De una u otra manera, siendo aficionado al automovilismo deportivo vas a conocer varias marcas de tabaco. En el caso de la F1, resulta imposible disociar John Player de su estampación sobre los míticos Lotus 79. En el caso del Campeonato Mundial de Rallyes no se puede obviar la referencia 555 a comienzos de los noventa. Cifra que alude a la centenaria tabaquera State Express 555, la cual patrocinó al equipo Subaru dando nombre al Subaru Impreza 555. Uno de los modelos más exitosos en los rallyes de la época, gracias al cual la marca japonesa se dio a conocer definitivamente en Europa con éxitos como el título de pilotos logrado por Colin McRae en 1995.
Además, el Subaru Impreza 555 se hizo con dos de los tres campeonatos de constructores logrados por la marca. Si a eso le sumamos los cuatro títulos consecutivos de pilotos logrados por Tommi Mäkinen de 1996 a 1999 con el Mitsubishi Lancer, las victorias de Carlos Sainz en 1990 y 1992 con los Toyota Celica y las de Didier Auriol y Juha Kankkunen también con el Toyota en 1993 y 1994 respectivamente… Tenemos una década de los noventa totalmente dominada por vehículos japoneses a excepción de 1991 y el primer puesto de Kankkunen con un Lancia Delta Integrale 16V. Sin duda una de las épocas más excitantes del automovilismo moderno, la cual no acaba de comprenderse sin la mercadotecnia.
Y es que, ¿por qué Subaru invirtió tantos esfuerzos en ser una referencia dentro del mundo de la competición? Sencillamente por una cuestión comercial. Fundada en 1953, esta marca nipona contaba con una definida imagen de marca desde comienzos de los setenta. Más en base a la tecnología que al diseño de la carrocería, siendo puntera en la incorporación de la tracción total a casi todos sus modelos de serie a partir del Leon Estate Van de 1972. Además, el uso intensivo de los motores bóxer también caracterizó a Subaru desde décadas atrás. Así las cosas, sólo le quedaba dar un audaz golpe de mano para ser conocida – y vendida – en Europa. Un golpe que vino gracias al Subaru Impreza 555.
Subaru tenía desde los setenta una identidad muy bien definida en base a los motores bóxer y la tracción total, pero aún necesitaba un golpe de efecto para ser conocida y respetada por el mercado europeo
Subaru Impreza 555, la carta de presentación
Cuando vamos por la calle, la mayor parte de los pocos Subaru a la vista son modelos familiares. De esta forma no puede negarse la implicación popular y masiva de la marca, pero tampoco su ganada fama de empresa asociada a la calidad y el buen rendimiento de sus vehículos. Cualidades que se asientan en modelos como el Subaru Impreza 555, responsable de presentar al mundo occidental las bondades del motor bóxer y la tracción total aplicados a modelos de gran serie. Un hecho que hunde sus raíces a finales de los ochenta, cuando Subaru firmó un acuerdo con el prepador británico Prodrive de cara a poder ganar el Campeonato Mundial de Rallyes.
Llegados a este punto, el Legacy RS con el que se inscribieron en 1990 dentro del Grupo A cosechó algunos resultados interesantes como un cuarto puesto en el Rallye de los 1.000 Lagos. Seguidamente, 1991 y 1992 también fueron años de experimentación y desarrollo de los coches destacando cada vez más en competiciones sobre tierra. A la par, pilotos como Ari Vatanen o Colin McRae iban progresando con el Subaru hasta que de cara a 1994 quedó definido el equipo con la incorporación de Carlos Sainz tras un mal año con Lancia.
No obstante, en la incorporación de la marca nipona al Campeonato Mundial de Rallyes existe un año clave. 1993. Aquel en el que se presentó al Subaru Impreza 555 como la montura perfecta para conquistar la victoria, habiendo perfeccionado sobre un nuevo modelo todo lo aprendido con el Legacy RS. De hecho, heredó de éste su motor bóxer con cuatro cilindros fundido en aluminio capaz de entregar más de 300 CV en sus versiones de competición. Todas ellas turboalimentadas, al igual que las unidades de serie necesarias para la homologación en el Grupo A. Un mínimo de 2.500 que, sin embargo, no pasaban de los 218 CV bajo la denominación GT 2.0 Turbo AWD.
La homologación para el Grupo A exigía al menos 2.500 unidades de serie, lo que hizo a la versión de calle del Impreza 555 un deportivo más o menos recurrente entre aquellos que anhelaban un coche presentable en el día a día bajo el cual se escondiera todo un vehículo de competición
Más allá del motor, una de las cualidades sobresalientes del Subaru Impreza 555 fue su comportamiento equilibrado gracias a un buen reparto de pesos. De esta forma, aunque era más de treinta centímetros más corto que el Legacy su batalla tan sólo disminuía en seis. Por ello el peso se iba hacia los voladizos, concentrando la mayor parte de las inercias sobre los ejes. Otra de las razones por las que en 1933 empezó a destacar ampliamente, marcando una estela que siguió en 1994 hasta la polémica victoria de Colin McRae en 1995. Tan ambicioso que no dudó en desafiar a su experimentado compañero de equipo Carlos Sainz, quien dejó ese mismo año Subaru para volver a Toyota. Lances deportivos entre pilotos europeos que, al fin y al cabo, se asentaban en el dominio ejercido por los modelos japoneses durante los años noventa.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS