Seguramente a muchos os suene el nombre de Walter de’Silva por sus diseños de SEAT en la década de los 2000, tales como la segunda generación del León o todas las variantes del Altea, entre otros. Sin embargo, el diseñador italiano fue el encargado del Alfa Romeo 156, la que él mismo considera su primera gran obra y el modelo que volvió a poner al fabricante milanés en las portadas de todos los medios.
Llamado a sustituir al 155 de extrañas proporciones, la berlina aparecía en 1997 con unas líneas que pretendían asemejarse a las de un cupé con unos trazos cuya simplicidad le otorgaba una enorme belleza. Un atractivo que entremezclaba la elegancia con los rasgos típicos de la deportividad que casi siempre había caracterizado a los modelos de Alfa Romeo.
Esta última premisa se trasladaba a un interior que no destacaba por ser especialmente habitable, un defecto achacable a la mayoría de las berlinas premium de entonces, si bien presumía de una atmósfera que irradiaba ese toque sportivo que uno no esperaba encontrar en una carrocería de cuatro puertas por mucho que las traseras pretendiesen ser disimuladas por situar el tirador en el pilar C.
El Alfa 156 te recibía con unos asientos que te acogían como la más cómoda de las prendas de ropa. Una instrumentación dividida en dos grandes esferas con fondo blanco donde el cuentarrevoluciones pugnaba con el velocímetro por apropiarse del protagonismo. Tanto era así, que una información tan básica como el nivel de combustible o la temperatura del agua tenían que ser colocados en el centro del salpicadero en forma de relojes pequeños y redondos en los que esperarías encontrar datos referentes a la presión del turbo o al aceite. Pero es que en el fondo no era un deportivo, sino un sedán de uso familiar aunque la capacidad de su maletero se asimilase con la de cualquier coche compacto. La forma prevalecía sobre la función.
Entre su oferta mecánica encontrábamos modernos bloques de gasolina de la familia Twin Spark que arrancaban en el 1.6 de 120 CV con el tope en un tradicional seis cilindros en V de 2.5 litros y 190 CV hasta la llegada del especialísimo GTA y su 3.2 V6 que erogaba 250 caballos.
Sin embargo, el Alfa Romeo 156 tiene en su haber el incierto honor de ser el primer turismo en usar la tecnología Common Rail en sus motores diésel JTD
A grandes rasgos, se trataba de un sistema basado en un conducto común para llevar el gasóleo hasta los inyectores consiguiendo con ello una mayor presión e igual reparto del combustible. Inicialmente fueron un 1.9 de 105 CV con turbo de geometría fija y un 2.4 JTD de 136 CV, si bien con los años y la evolución hacia la culata multiválvula o el cumplimiento de la normativa Euro 4 su nivel de potencia subió hasta los 175 CV.
Durante sus casi diez años en el mercado el 156 tuvo otras peculiaridades que le hacían distanciarse de muchos de sus rivales. Ente ellas se podrían destacar la caja de cambios secuencial Selespeed, la inclusión de la inyección directa en motores de gasolina JTS, la tracción total o una variante de aspecto off-road de su versión familiar denominada Crosswagon. Más allá del GTA de calle, el 156 pudo presumir también de espíritu RACER, pues se condecoró como ganador de varios campeonatos de superturismos primero en Italia y más tarde a nivel europeo.
Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.El GTA es bello y agresivo y su V6 busso suena espectacular
Mantiene su belleza y posiblemente una de los coches FWD con mejor comportamiento sin ayudas electrónicas (primera generación).
2 décadas después sigue siendo precioso.