El Ford Fiesta 1.8 TD que nos ocupa hoy pertenecía a su tercera generación (Mk.III), fabricado desde 1989 hasta 1997. Este popular modelo de la marca del óvalo estaba necesitado de una versión con un motor turbodiésel que fuese económico, con prestaciones brillantes y consumos bajos. Normalmente hablamos de coches de ensueño como super deportivos, grandes berlinas de lujo, pero también hay cabida para los humildes utilitarios que tan prácticos nos han resultado.
Encuadrado en el segmento B o subcompactos, contaba con una práctica carrocería de cinco puertas, contenidas en 3.743 milímetros de largo, 1.606 milímetros de ancho y 1.389 de alto. La plataforma tenía una batalla de 2.446 milímetros, con unas vías delantera y trasera de 1.395 y 1.387 milímetros respectivamente. Su peso homologado en orden de marcha –con todos sus líquidos y un conductor de peso medio de 75 kilogramos– era de 825 kilogramos.
Estéticamente era igual a su hermano sin turbocompresor, al igual que el habitáculo, cuyo equipamiento era idéntico. El volante era muy similar al que llevaba la versión más “deportiva” XR2. Se podían mejorar algunos aspectos ergonómicos, como unos asientos delanteros con mayor apoyo lumbar y mejor sujeción lateral; un mullido más blando también sería de agradecer. La posición de los elevalunas tampoco era la más adecuada, en la parte inferior de los paneles de las puertas.
La instrumentación del Ford Fiesta 1.8 TD (Mk.III) era bastante escasa, pues de serie llevaba el indicador de temperatura del refrigerante, indicador de carga de la batería, elevalunas eléctricos delantero, cierre centralizado y asiento posterior divisible. Se echaba en falta un cuentavueltas, más que justificado al llevar un turbocompresor, manómetro de aceite, volante regulable, asiento conductor con regulación en altura, aire acondicionado o faros regulables desde el interior. La única opción con la que venía eran los cinturones de seguridad traseros.
El motor iba en posición delantera transversal, con cuatro cilindros en línea. Tanto el bloque como la culata estaban fabricadas en fundición de hierro. La distribución se llevaba a cabo mediante un árbol de levas en cabeza accionada por una correa dentada y la alimentación a través de una bomba inyectora y turbocompresor IHI, creado de forma conjunta entre Ford y la empresa Turmesa. Su cilindrada era de 1.753 cm3 y entregaba una potencia máxima de 77 CV a 4.800 RPM, junto a un par máximo de 139 Nm a 2.600 RPM.
La potencia se transmitía a las ruedas delanteras a través de una caja de cambios manual de cinco marchas, con los siguientes desarrollos finales a 1.000 RPM: 1ª: 9,1 km/h; 2ª: 15,0 km/h; 3ª: 22,4 km/h; 4ª: 30,2 km/h; 5ª: 37,8 km/h. Eran los mismos desarrollos que los de la versión atmosférica, que entregaba 60 CV, con lo que la ganancia de prestaciones estaba asegurada.
El Ford Fiesta 1.8 TD (MK. III) llevaba la misma caja de cambios que la versión atmosférica, por lo que la ganancia de potencia –77 CV frente a 60 CV– implicaba una más que notable mejora en prestaciones sin aumentar los consumos
La dirección era de piñón y cremallera y resultaba bastante lenta de manejo, pues eran necesarias 4,2 vueltas de volante de tope a tope. Su diámetro de giro era de 9,8 metros. Las ruedas llevaban llantas de chapa de acero de 4,5 x 13 pulgadas, calzadas con unos neumáticos de dimensiones 155/70 R13. El equipo de frenos del Ford Fiesta 1.8 TD (Mk.III) contaba con discos macizos delante y tambores detrás, complementados con servofreno. El ABS era opcional, como ya habíamos comentado, y sin él, las distancias de frenado eran discretas: 46,1 metros a 100 km/h y 68,3 metros a 120 km/h.
Por su parte, la suspensión llevaba esquema independiente de tipo McPherson delante, brazos en “A” con doble casquillo vertical y barra estabilizadora, con muelles amortiguadores hidráulicos de doble tubo, los mismos que los del XR2. Detrás se conformaba con un eje torsional con triángulo superior doble, muelles helicoidales y el mismo tipo de amortiguadores.
La adopción del esquema delantero de suspensiones de su hermano XR2 suponía un mejor comportamiento dinámico, lástima que los frenos no estuviesen a la altura
En cuanto a sus prestaciones reales, la velocidad máxima se postulaba en 171,2 km/h, la aceleración de 0 a 100 km/h en 12,9 segundos y completaba los 1.000 metros desde parado en 35,1 segundos. Asimismo, la recuperación de 80 a 120 km/h en cuarta necesitaba de 11,4 segundos, mientras que en en quinta aumentaba hasta los 15,2 segundos. Estos valores han sido obtenidos de una prueba real y, en realidad, superan a los oficiales ofrecidos por Ford.
Los consumos eran bajos como era de esperar, con 5,6 l/100 km por ciudad, 4,3 l/100 km por carretera convencional a 90 km/h de crucero, que subían hasta los 9,7 l/100 km si realizábamos una conducción agresiva, y 6,4 l/100 km a 120 km/h de crucero por vías rápidas tipo autopista/autovía. Su comportamiento se vio mejorado respecto a la versión atmosférica gracias a la suspensión delantera adoptada del XR2. La diferencia de prestaciones era más que notable y los consumos se podían considerar más que correctos. No resultaba muy silencioso pues a 120 km/h el nivel sonoro en su interior era de 68,3 dB. Los frenos eran mejorables y vibraba y sonaba mucho en frío.
En resumen, este Ford Fiesta 1.8 TD (Mk.III) era un coche agradable de conducir, económico de mantener, así como a la hora de repostar en la gasolinera, con el que poder hacer muchos kilómetros. Su precio de adquisición oficial era de 1.762.069 pesetas, unos 26.000 euros de hoy, lo que no lo convertía en una ganga precisamente.
Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...COMENTARIOS