Hagamos un intento de definir con pocas palabras los aspectos más llamativos de este coche. Temperamental, nervioso, agresivo, pero pacífico al mismo tiempo. Todo depende del trato que le demos al acelerador y la marcha seleccionada. Era en conducción deportiva donde esta berlina se comportaba como un pura raza dentro del segmento de berlinas medias.
Su diseño exterior no ofrecía discusión, una obra más de Pininfarina. Muy conseguido, de líneas fluidas y porte distinguido -por entonces- ofrecía un Cx de 0,30, de lo mejorcito que podíamos encontrar. El toque deportivo le venía dado por un paragolpes delantero más cercano al suelo, un llamativo spoiler trasero y en el lateral nos encontrábamos con unas llantas de aleación con neumáticos de bajo perfil -195/55-R15- y unos faldones que redondeaban una línea equilibrada en agresividad y esbeltez. En este vídeo podemos verlo enfatizando su carácter deportivo con una nota de humor.
Nos instalamos en su interior y no encontrábamos ninguna pega en la posición de conducción. Los asientos delanteros poseían múltiples regulaciones y los respaldos tipo pétalo sujetaban muy bien la espalda. Todos los mandos y botones estaban a mano y el pedalier tenía una buena disposición para realizar el punta-tacón gracias a la cercanía del acelerador y freno. La palanca de cambios era corta, con movimientos rápidos y muy precisos, con la única pega de la inserción de la marcha atrás, ya que teníamos que esperar un tiempo mayor al deseable para insertarla.
El volante tenía el tamaño adecuado para su manejo rápido, con una adecuada desmultipicación para callejear, por autopista ofrecía una gran seguridad al conductor yendo a altas velocidades. Sobre los frenos pocas críticas se podían realizar, tan solo un tacto esponjoso en la primera mitad de su recorrido, aunque de fácil dosificación sin mostrar síntomas de fatiga después de varias frenadas a altas velocidades. El sistema iba complementado con cuatro frenos de disco asistido por un buen servo y un eficaz ABS.
Continuando con el interior, su cuadro de relojes e indicadores era sobrio, claro y de lectura rápida, con indicador de presión y temperatura del aceite, interesante para una versión deportiva. La calidad de los materiales de todo el salpicadero y consola central no parecía muy buena, auguraba un envejecimiento prematuro. Respecto al interior destacar que era muy generoso en habitabilidad, con unas puertas grandes y con gran ángulo de apertura. La visibilidad trasera se veía mermada por un maletero alto y su prominente alerón.
Debajo del capó nos encontrábamos un motor de 1.905 cc de cuatro cilindros en línea con doble árbol de levas y 16 válvulas. Entregaba una potencia cercana a los 160 CV a 6.500 RPM, siendo su par máximo de 180 Nm a 5.000 RPM, teniendo una curva de par plana y aprovechable desde las 3.000 RPM. Demostraba una gran elasticidad, incluso a bajo régimen, muy adecuado para la típica conducción por las atestadas calles de nuestras ciudades. En el momento que alcanzábamos el régimen de par máximo el sonido del motor pasaba de un suave ronroneo a un rugido hasta el siguiente cambio de marchas. Otro coche para disfrutar conduciendo.
Sus prestaciones eran más que dignas e incluso elogiables. El 0 a 100 km/h lo realizaba en 8,36 segundos y los 1.000 metros desde parado los cubría en 29,22 segundos, y la velocidad máxima alcanzaba los 221 km/h. Sus consumos no eran para nada desorbitados, pues oscilaban entre los 6,5 l/100 km a 90 km/h, los 8,1 l/100 km a 120 km/h y los 11,3 l/100 km por ciudad. Con un depósito de combustible de 70 litros no teníamos problemas para hacer largos viajes.
En 1990 se incorporó la variante 4×4, que llevaba el mismo motor que la versión de tracción delantera, pero con un sistema de tracción total con un diferencial autoblocante Torsen en el eje delantero. Además se complementó con una suspensión trasera hidráulica autonivelante, con lo que la adherencia y capacidad de tracción de este 4×4 eran superlativos. En el otro lado de la balanza nos encontrábamos con un aumento de peso de 140 kg -hasta los 1.240 kg- y unas prestaciones ligeramente resentidas, con un 0 a 100 km/h en 9,4 segundos y una velocidad punta de 215 km/h. ¡Ah! Y su precio, unos 5.000 euros más que la versión “normal”.
Se comercializó hasta 1994, aunque desde el 1992 convivió con su sustituto, el 405 T16, con el mismo bloque motor, pero al que le añadieron un turbo aumentando su potencia hasta los 220 CV.
Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...Esta versión puntual perdía 0,01 de CX? Porque recuerdo claramente que el P405 ostentaba el record de la época, junto con Fiat Tempra de 0,29.
Por ser concretos, el 405 Mi16 tenía un Cx de 0,296, que rendondeando a dos cifras nos da el 0,30. El Peugeot 405 SRI disponía de un Cx de 0,297, un 0,001 más. Vamos, una diferencia despreciable.
Nunca leí el dato con tres decimales! Buen dato.