Estoy harto de globos sonda sobre la velocidad

Estoy harto de globos sonda sobre la velocidad

Señor Pere Navarro, esto no es nada serio


Tiempo de lectura: 7 min.

No importa cuándo leas esto. Seguro que la DGT está estudiando reducir la velocidad en las vías secundarias a 90, 80, 70 km/h… y puede que un día directamente nos prohíban circular por ellas, a ver si por ello dejamos de “matarnos”. El repunte en siniestralidad que está ocurriendo al albur del aumento de los desplazamientos, el mayor empanamiento de los conductores con distracciones digitales y otros tantos factores nos pueden pasar factura a todos.

Globos sonda como este llevan saliendo desde hace años. Buscando información me he encontrado una pieza escrita por el señor que veo todos los días ante el espejo, hace seis años. Y no era la primera vez. Me tienen frito, y seguramente más de uno también está frito por este tema. Bajar la velocidad en las vías secundarias no es un remedio mágico para evitar los accidentes, pero será una forma cojonuda de poner multas a diestro y siniestro.

Este tema me recuerda a la película de el día de la marmota (“Groundhog Day” o “Atrapado en el tiempo”)

Según el director de la DGT, Pere Navarro, se estudia bajar el límite a 80 km/h en las secundarias, como ocurre en Dinamarca, Suiza, Noruega, Países Bajos, Malta, Francia o Finlandia. Países de dudosa reputación en civilización mantienen los 100 km/h, véase Rumanía, Polonia, Irlanda, Alemania y Austria. ¿Y en el término medio? Los 90 km/h genéricos se mantienen en Grecia, Italia, Portugal, Bélgica y Croacia. No me importa saber a qué velocidad máxima circulan legalmente, sino qué grado de cumplimiento tienen esos límites, porque si es bajo, están de adorno.

Implantar esta medida me parece una soberana memez. El problema de que una persona se salga de la carretera y tenga un accidente más que un problema de velocidad es de atención a la carretera, de tener las condiciones psicofísicas lejos de lo óptimo (ir cansado, drogado, bebido, somnolencia crónica…), infraestructuras en mal estado o de simple mala suerte. Los accidentes tan gordos que vemos cortesía de Pegasus o el equipo de Atestados de la Guardia Civil implican más de una burrada (propia o ajena)… y exceso de velocidad, o velocidad inadecuada, o una velocidad legal.

A ver si nos metemos en la cabeza este simple concepto: ir por una vía secundaria es totalmente seguro si se respetan las normas existentes: distancia de seguridad, observación, anticipación, prioridad en las intersecciones… y se tiene un mínimo de cabeza. Incluso es totalmente seguro circulando muy por encima de 100 km/h, siempre y cuando se tenga una concentración absoluta en lo que uno hace y con factores favorables (poco tráfico, buen tiempo, buen coche, buen conductor…)

La gente tiende a circular a un ritmo en el que se siente segura, aunque eso implique ir por encima de lo que marca una señal. Que esa percepción sea acertada o equivocada, es harina de otro costal

Si uno se pone a toquetear el climatizador, la pantalla táctil, el móvil, mira a los pasajeros cuando habla con ellos, recoge un boli que se ha caído a la alfombrilla o se maquilla/afeita, pues se puede matar a 80 km/h, a 100 km/h, a 180 km/h e incluso a 40 km/h si tiene mala suerte. La solución no pasa por fastidiar -por usar una palabra poco malsonante- a millones de conductores de turismos y motocicletas el 100 % del tiempo para suplir faltas de formación, civismo y buena suerte por parte de una minoría.

Si conducir por vías secundarias a un máximo de 100 km/h (con doble carril o un arcén de al menos 1,5 metros de ancho) fuese TAN peligroso, los españoles correríamos un grave peligro de extinguirnos. Está claro que la comparación con las autopistas siempre será odiosa: es prácticamente imposible un choque de frente -salvo la colaboración de algún kamikaze-, no hay intersecciones al mismo nivel, velocidad de proyecto elevada, mejor mantenimiento, etc. En una autopista es fácil morirse de aburrimiento, pero eso no sale en las estadísticas.

El señor Pere Navarro debería dar instrucciones a la Guardia Civil para parar a todo el que vaya distraído, conduzca erráticamente o se pase las normas más elementales de circulación, me da igual en qué vía, y bajará la siniestralidad. Bajar la velocidad máxima genérica no tendrá un efecto muy positivo en la siniestralidad, pero en recaudación de multas seguro que lo petan.

El factor humano está detrás de cerca de 9 de cada 10 siniestros. Ahí es donde hay que atacar. El parque español tiene una media de 12 años, es decir, por lo menos el 50 % del parque tiene frenos ABS, control de estabilidad, 4-5 estrellas EuroNCAP… condiciones técnicas a años luz del parque en el que los españoles se morían como moscas sin ninguna medida de seguridad ni la disponibilidad de autopistas.

De eso se hablaba en “Culpable, el hombre” (1975). Pere Navarro es suficientemente mayor para conocer el programa -y la época-:

¿Por qué los alemanes no se van matando a cientos y cientos en las Bundesstraße (vías secundarias limitadas a 100 km/h)? ¿No será porque respetan las normas más que los españoles, en un sentido muy general? Vaya, a ver si el problema no va a ser la velocidad, sino la velocidad combinada con distracciones, imprudencias, negligencia o simple mala suerte. La definición de la velocidad es espacio/tiempo, y su simple existencia no tiene ningún riesgo para la salud, al menos por debajo de 300.000 km/s (C), o eso dice la teoría de la relatividad.

Los españoles estamos hasta el gorro de globos sonda, ocurrencias y experimentos, se ponga o no la excusa de homologarnos con otros países europeos que no tienen apenas ninguna conexión cultural, geográfica o económica con nosotros. Queremos medidas eficaces para ahorrar víctimas, no para mejorar los resultados económicos de la DGT y el Ministerio del Interior.

¿Qué fue de aquello de subir la velocidad máxima a 130 km/h en determinados tramos? Pues se habló de ello hace tanto tiempo que al final nos acabamos olvidando, era el caramelito para que debatiésemos sobre eso, y no de hacernos reducir la velocidad en las secundarias hasta el punto en el que se circulaba cuando mi abuelo tenía mi edad. ¡Vamos, hombre!

Esto no es serio. Si pretenden poner semejante medida, más les vale explicarla bien: cifras objetivas sobre la siniestralidad de cada país europeo, su límite de velocidad genérico y la tipología de los accidentes más comunes y su relación con la velocidad a la que se circulaba. Seguro que nadie se ha matado por el mero hecho de circular a 80, 90 o 100 km/h, aunque circulase con un “coche viejo”.

El problema es mezclar la velocidad con algo, no la velocidad en sí. En vez de concentrarse en una parte de la ecuación (velocidad), hay que hacerlo en la otra (el algo). Por otro lado, como sociedad tenemos que aceptar que inevitablemente el progreso, la actividad económica y el volumen de vehículos circulando estropean las estadísticas y las bajadas año tras año de la sangría.

Muchos llevamos años avisando: la bajada no sería eterna, se ralentizaría, y se volvería a incrementar la siniestralidad en algún momento. Es la ley de la gravedad. Ni se solucionará bajando la velocidad, ni si todos los españoles nos compramos mañana un coche nuevo. Podría darse la paradoja de que, todos con pantallitas a bordo, empezásemos a matarnos masivamente, aunque los coches fuesen mejores que sus predecesores, porque son caldos de cultivo para la distracción.

Conducir es una cosa muy seria, y hay que ir atento. El que no quiera hacerlo, que pida un taxi, un Blablacar o vaya en autobús. Los radares no pueden sacar de las carreteras a los malos conductores, solo pueden ponerles multas. En vez de tanto chivato electrónico, hay que poner más agentes en las carreteras, equiparlos mejor, y centrarse en las auténticas razones por las que la gente se está matando más que antes.

Por ahí van los tiros.

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Sobre mí

Javier Costas

Me gustan los coches desde que tengo uso de razón (o antes). Tras haber conducido más de 400 coches aquí sigo, divulgando y aprendiendo a partes iguales sobre las cuatro ruedas. Vosotros habéis hecho que se convierta en mi pasión.

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Txesz
Invitado
Txesz

Velocidad, velocidad y más (o menos) velocidad. Es lo que dicen las estadísticas pero, ¿quién y cómo se hacen? En 2005 realicé un curso sobre investigación de accidentes de tráfico (el típico curso para convalidar por créditos de libre configuración) y, entre otras cosas, nos mostraron atestados de accidentes reales. Uno de ellos era el de un siniestro que un par de años antes había causado cierta conmoción por fallecer en él un jugador del Real Oviedo. Entre los datos que figuraban estaba la descripción de la zona del accidente con la señalización existente, descripción del vehículo (no recuerdo si… Leer más »

Txesz
Invitado
Txesz

Velocidad, velocidad y más (o menos) velocidad. Es lo que dicen las estadísticas pero, ¿quién y cómo se hacen? En 2005 realicé un curso sobre investigación de accidentes de tráfico (el típico curso para convalidar por créditos de libre configuración) y, entre otras cosas, nos mostraron atestados de accidentes reales. Uno de ellos era el de un siniestro que un par de años antes había causado cierta conmoción por fallecer en él un jugador del Real Oviedo. Entre los datos que figuraban estaba la descripción de la zona del accidente con la señalización existente, descripción del vehículo (no recuerdo si… Leer más »

Pablo Mayo
Invitado
Pablo Mayo

Gran aporte Txesz. Estoy totalmente de acuerdo contigo, el simplismo con el que se tratan los accidentes es tremendo. Con que tengas un accidente a 121 km/h en una autovía de 120 km/h, ya se trata como exceso de velocidad. Ridículo.

Pablo Mayo
Invitado
Pablo Mayo

No puedo sino coincidir totalmente con Javier. Siempre se culpa al “exceso de velocidad” y no a la “falta de atención y pericia”. Los vehículos mejoran, pero nosotros seguimos siendo humanos, nos seguiremos distrayendo y continuaremos teniendo accidentes hasta que todos los coches sean autónomos.

Los trenes ahora van más rápido, los aviones son más rápidos, y ¿en coche debemos circular más lento? Va en contra de la lógica del progreso.


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Pablo Mayo

Ingeniero de profesión, la mayor pasión de mi vida son los coches desde que era un chaval. El olor a aceite, gasolina, neumático...hace que todos mis sentidos despierten. Ahora embarcado en esta nueva aventura, espero que llegue a buen puerto con vuestra ayuda. Gracias por estar ahí.

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Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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La historia del automóvil está llena de grandes emprendedores, de ideas arriesgadas, curiosas casualidades, irreconciliables enemistades y muchos fracasos. Es un mundo intenso y fascinante del que muchos hemos quedado cautivados. Cualquier vehículo con un motor me parece interesante, ya sean motocicletas, automóviles, camiones, aviones o barcos; es estupendo sentir la brisa del viento en la cara sobre uno de ellos. Si estáis aquí es porque compartimos afición.

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