A principios de los 90, Renault estaba interesada en competir en el Mundial de Rallyes, por lo que, aprovechando su reciente proclamación como Campeona del Mundo de Marcas en Fórmula 1, decidió construir una serie de 2.500 unidades con motor de 2 litros, el Renault Clio Williams, para poder partir de un coche homologado que pudiese competir de tú a tú con sus rivales, debidamente preparado. No tenía apenas rivales en nuestro mercado; podíamos citar al Peugeot 205 GTi.
Era el escalón más alto de los cuatro de los que se componía la gama deportiva del Clio, por encima de las versiones S (80 CV), RSi (110 CV) y el 16v (137 CV). El Williams era una evolución de este último con 150 CV, del que adoptó la mayoría de órganos mecánicos, pero adaptados a la competición, con probada experiencia por parte de Renault.
Siendo el azul el color nacional de los franceses, era lógico que se utilizase como distintivo para este Williams. Así, aparte de la carrocería, todos sus relojes e indicadores estaban pintados de este color, al igual que el pomo de la palanca de cambios y los cinturones de seguridad. Como contraste veíamos unas llantas de color dorado, con diferentes opiniones estéticas. Personalmente pienso que le daban un toque muy racing, personal e inconfundible. También aparecía el anagrama de Williams en los laterales y en la parte posterior.
Ya en su interior nos acoplábamos en unos asientos con una gran sujeción lateral, regulables en altura, con la “W” como elemento ornamental, y unos guarnecidos en colores gris y azul. Elevalunas eléctricos y cierre centralizado con mando a distancia se consideraban como equipamiento de lujo en un coche de pretensiones deportivas. Como equipamiento curioso llevaba una bolsa porta-trajes en el maletero. Era una oferta cerrada, por lo que no ofrecía ninguna opción más.
Es una pena que no pudiese llevar aire acondicionado ni siquiera como opción, pues el motor de 2 litros y el resto de la mecánica no dejaban sitio para meter un compresor bajo el capó.
Como detalle exclusivo encontrábamos en su interior una plaquita dorada indicando su número de serie para las primeras 3.500 unidades -la tirada inicial fue ampliada-
A ver que nos cuenta su motor. Procedente del bloque de 1.8 litros del Clio 1.8 16v, se aumentó muy ligeramente el diámetro de los pistones (de 82 a 82,7 mm), y de forma notable la carrera (de 83,5 a 93 mm), usando el cigüeñal de un modelo tan poco deportivo como el Renault 19 diésel.
El aumento de carrera ofrecía la ventaja de tener una mejor respuesta a regímenes bajos, además de una mayor capacidad de aceleración y la progresividad. La principal desventaja era la dificultad de alcanzar regímenes elevados, ya que al tener un cierto límite la velocidad lineal del pistón este necesitaba más tiempo en realizar un ciclo completo al ser mayor la carrera.
Este último aspecto se reflejaba en un régimen de potencia máxima (150 CV) a 6.100 RPM, 500 vueltas menos que el 1.8 del Clio 16v. Este hecho, junto con un corte brusco de la inyección, hacía pensar que este motor se volvía delicado si sobrepasábamos el régimen máximo. Comparado con el motor 1.8, ganó respuesta a medio régimen y progresividad, pero no de forma espectacular.
Del motor no había mucho más que decir, como un nuevo cárter tabicado para evitar desplazamientos del aceite en las curvas, un esquema del escape de cuatro en uno y unos conductos de admisión algo distintos. Las válvulas de admisión aumentaron su diámetro, con un cruce de levas diferente, al igual que el mapa de la electrónica.
Las mayores virtudes del Williams estaban en el chasis y en las suspensiones. Renault aplicó su experiencia en F1, consiguiendo un comportamiento sumamente eficaz
Se utilizaron los triángulos inferiores en el tren delantero procedentes del R-19 16v, y unas llantas de 7 pulgadas de garganta, que mejoraban de forma notable el apoyo en curva. Una amortiguación específica y mejorada en todos sus componentes -amortiguadores, barras estabilizadoras y elementos elásticos, con muelles delante y barra de torsión detrás-, ofrecían más aplomo y firmeza en el asfalto.
Su comportamiento en carretera no era para nada el de un coche nervioso, pese a su corta batalla -2.472 mm-. Tenía un comportamiento muy neutro, ni subvirador ni sobrevirador. Las pocas reacciones que presentaba eran progresivas y nobles. En línea recta mantenía la trayectoria como si fuese sobre raíles, y su velocidad de paso por curva era muy elevada y segura, permitiendo incluso alguna corrección sobre la marcha.
También contribuían a este magnífico comportamiento los neumáticos, unos excelentes Michelin MXV3A Pilot (185/55 VR15) y, no menos importante, una adecuada presión de los mismos. Resultaba llamativo que no llevase ni como opción el sistema ABS, tal vez porque el cliente tipo que demandaba esta versión tan especial no deseaba tal elemento de seguridad. En suelo seco iba muy bien, pero en suelo mojado había que ser un gran experto para evitar que se descontrolara.
Sus distancias de frenada eran buenas, con algo más de 74 metros a 120 km/h. El tacto del pedal y la resistencia a la fatiga eran bastante aceptables; sin embargo, en una frenada violenta en línea recta la zaga tendía a descolocarse, pudiéndose corregir la trayectoria con ligeros movimientos del volante. Seguramente este problema se subsanaría con una mejor calibración del repartidor de frenada.
Sus prestaciones básicas eran una velocidad máxima de 212 km/h, tal vez algo discreta, un 0 a 100 km/h en 8,5 segundos, y 29,8 segundos para los 1.000 metros desde salida parada. Requería 7,7 segundos para el registro de 80-120 km/h en cuarta, y 13,9 segundos en quinta, una marcha con el claro objetivo de reducir consumos y relajar la mecánica.
Toda esta exclusividad tenía un precio: 14.000 euros de la época (unas 2.340.000 pesetas), y un seguro nada despreciable de 3.000 euros (500.000 pesetas). Como comparativa, sirva que su hermano inmediatamente inferior, el Clio 1.8 16v, costaba 12.200 euros, 1.800 euros menos. Una auténtica joyita de compacto deportivo, sin apenas ayudas electrónicas, con el que disfrutaríamos conduciendo/emulando a un piloto de competición, extremando al máximo el cuidado sobre mojado.
Otro pequeñín al que añadir a nuestra lista de coches con espíritu RACER… Se fabricaron más de 12.000, ¿adoptarás algún día uno?
Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...Lo de adoptar uno…ojalá. Están muy caros ya, sobre todo los de la primera serie con chapita numerada.
¿El cigüeñal de un 19 diésel? Motivo para cometer tal aberración en un modelo tan deportivo, por aquella época tenia varios motores de 2 litros. Pero creo que la versión S, tenia 97cv, Recuerdo que allá por el 92, cuando entro el primer clio en casa, un familiar meses después se compro la versión S en 5 puertas, le salio mala de narices, recuerdo ver la ficha técnica y figurar 97 cv, aquello corría, comparado con el nuestro un 1,2… En cuanto al coche, siempre me gusto esa versión, 150cv, peso pluma, conducción de verdad, sin electrónica de ningún tipo,… Leer más »
Hombre, lo importante de ese cigüeñal no es que venga de un diésel, es que aguanta el par de un diésel, algo relevante.