Desde los años setenta Peugeot se había caracterizado, entre otras cosas, por contar con una oferta constante de modelos urbanos para el segmento A. Un nicho de mercado en el que se movía bastante bien, y en el cual incluso hubo espacio para experimentos como el Peugette de Aldo Brovarone. Un diseño ofertado por Pininfarina a la casa del león que, desgraciadamente, no salió a producción a pesar de poder haber sido una excelente y desenfadada opción para los conductores más jóvenes. Así las cosas, de cara a los primeros años del siglo XXI existía la necesidad de renovar al 106. Un modelo bastante exitoso en ventas, y del cual además aparecieron atractivas versiones deportivas. Todo ello para poner, en el 2005, el listón muy alto a su sucesor: el Peugeot 107.
Eso sí, lo cierto es que la casa francesa decidió ser comedida. Lejos de diseñar desde cero un vehículo llamativo y rupturista como Renault había hecho unos años antes con el Twingo – por cierto, basado en un prototipo perteneciente a los últimos años de la Polonia comunista – , en el caso del Peugeot 107 decidió juntar esfuerzos con Citroën y Toyota de cara a crear una base común. Algo en lo que este fabricante ha sido referente, especialmente si hablamos de sus colaboraciones en materia de monovolúmenes y furgonetas con otras empresas francesas e incluso la italiana FIAT.
De esta manera se creó el llamado Citycar entre el Grupo PSA y Toyota. Un cimiento conjunto del cual salieron el Citroën C1, el Toyota Aygo y nuestro protagonista. Todos ellos con la visión de cubrir el segmento A ofreciendo soluciones de movilidad aptas para desplazamientos diarios por la ciudad sin olvidarse de algún viaje ocasional de mayor envergadura. Además, resulta bastante interesante analizar la altura de la plataforma, ya que en el Citycar se va sentado por encima de lo que se iba en el 106 o el AX. Es decir, ya entrados en el siglo XXI íbamos transitando, paso a paso, hacia vehículos compactos de mayor altura. Un prólogo inesperado a lo que hoy en día es una de las características básicas de los SUV dominantes en el mercado.
Si comparamos al 106 con su predecesor hay un evidente salto de diseño, creando coches con más altura
Peugeot 107, de lo general a lo particular
La vida de los Citycar ha sido tan larga que llega hasta nuestros días. Sin embargo, en nuestro casi vamos a centrarnos en el Peugeot 107 de estreno. Es decir, la primera generación. Ofertada con dos motores, ésta disfrutaba de unas potencias más que sobradas de cara a cumplir la función asignada al modelo. De esta manera, mientras la única motorización ofrecida en gasolina entregaba 68 CV la opción diésel ofrecía hasta 54 CV.
Sobre la diésel diremos que se basaba en un bloque de cuatro cilindros en línea con ocho válvulas e inyección directa. El conocido como HDI. Efectivo y sin complicaciones, llegando eso sí a un par de tan sólo 130 Nm a 1750 revoluciones por minuto. Frente a éste, el de gasolina destacaba por participar de ese fenómeno caracterizado por el achicamiento de los motores.
Y es que se trataba de un bloque de tan sólo un litro de cilindrada con tres cilindros en línea y 12 válvulas. Respecto al par, éste se reducía más aun en su empuje, llegando a los tan sólo 93 Nm. Y bueno, ahí quedó la cosa. Y es que, al contrario que su predecesor, el Peugeot 107 no contó con una verdadera versión deportiva dotada de un motor algo más prestacional que el presentado en las versiones básicas.
Basado en una misma plataforma junto a otros dos modelos, el 107 fue otro de los proyectos conjuntos realizados por la casa del león en aquellos años
Lejos de ello, lo más parecido fue la variante Peugeot 107 XS. Ofertada únicamente en los mercados francés y británico sin variar las mecánicas, centrándose únicamente en una mejora del equipamiento consistente en dar un aspecto algo más llamativo a este sencillo pero adecuado modelo del segmento A. No obstante, la mejor prueba del éxito de nuestro protagonista es que, aún habiendo pasado casi veinte años desde su lanzamiento, todavía resulta común cruzarse por la ciudad con unidades de aquella primera serie.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS