El CGE Type TB Cabriolet Tudor fue un encargo solicitado en 1940 por la Compagnie Générale d’Électricité (CGE) francesa a un prestigioso ingeniero llamado Jean-Albert Grégoire, conocido sobre todo por ser de los primeros en desarrollar los vehículos con tracción delantera, concretamente en 1924.
Fue un personaje que le dio a todo, pues además destacó como un atleta consumado, llegando a ganar la prueba de los 100 metros lisos en los campeonatos nacionales franceses en 1917. También participó varias veces en las 24 Horas de Le Mans (de 1927 a 1930) al volante de un Tracta, un roadster ligero de tracción delantera. Tracta fue fundada por su amigo Pierre Fenaille y por él mismo en 1927.
Este ingeniero de mente inquieta también se doctoró en Derecho y defendió a ultranza la utilización del aluminio como material imprescindible en la construcción de automóviles. En su palmarés figura igualmente el desarrollo y perfeccionamiento de la suspensión neumática y coqueteó con la turbina de gas. Además, fue un firme defensor de los vehículos sencillos y accesibles para todo el público en general, aunque no fue el caso de este modelo.
Jean-Albert Grégoire fue el padre de la criatura, un ingeniero de mente inquieta y defensor acérrimo del aluminio como material predominante en la construcción de vehículos, utilizando como base un cabrio biplaza patentado por él mismo
La Compagnie Générale d’Électricité le comunicó el encargo de desarrollar un vehículo eléctrico en tan solo seis meses, presentado en 1940 y estando listo para producción en 1941, en febrero salió el primero. Como base del proyecto tomó un pequeño cabrio de dos plazas patentado por él mismo, el Type TB Cabriolet, con el chasis fabricado en Alpax (
Era un vehículo muy compacto, con 3.700 mm de longitud, una batalla de 2.350 mm y unas vías de 1.160 mm, y estaba vestido por una carrocería de origen Hotchkiss. Contaba con una caja de cambios de cuatro velocidades con marcha atrás que se accionaba con una manivela tras el volante, y la velocidad seleccionaba se indicaba con un testigo. Los frenos eran de tambor y las llantas de acero.
El motor eléctrico lo situó en el centro del vehículo y propulsaba las ruedas traseras, mientras que las baterías las colocó en los espacios libres que quedaban delante y detrás del motor. Las baterías -fabricadas por la Compañía de Producción de Acumuladores Tudor- conformaban un total de 48 elementos y pesaban la nada despreciable cifra de 460 kg, un 47 % de los 970 kg que pesaba el conjunto del coche.
El hecho de utilizar aluminio en su construcción se debió a dos razones fundamentales: aligerar su peso el máximo posible y proteger de la corrosión que provocaba el ácido de las baterías si había derrames. La parte eléctrica se confió a Paul Rapin, que eligió un motor de corriente continua que contaba con un sistema regenerativo de recarga recuperando energía en las frenadas, accionado manualmente -mejor dicho, pisando un pedal que sustituía al del embrague-.
La tensión de salida de las baterías era de 96 voltios y la potencia fiscal de 4 CV (como el Renault 4 CV). La fuerza motriz se transmitía a las ruedas traseras. Ambos ejes contaban con suspensión independiente. En septiembre de 1942 el CGE Type TB Cabriolet Tudor consiguió viajar de París a Tours -225 km- a una velocidad de 42 km/h, teniendo autonomía para 29 km más, hasta agotar las baterías a los 254 km. Ese récord permaneció imbatido durante décadas.
La proeza se hizo “del tirón”, algo meritorio considerando que su autonomía normalmente era de 90 km
La idea inicial era la de realizar un vehículo convertible en el amplio sentido de la palabra y ofrecerlo con distintas carrocerías, como cabrio con techo de lona, sedán de cuatro puertas para dar servicio de taxi o furgoneta, pero todas estas versiones se quedaron en el tintero salvo el cabrio.
El CGE Type TB Cabriolet Tudor se fabricó en los talleres de la compañía situados en Suresnes, al suroeste de Francia, saliendo al mercado 200 unidades, la mayoría a coches de flota de la misma empresa. Una de estas unidades sirvió al servicio del gobierno de Vichy durante la ocupación nazi como vehículo oficial. Dejó de fabricarse en 1946.
Debido a su elevado precio, unos 105.000 francos, se vendieron poquísmos. A modo de comparativa el Citroën 11 CV costaba unos 35.000 francos, un tercio del CGE Tudor. Para los interesados en verlo existe una unidad en el Musée des 24 Heures de Le Mans, en color azul, y también hay un ejemplar rojo en la Cité de l’Automobile en Mulhouse.
Un poco de historia sobre la unidad verde de las fotos, con número de chasis 42. Su primer dueño fue el Monsieur Clément, el dueño de la marca de baterías homónimo. El coche estuvo “perdido” durante años y, tras ser redescubierto, fue restaurado en 1995 -tres años después de la muerte de su creador-, posteriormente expuesto en el Musée de la Colline.
Cuando cerró el museo, en el 2000, la colección se dispersó en distintas manos privadas. La casa de subastas Bonhams le dio dueño por 36.800 euros en 2009, y según sus pesquisas, solo había dos supervivientes.
Puede que solo hayan sobrevivido esas tres unidades -una podría ser réplica-, nada más. Los coches eléctricos franceses durante la II Guerra Mundial son un género automovilístico en sí mismo, anteriormente os hemos hablado del Peugeot VLV, el Satam Électrique y el Licorne Mildé-Kriéger. Los cuatro nacieron debido a la escasez de gasolina para los particulares, su sentido terminó cuando volvió el petróleo barato a los depósitos de los galos.
Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...COMENTARIOS