Hay que reconocer que Peugeot se tiró a la piscina cuando se hizo con el control de Citroën –con la ayuda del gobierno de Francia– y, posteriormente, los activos de Chrysler Europa. Eso dejó la compañía con unos activos limitados y la necesidad de generar ingresos a toda costa, o al final, las cosas acabarían muy mal.
La firma francesa desarrolló diferentes proyectos con la idea de crear nuevos productos, pero con una inversión imprescindible y la obligación de que fueran totalmente rentables desde el primer día. El Peugeot 205 fue uno de esos productos, un éxito de ventas y una fuente de ingresos para la compañía del león. Y al 205 le siguió un coche algo más grande, pero que también se convirtió en un best seller y un auténtico clásico popular, como su hermano pequeño: el Peugeot 405.
Aquellos años eran bastante diferentes a los actuales, y no lo decimos por gustos o por la ausencia de ciertos tipos de coche, era diferente por otra serie de cosas. De primeras, Peugeot era un fabricante bastante conservador, no había riesgo en lo que hacía, siempre se actuaba sobre seguro, pero claro, las necesidades apremiaban. Por otro, siempre contó con una imagen de “coche rutero”, es decir, Peugeot hacía automóviles que aceptaban de buen grado largas tiradas en carretera sin cansar al pasaje, con un comportamiento general, además, bastante bueno.
El Peugeot 405 aglutinaba todo eso, pero lo vestía con un diseño de Pininfarina y se ponía en circulación en 1987, resultado del proyecto conocido internamente como D60. Como cabe esperar, aunque hay quien no lo sabe, el desarrollo del Peugeot 405 estuvo marcado por el ahorro de costes y por ello, se partió de la plataforma del Citroën BX aunque poco se parecía al peculiar –e igualmente exitoso– modelo de Citroën. Se podría decir que era más bien lo contrario al BX.
Para 1988 se le concedió el precio al coche del año, un premio que en la década de los 80 afectaba a las ventas mucho más de lo que hace ahora, y sirvió para mejorar la imagen del modelo notablemente. No obstaste, las ventas ya parecían ir bien gracias, entre otras cosas, a su diseño, a ofrecer un tamaño relativamente compacto –4,40 metros– y un interior lo suficientemente grande como para que una familia media vaya cómoda.
Obviamente, la gama de motores también afectó a sus ventas. Uno de los motores más populares fue un bloque 1.6 con 92 CV, pero también se contó con un cuatro cilindros de 1,9 litros en tres versiones: 107 CV –alimentado por carburador y que luego pasó a 110 CV–, 130 CV –con inyección– y 160 CV –culata de 16 válvulas, entre otras cosas, para el Mi16–. También hubo motores diésel con 80 y 92 CV –este último con turbo–. No podemos olvidar las versiones turbo –el 405 T16– o las equipada con el sistema de tracción total.
En 1992 recibió un restyling, cuyo trabajo cayó en manos de Paul Bracq y que recibió una serie de cambios que contaremos en otra ocasión.
La producción cesó en Europa en 1996, aunque se mantuvo en fabricación en otros países hasta bien entrado en Siglo XXI.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".El 405 fue el último Peugeot que se vendió en estados unidos