero. El llevar techo solar beneficiaba su ventilación, necesaria cuando pegaba el sol a causa de su gran superficie acristalada. Su nivel sonoro era muy discreto en lo referido a aerodinámica, y casi imperceptible en cuanto a mecánica, a menos que se fuese muy rápido.
El bloque motor de dos litros “serie 0” sustituyó con gran acierto al anterior 1.6 de 99 CV, con poca diferencia en valores absolutos de potencia, pero muy mejorados en par, elasticidad, fiabilidad de funcionamiento y fiabilidad
Se sustituyó la carburación por la inyección, la fundición por la aleación en bloque y culata, y las válvulas divergentes por las verticales y paralelas. Contaba con cuatro cilindros en posición delantera transversal. Entregaba 117 CV oficiales a 5.500 RPM y un par motor de 181 Nm a 2.800 RPM, con el corte de la inyección a 6.250 RPM.
El elevado par motor obligó a la elección de una caja de cambios de origen Honda, concretamente del modelo Prelude. Esta transmisión gozaba de todas las virtudes de las cajas japonesas: precisión de manejo típica de un coche alemán, impecable sincronizado y unos enclavamientos claros y suavísimos. Su cerrado escalonamiento se traducía en un rango de utilización muy amplio; en 1ª alcanzaba los 65 km/h, y en segunda rebasaba los 100 km/h.
Este motor permitía llevarlo de varias formas, de muy tranquilo a tope, no destacaba por su potencia pero sí por su margen de utilización. De todas formas, corría, a veces no había suficiente carretera
El coche andaba mucho, aunque resultase tranquilo en apariencia. Este comportamiento se podía achacar a su gran área frontal y al contar con una primera marcha de larguísimo desarrollo, que no lo convertía precisamente en el rey de las salidas en los semáforos. A su favor las recuperaciones en cuarta y en quinta marcha resultaban brillantes, al nivel del Golf GTi o del Opel Ascona 2.0 GT, que llevaban motores de 1.8 litros con grupo corto. Al ser un motor de carrera larga, estaba pensado para ofrecer más par que potencia.
Su velocidad máxima alcanzaba los 183 km/h e invertía 11 segundos para alcanzar los 100 km/h y 31,5 segundos para los 1.000 metros desde salida parada. En cuanto a recuperaciones, necesitaba 32,1 segundos para recorrer 1.000 metros entrando en cuarta a 40 km/h, y 33,2 segundos para los 1.000 metros entrando en quinta a 50 km/h. Respecto a los consumos, estos resultaban sobrios; a una media de 100 km/h gastaba 7 l/100 km, subiendo a 8,5 l/100 km a una media de 125/130 km/h. Por ciudad rondaba los 10 l/100 km. El depósito de combustible era de 54 litros.
Respecto al equipo de frenos, en el eje delantero llevaba discos ventilados, conformándose con tambores en el trasero; el tacto del pedal resultaba algo esponjoso. Tampoco necesitaba mucho más para detener poco más de 1.000 kg de peso. Sus neumáticos tenían unas medidas de 175/65HR-14 e iban calzados en llantas de aleación ligera. La suspensión era la habitual, delantera independiente McPherson, y ruedas tiradas semiindependientes con falso eje torsional detrás. Añadimos muelles helicoidales, amortiguadores hidráulicos, y barra estabilizadora en el eje delantero.
El MG Maestro 2.0 EFI se podría resumir como una berlina compacta de múltiples facetas, adaptándose a diferentes tipos de conducción, según los deseos de su conductor: de forma relajada, a medio régimen o en conducción pseudodeportiva, pues estaba enfocado más bien al confort. Todo esto complementado con un gran espacio para los pasajeros, con diseño y estilo inglés, con unos consumos contenidos. Un vehículo bastante interesante que se diferenciaba de sus rivales, resultando una opción más que interesante dentro de su segmento.
Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...Tuve la suerte de disfrutar de este gran coche y la desgracia de que el taller que me lo vendió de segunda mano lo trapicheó antes de vendermelo y la alegría me duró poco.
Tengo muy buenos recuerdos.
Matrícula BU – K
Mis padres tuvieron este coche, el 2.0 EFI. Se compró entre el 87 y el 88. Un coche rápido, de cuando un compacto valía para llevar a dos niños atrás. Mis padres pusieron cinturones atrás, venía sin ellos. Era blanco. Se mantuvo en la familia unos cinco años y luego se vendió. En ese coche cometí mi segunda imprudencia grave, soltar el freno de mano cuesta abajo. Estaba solo en el coche. Mi padre lo vio y tuvo reflejos, se metió por la ventanilla para levantar la palanca. Siempre quedará en mi memoria el destello del testigo azul de las… Leer más »
Aquí en mi pueblo existió el concesionario, curiosamente donde años después compre el coche, lo llamaban la esquina maldita, porque siempre estaba llena y duro unos pocos meses en esa ubicación, se veían muchos, el dueño era muy conocido, pero siempre estaban a la espera del taller.
Quizá fuera por eso, o por ser una especie de Ibiza dopado, siempre me llamo la atención, mucho mas que los modelos de ahora
Cada vez que lo veo, me recuerda a un Ibiza con muchos anabolizantes, sera por eso que siempre me gusto el coche.
En cuanto al coche, es raro que fuera algo decente sobre todo por la cantidad de huelgas y la baja calidad de los coches del resto, puede ser un lobo con piel de cordero para ojos inexpertos, perfectamente escondido a ojos de los GTI y otras versiones deportivas de la epoca