“Volviendo a la magnífica recta de Hunaudières (Mulsanne) rodeadas de árboles y barreras, este año se ha batido un nuevo récord de velocidad con los 407 kilómetros por hora del WM Peugeot de Roger Dorchy. Quizá no sea una cifra muy razonable, pero está en el espíritu de las 24 Horas. La aerodinámica de los coches permite a los pilotos disfrutar de una gran carga aerodinámica. Los pilotos tienen sus señales visuales modificadas a tal velocidad y mantienen el pie en el suelo durante más de cinco kilómetros“.
El fragmento pertenece a un informe audiovisual de Motorsport sobre la edición de 1988 de las 24 Horas de Le Mans y, con el caso más ejemplificador, sintetiza la esencia del título de esta entrega. Porque esta entrega es algo diferente a los otros Mitos de Le Mans, pues parte de un vehículo en particular, pero para dar cuenta de un estilo que ya no se ve. Por otro lado, y aunque no siempre fue una norma, en gran parte de las ocasiones fueron los ganadores los que trajimos del pasado. Esto no se trata de ganadores, sino de coches desarrollados para ir en Le Mans a por algo más que la bandera a cuadros, relegada ésta a un segundo plano. Coches que, por características, no buscaban ganar.
Visceral casi que de arranque, multifacético y exigente, la supervivencia hecha pista, un cementerio de coches… El circuito de la Sarthe es un logro en sí mismo cuando, en un acto que llamaría excepcional, los pilotos completan las 24 horas. Y en toda su totalidad, Mulsanne nunca fue solamente una recta, pues siempre fue un trazado dentro de un trazado, sobre todo para los competidores de la vieja escuela, la que no sabía de chicanes y pensaba, creaba y ejecutaba en función de los seis kilómetros en punta.
Es lógico que la crónica de Motorsport no se desentienda del Jaguar XJR-9, el ganador de la edición de 1988, que además significó un corte a la hegemonía de Porsche de los años ochenta, pero, aunque lo parezca, por su eje posterior rezagado técnicamente no es un longtail. En paralelo, la mención al WM Peugeot P88, por su proeza sin vencimiento, era obligatoria. No es que estos últimos no se hayan laureado en el epicentro europeo de la resistencia. El Alpine A442B fue una excepción por partida doble, porque en el 78 ganó por primera y última vez, y porque sí corría con el diseño de voladizo estirado. Los longtails no acostumbraban a ganar e incluso eran propensos a no terminar la carrera.
Una declaración de principios. Su mera apariencia hablaba por sí sola y delataba. En prototipos como el P88, los Porsche 935 y 936 de los setenta –otras excepciones ganadoras a la norma–, el Porsche 908 LH de finales de los sesenta y el Ferrari 512 S Coda Lunga se acababan los secretos. La Mulsanne que los referentes de esta especie extinta experimentaron lo era todo, su objetivo. Acertada es la definición de los colegas de Road & Truck en un artículo publicado en enero de este año. En él, describen a la vieja recta como “un laboratorio al aire libre para la experimentación aerodinámica radical”.
Diría que radical en todo sentido. El espectáculo lo garantizaban por la velocidad extrema que allí imprimían, pero no menos por sus apariencias excéntricas. En el P88 de Peugeot había algo más que la zaga extendida y el alerón alejado de las ruedas traseras, y consistía en que éstas estuvieran completamente cubiertas por los paneles laterales para mejorar el flujo de aire. Un recurso aerodinámico al que se accede también mediante tapacubos específicos, pero no era ese el caso en el diseño de Gérard Welter y Michel Meunier, que le dieron a su saltamontes sobre ruedas un carenado completo y hasta el suelo en la búsqueda de la más baja resistencia.
Una proeza sin vencimiento. Los 407 km/h de aquel francés con motor V6 biturbo de 900 caballos constituyeron la última obra de la recta cuando era recta. Un récord que nunca será batido, a menos que, en una acto de desinterés corporativo, la FIA avale el regreso de la antigua Mulsanne y se retiren las chicanes, al menos por una única ocasión. Algo inverosímil, sin duda, pero que nos invita a imaginar un espectro de equipos privados comprometidos con la causa de regresar a la vida el espíritu de esa competencia paralela. Ese día, quizás, volvamos a ver, modernizados, aquellos bichos raros y aquella disposición aerodinámica.
Mauro Blanco
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