El Peugeot 206 salió al mercado en 1998, una de las épocas que algunos aficionados recuerdan con mucho cariño, sobre todo si rondas entre los 35 y 45 años, pues te pillaría en plena efervescencia o con el carnet de conducir recién sacado. En aquellos años también se dieron a conocer coches como la primera generación del SEAT León (en 1998), la versión coupè del Citroën Xsara (en 1998), la primera generación del Ford Focus (en 1999) o el Volkswagen Golf IV (en 1997), por poner unos ejemplos. Todo esto podría colocar al Peugeot 206 como uno más de esos lanzamientos, pero nada más equivocado. El Peugeot 206 era el reemplazo de un auténtico best seller y provocó que la prensa y los aficionados centraran su atención en el coche.
Lo primero que llamó la atención fue su diseño, totalmente rompedor si lo comparamos con el coche al que reemplazaba, el mítico Peugeot 205, aunque, si eras observador, se podían encontrar algunos detalles que recordaban al 205, como el conjunto que formaban las ventanillas laterales (sobre todo la trasera) y el groso del pilar C o la ausencia de voladizos delante y detrás. Todo lo demás era totalmente nuevo, o casi, convenciendo, en Europa, a unos cinco millones de usuarios entre 1998 y 2005. Un éxito todavía mayor que el Peugeot 205.
Como cabe esperar, las versiones más vendidas fueron las más baratas, algo que siempre ocurre sin importar el modelo que se analice. Incluso en Porsche o en BMW ocurre exactamente lo mismo. Pero al igual en esos casos, el Peugeot 206 contaba con versiones muy interesantes, sobre todo si te gusta conducir y te gustan los coches con talante deportivo. Una de ellas era el Peugeot 206 GTi, heredero directo del Peugeot 205 GTi y uno de los utilitarios deportivos más deseados en su momento. Otra de esas versiones era el Peugeot 206 RC, una variante que llevaba el concepto GTi un poco más lejos y no tardó mucho en convertirse en un coche deseado por infinidad de aficionados, ya que ofrecía un conjunto especialmente deportivo, tanto por motor como por comportamiento en carretera.
Lo primero que destacaba del Peugeot 206 RC era su imagen, básicamente por su contención. Es decir, era un coche que si no te fijabas bien, pasaba bastante desapercibido, era una más de las muchas versiones que se vendían del utilitario francés y cruzarse con uno por la calle no hacía girar la cabeza a nadie, o bueno, a casi nadie, un aficionado sabría que estaría viendo casi al instante. Detalles como las grandes llantas de 17 pulgadas (que por cierto, eran delicadas y se doblaban con facilidad), que resultaban un poco grandes para la carrocería del 206, el “gordo” escape con dos salidas por el lado izquierdo o lo cerquita que iba del suelo, serían las señas que le delatarían frente a un aficionado y conocedor del mundillo.
En el interior se podían ver unos asientos deportivos con reposacabezas integrado, pedales y pomo del selector de cambios metálicos, instrumentación específica y algún detalle más que lo delataba. El resto, era básicamente igual que cualquier 206 GTi que, por suerte, resultaba un coche muy atractivo por diseño y poco más necesitaba. Los diseñadores del 206 acertaron de lleno con las formas de este coche e incluso hoy podría venderse cambiando cuatro detalles mínimos.
Sin embargo, la magia del Peugeot 26 RC estaba bajo su capó y escondido a la vista, al contar con una puesta a punto que, según las revistas de la época, era muy deportiva. Destaca por su viveza de reacciones, una condición que, para muchos, lo convirtieron en un coche delicado y peligroso, pero no podían estar más equivocados, porque además, el Peugeot 206 RC estaba equipado con control de estabilidad, cuya programación era deportiva y hasta cierto punto permisiva, pudiendo ser desconectado. En ese caso, el 206 RC exigía buenas manos, porque era un coche muy exigente yendo rápido al tener una trasera fácil de descolgar. Las vías, tanto la delantera como la trasera, eran más amplias que en el resto de versiones y montaba unas suspensiones bastante duras.
El motor, cuatro cilindros 2.0 atmosférico (1.997 centímetros cúbicos exactamente), rendía 180 CV a 7.000 revoluciones y 202 Nm de par a 4.750 revoluciones, dando lo mejor de sí, como se podrá esperar, a partir de las 4.000 revoluciones, con un corte de encendido en 7.300 revoluciones. Era, en su momento, un coche rápido, con un sprint desde parado hasta los 100 km/h en 7,4 segundos y una velocidad máxima de 220 km/h.
Lo más parecido al Peugeot 26 RC en aquellos años, al menos por concepción, era un Renault Clio Sport 182 o el MG ZR 160. En la misma categoría, el SEAT Ibiza Cupra, con el motor turbo de 156 CV, se quedaba ligeramente por debajo en cuanto a potencia, pero no quedaba muy lejos en cuanto a prestaciones reales. Donde si quedaba por encima, este y otros, era en fiabilidad, porque el 206 RC, como muchos Peugeot de aquellos años, era un poco problemático en cuanto a electricidad y electrónica.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS