El Lancia Delta HPE 2.0 HF es un modelo de la segunda generación (836) del exitoso compacto de Lancia. Esta generación se concibió como un vehículo del segmento C de alta gama para competir con sus rivales Premium, perdiendo parte del carácter deportivo que tanto le caracterizaba a la anterior. Las líneas y ángulos rectos de la primera generación fueron sustituidos por unos elementos de diseño más suaves y curvos no exentos de deportividad.
La nueva gama HPE -de High Performance Executive– ofrecía diferentes versiones con carrocerías de tres puertas, entre ellas la HF. Su imagen agresiva estaba representada por un frontal con múltiples entradas de aire, un spoiler de respetable tamaño, unos pasos de rueda ensanchados de aspecto musculoso y un alerón trasero. Se fabricó de 1995 al 2000.
Su compacta carrocería tenía unas dimensiones de 4.011 mm de largo, 1.759 mm de ancho y 1.401 mm de alto, con un peso homologado de 1.330 kg
Era casi un pura sangre en formato compacto con escasos rivales, como el Volkswagen Golf 2.8 VR6 (1H). Su nuevo diseño ganó estética y habitabilidad, aunque sus tres puertas le quitaron accesibilidad. El acceso a las plazas traseras resultaba más cómodo por el lado derecho, ya que el asiento delantero se desplazaba hacia adelante al mismo tiempo que inclinábamos el respaldo, recuperando su posición inicial. El lado derecho no disponía de este mecanismo, por lo que el hueco disponible para pasar a su interior era más reducido.
Este compacto de tres puertas combinaba unos acabados y equipamientos de alta gama con una rabiosa mecánica turbo heredada de la competición
Como buen compacto de intenciones deportivas, los asientos delanteros llevaban la firma de Recaro, con magnífica sujeción lateral. El cuadro de instrumentos era muy completo, destacando un termómetro de aceite y un voltímetro, pero también presentaba alguna carencia importante, como la ausencia de unos manómetros de presión de aceite y del turbo.
El climatizador y el airbag de conductor venían como equipamiento de serie, así como el cierre centralizado, elevalunas eléctricos delanteros y faros antiniebla. Las pocas opciones posibles eran el techo solar, pintura metalizada, autoradio, espejos retrovisores eléctricos o tapicería Alcantara.
La presentación genera de su interior era muy cuidada, con unos asientos delanteros cómodos y espaciosos al igual que los traseros -mejor para dos ocupantes-. El maletero contaba con unos discretos 320 litros de capacidad, y dando gracias a la posición de la rueda de repuesto de tipo galleta, bajo la tapa de éste. Su capacidad se podía aumentar mediante el abatido en partes asimétricas el respaldo de la banqueta trasera.
Lo más interesante se encontraba debajo del capó, un motor de cuatro cilindros en línea en posición delantera transversal. Su cilindrada era de 1.995 cm3, con el bloque en fundición de hierro y la culata de aleación de aluminio. La distribución se realizaba a través de un doble árbol de levas en cabeza accionado mediante correa dentada y cuatro válvulas por cilindro. Se alimentaba mediante inyección electrónica de gasolina, turbo y un intercooler (intercambiador de calor).
Entregaba 186 CV a 5.750 RPM y 290 Nm a 3.500 RPM de par máximo. En 1997 se presentó una actualización con una ligera subida de potencia, hasta los 193 CV
Destacaba también su suavidad de funcionamiento gracias a la disposición de dos árboles contrarrotantes que neutralizaban las características vibraciones de los motores de cuatro cilindros de elevada potencia. Como todos los motores de 16 válvulas, la pereza de funcionamiento era visible hasta las 3.500 RPM, pasando de comportarse como un tranquilo familiar a un deportivo de pura sangre, con unas aceleraciones intensas que te dejaban pegado al asiento.
Un coche de tracción delantera con tanta potencia podría resultar difícil de conducir, pero esta hipotética situación se solventó con un diferencial autoblocante delantero de tipo viscoso llamado Viscodrive. Este elemento era un diferencial de acoplamiento viscoso que permitía girar a ambas ruedas a velocidades diferentes, con un efecto autoblocante cuando la diferencia de velocidad entre ellas era excesiva (por expansión del fluido viscoso).
Con esto se evitaban “fugas de par” en caso de poca adherencia de una de las ruedas, trasladando el par a la rueda opuesta con mayor adherencia. De esta manera se podían negociar las curvas cerradas con mucho apoyo a elevado ritmo sin que ninguna de las ruedas delanteras perdiese tracción, mientras que en recta seguía fielmente la trayectoria marcada.
La potencia se trasladaba a las ruedas mediante una caja de cambios manual de cinco marchas de acertados desarrollos, que permitían aprovechar al máximo el espectacular motor. Lo único que podríamos criticar era su funcionamiento lento e impreciso a causa de su selector guiado por cables. Para los más curiosos, informo de sus desarrollos a 1.000 RPM: 10, 16,1, 22,9, 30,3 y 38,2 km/h de primera a quinta, respectivamente.
El esquema de las suspensiones era de tipo independiente en ambos ejes, con McPherson, muelles y amortiguadores hidráulicos delante y de brazo tirado detrás, con sus correspondientes muelles y amortiguadores hidráulicos. Ambos ejes contaban con barra estabilizadora. También llevaban control electrónico de dureza con dos posiciones, “automática”, en la que se ajustaba la dureza en función de la conducción practicada, y “sport”, con la máxima dureza de forma permanente.
Las ruedas llevaban unas llantas de aleación de 6×15 calzadas por unos neumáticos de perfil bajo de medidas 205/50 ZR15, de extraordinario agarre. Los frenos no quedaban a la altura del conjunto, no por las distancias de frenada, que eran buenas -41,8 metros a 100 km/h y 64,2 metros a 120 km/h- sino por su baja resistencia a la fatiga, perdiendo efectividad a los pocos kilómetros de uso intensivo. Los discos delanteros eran ventilados, con 284 mm de diámetro, y los traseros macizos, con 240 mm de diámetro, complementados con ABS.
En cuanto a prestaciones, no se quedaba manco. Alcanzaba una velocidad punta de 218 km/h, y los 100 km/h desde parado los cubría en 7,6 segundos. Los 1.000 metros desde parado los recorría en menos de 29 segundos, concretamente en 28,9. En cuanto a las recuperaciones, pasaba de 80 a 120 km/h en cuarta en 6,4 segundos, y 9,4 segundos para el mismo registro en quinta.
En el otro lado de la balanza nos encontrábamos con sus consumos, bastante elevados en todas las circunstancias. Así, por ciudad gastaba 12,4 l/100 km a una media de 27,8 km/h, 7,9 l/100 km a un crucero de 90 km/h por carretera, ascendiendo hasta los 10,4 l/100 km a 120 km/h. Si nos despreocupamos del acelerador en carreteras secundarias con una conducción agresiva y deportiva ya superamos los 18 l/100 km. Sus 60 litros de capacidad del depósito de combustible le otorgaban una autonomía media de 470 km.
En 1995 su precio de adquisición era de 3.900.000 pesetas, que hoy supondrían unos 40.000 euros. Manteniendo el aura de competición de sus hermanos de carreras podías disfrutar de un compacto de tracción delantera muy potente, seguro y divertido de conducir, aunque con un consumo elevado (no tanto para la época).
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Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...COMENTARIOS