A finales de los años 80 Ford saca los modelos Sierra Cosworth, unos vehículos de altas prestaciones basados en sus modelos de competición, pero para ser utilizados diariamente. La máxima expresión de esta serie se da con la fabricación del Ford Sierra Cosworth RS500, del cual solamente se hicieron 500 unidades -de ahí su nombre- y todas ellas eran de tres puertas, con asientos Recaro, un bastante llamativo alerón posterior… Fueron por fabricados por Aston Martin Tickford.
Veamos su mecánica. Llevaba un motor de cuatro cilindros en línea con 1.993 cc de cilindrada, 16 válvulas, un turbo Garret T31/t104 y una alimentación por inyección electrónica (EFI). Tenía otros detalles destacables, como pistones Mahle de aluminio forjado y amortiguadores en los colectores de escape con válvulas refrigeradas por sodio. Estas unidades rendían 224 CV a 6.000 RPM, 20 más que las que no llevaban el apellido RS500. Llevaba modificaciones en la inyección electrónica y en la lubricación, así como mejoras aerodinámicas como mayores entradas para el intercooler en su parachoques delantero.
La caja de cambios era una Borg Warner de cinco velocidades, de manejo lento, y un embrague muy resistente. La dirección llevaba asistencia hidráulica variable, con la particularidad de recibir el auxilio de un aumento del régimen del motor cuando se giraba a tope para evitar el calado del motor. Frenaba con cuatro discos, ventilados los delanteros, asistidos por una bomba de alta presión y con compensación de frenada; ofrecían un frenado duro, preciso y eficaz con un ABS poco intrusivo, pero adecuado.
Sus dimensiones eran: 4,490 m de largo, 1,728 de ancho y 1,376 de alto, y su peso en vacío de 1.240 kg. En cuanto a sus prestaciones, este deportivo se permitía el lujo de acelerar de 0 a 100 km/h en 6,2 segundos y de alcanzar los 246 km/h de velocidad punta. El consumo, aceptable para ser un deportivo de más de 25 años -no es un híbrido precisamente-, entre 8,3 l/100 km y los 9,4 l/100 km, hasta los 28,5 l/100 km si se estruja la mecánica. Una sola objeción había para una mecánica tan excepcional: una resonancia del escape establecida por encima de las 3.900 RPM que hasta impedía la conversación.
Resumiendo, podríamos decir que es un coche espectacular, apto para ser conducida por todos: un motor dócil y brillante; frenos, estabilidad y motricidad excelentes, con una suspensión y habitáculo confortables. En su contra, solamente aducían su excesiva espectacularidad, su mala insonorización, el mando de su caja de cambios, su visibilidad trasera y el agarre de su eje delantero deficiente, añadiendo que un coche subvirador como el Sierra Cosworth podía tornarse sobrevirador si no se dosificaba el acelerador con mimo, y si acaso, un cuadro de instrumentos muy pobre.
Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...Un detalle del diseño de ese coche me gustó desde el principio fue su alerón trasero, con un plano alto y grueso, con una pequeña curva ascendente acabada como un rizo. Muchos años después me enteré que fue el primer trabajo de Frank Stephenson.
Le faltó la tracción integral a este Sierra. Tal vez así hubiese podido plantar más cara en el Gr:A, pese a los destellos de calidad que le otorgaron pilotos como Sainz.
Y para cuando llegó el Sapphire, los Delta ya estaban demasiado por delante.
Por otro, lado diría que el verdadero Ford Sierra Cosworth para recordar fue el Rouse Sport