Durante mucho tiempo, un tracción delantera con más de 280 CV no parecía tener sentido y ningún fabricante se atrevía a lanzar un coche así al mercado. Por lo general, en cuanto se superaba esa potencia, todos recurrían a la propulsión o a la tracción total, dos formas de poner mucha caballería en el asfalto sin los problemas de adherencia que tendría un tracción delantera. Sin embargo, hoy tenemos en el mercado coches con más de 300 CV al eje delantero, incluso con 350 CV, pero ya no nos parece tan descabellado y además, son coches tremendamente rápidos.
El primero que abrió la veda en esto de los tracción delantera con más 300 CV fue Ford, que allá por marzo de 2009 nos sorprendió a todos con un coche que hizo que corriera tinta como si fuera un río: un Ford Focus RS con 305 CV y tracción delantera. Fue un lanzamiento que contó con toda clase de rumores y especulaciones, desde que no habría versión RS del Focus, hasta que contaría con tracción total como los míticos Ford Escort RS Cosworth.
Anteriormente, había puesto en circulación un Ford Focus RS de la primera generación, que no solo era menos potente que el Escort RS Cosworth (215 CV), también era tracción delantera, aunque estaba equipado con un diferencial delantero de deslizamiento limitado, que junto con el comportamiento del motor y la puesta a punto del chasis, lo hacían un tanto radical y sobre todo, bastante deportivo.
Con la segunda generación del Focus RS, el fabricante estadounidense fue más allá y tomando prestado un motor Volvo (Ford compró Volvo Cars en 1999 y la vendió a Geely en 2010), un propulsor de cinco cilindros y 2.5 litros turbos, que también se podía encontrar en otros modelos de la firma sueca. Para la ocasión, se elevó la potencia hasta los 305 CV (más adelante, con el Ford Focus RS, alcanzó los 350 CV) y los 440 Nm de par, todo ello entregado al asfalto por las ruedas delanteras. La marca también empleaba esta propulsor en el Focu ST, pero cambió bastantes cosas para que, según afirmaron los ingenieros en su momento, no tuviera el mismo carácter que el Focus ST. Así, se modificó la admisión, el colector de escape, el turbo (un Borg Warner K16), la junta de culata, las camisas de los cilindros, los pistones, el perfil del árbol de levas, las bielas y sus cojinetes y el intercooler.
Ford no se andaba por las ramas y definió al Focus RS como “el tracción delantera más rápido y potente de la historia de Ford Europa”, y por supuesto, también era el tracción delantera fabricado en serie más potente que se había fabricado hasta la fecha. De todas formas, el coche fue un tracción delantera, básicamente, por cuestiones de coste, se descartó la tracción total porque era muy cara y limitaría el presupuesto para otras áreas, haciendo, además, que el coche tuviera un precio de venta al público demasiado caro.
Para que tanta potencia sobre el eje delantero no fuera perjudicial, Ford desarrollo lo que llamó “RevoKnunckle”, que no era más que un eje delantero con esquema McPherson y mangueta desacoplada, similar al que usaba el Renault Mégane RS de aquel momento, con un diferencial de deslizamiento limitado. El objetivo era evitar los molestos tirones que sufre el volante en los coches de tracción delantera muy potentes, pero manteniendo la precisión de dirección y la motricidad. Las cifras de aceleración, al menos, no eran tan malas, con un 0 a 100 km/h en 5,9 segundos.
Todo ello se adornó con una estética realmente radical, casi calcada del coche que competición en el Mundial de Rallies y que llamó poderosamente la atención, por un color verde muy vivo, llamado “Le Mans Green” (un homenaje al Ford Escort RS1600), que también fue objeto de críticas porque la marca no logró unifomidad a la hora de aplicarlo en zonas como el plástico de los paragolpes y el metal de la carrocería. Aun así, se vendieron muchas unidades en ese color, que por si fuera poco, era bastante caro.
El coche, el Ford Focus RS con 305 CV y tracción delantera, se comenzó a vender en mayo de 2009 con un precio de 33.795 euros. El objetivo era vender 200 unidades en España.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS