Existen ocasiones en las que resulta más divertido exprimir un coche potente hasta el límite de sus capacidades, que conducir un coche poco potente por debajo de la mitad de sus posibilidades. Conducir un coche muy potente y no poder aprovechar todo lo que ofrece resulta un poco frustrante, y además, no ofrece sensaciones emocionantes, un detalle que para muchos conductores es vital cuando se trata de coches deportivos. Por eso, aunque a simple vista puedan parecer pocas cosas, los pequeños GTI son tan interesantes.
Por eso, coches como el Renault Supercinco GT Turbo, el Peugeot 205 GTi o las primeras generaciones del Volkswagen Golf GTI son tan míticas, por su pequeño tamaño, su poco peso y una potencia contenida, que se combinaban con un comportamiento deportivo y superdivertido en una carretera de montaña. Y por eso, coches como el Suzuki Swift Sport tienen precios llamativamente altos en el mercado de segunda mano, porque son, como se dice a veces, un juguete.
El Suzuki Swift es un modelo que siempre ha contado con una variante deportiva, o casi siempre. Seguro que muchos recordará el Suzuki Swift 1.3 GTI, por ejemplo, una versión cuyo espíritu recogió el Swift Sport lanzado al mercado en 2006 –presentado en el salón de París–. Tenía una imagen sutilmente deportiva, un ojo entrenado sabía que ese coche no era como los demás y quien lo probaba se bajaba con una sonrisa. Era un coche que solo los fanáticos de los rallyes llegaban a entender, como el Citroën C2 VTS o el Renault Twingo RS, pues no sorprendía por una potencia abrumadora, sino por un comportamiento bastante deportivo en una buena carretera con muchas curvas.
Con un peso que apenas superaba los 1.000 kilos, su motor de atmosférico de 1.586 centímetros cúbicos, capaz de rendir 125 CV a 6.800 revoluciones y sus 148 Nm de par a 4.800 revoluciones, ofrecía unas prestaciones más que dignas. La relación peso-potencia, sin ser espectacular, bajaba de los 10 kilos por caballo –8,65 kg/CV exactamente– y le permitía una aceleración de 0 a 100 km/h en 8,9 segundos y el kilómetro con salida parada lo completaba en 29,7 segundos.
125 CV realmente no son muchos, pero aquí lo importante no son las prestaciones puras, sino las sensaciones y el comportamiento en carretera de montaña
El motor escondía cosas bastante interesantes, todo pensado, claramente, para una conducción deportiva. Por ejemplo, los pitones eran forjados y estaban refrigerador por chorro de aceite, los conductos de admisión estaban pulidos y la caja de cambios tenía los reenvíos recubiertos de teflón, para reducir la fricción y permitir que se puedan insertar las marchas tan rápido como requiere una conducción “espiriturosa”.
La suspensión apuntaba igualmente a la conducción “al ataque”. Los amortiguadores los firmaba Monroe y tenían todos los elementos reforzados y una configuración más firme que cualquier otro Swift de la gama. Además, el módulo de la dirección asistida fue rediseñado, para ofrecer un mejor tacto y una respuesta más rápida, que se acompañaba de controles de estabilidad y tracción totalmente desconectables.
El Suzuki Swift Sport recuperaba el espíritu de los GTI de los 80 y regalaba un torrente de sensaciones en carretera de montaña, donde realmente tenía sentido un coche como este. Si fuera propulsión y no tracción delantera, sería casi un coche para puristas
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS