El Saab Sonett nacía en los 50 como el primer intento por parte de la marca sueca de crear un coche de carreras, lo cual quedaba patente por su apellido Super Sport. Digo “intento” porque desgraciadamente se quedó en un proyecto del que sólo se fabricaron seis unidades debido a cambios en las leyes de la época. Saab no se daría por vencida, y una década después volvería al ataque con el Sonett II.
Este debutó en el Salón de Ginebra de 1966 como el primer coche deportivo de Saab. Su divertido diseño no se asemejaba en nada a otros modelos de la marca, con un capó afilado rematado por los faros redondos, una vista trasera bulbosa y una zaga vertical en la que los pilotos redondos acentuaban su deportividad y una portezuela daba acceso a su generoso maletero. El Sonett II seguía siendo un dos plazas, pero ahora de estilo cupé y no roadster como su predecesor. Hacía gala de una ligereza poco común gracias al chasis de acero y la carrocería de vidrio, por lo que su motor de 3 cilindros y 850 cm3 le movían con dignidad. Prometía 60 CV, suficientes para lanzarle con soltura más allá de los 150 km/h con aceleraciones fulgurantes. Sin embargo, el bloque de dos tiempos que no convencía a muchos por su mantenimiento, fue sustituido por un V4 de origen Ford con la mirada puesta en el mercado norteamericano.
Para adaptar el motor del Taurus en la carrocería del Sonett se tuvo que modificar el diseño del capó introduciendo una joroba que resaltaba su personalidad. Su potencia ascendía a 65 CV, mientras que la velocidad máxima alcanzaba los 160 km/h. El V4 sirvió para que Saab se decidiera a lanzar el Sonett III en 1970, ya con un diseño más moderno con faros delanteros retráctiles y una trasera algo más convencional. Crecía doce centímetros y su peso ascendía desde los 660 hasta los 800 kilos, por lo que sus prestaciones daban un paso atrás.
La crisis del petróleo precipitó el fin de su producción en 1974, año en el que los suecos lanzaban la versión Combi Coupe del 99, el coche que inspiraría los futuros diseños de Saab hasta que GM la convirtió en una marca más. La representación deportiva quedaría relegada a las versiones Aero o los más radicales 9-3 Viggen.
Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.COMENTARIOS