El Ford Orion apareció en 1983 para ocupar el hueco entre el Ford Escort y el Ford Sierra, y presentaba una carrocería de tres volúmenes que, en un primer momento, contaba con una personalidad propia, aunque muy parejo al Escort. Con el tiempo, la evolución le llevó a integrarse en la gama Escort, con el que llegó a compartir muchas cosas –de hecho, para el desarrollo del Orion se partió del Escort–. No obstante, era un modelo bastante conservador, tanto por diseño como por planteamiento, dirigido a todos aquellos usuarios más inclinados a las bondades que ofrecía el Ford Taunus, al que, en teoría, reemplazaba.
Así, por tanto, dada su vocación tradicional, la llegada del motor diésel le sentó muy bien a la gama e incluso tuvo cierto éxito gracias a sus bajos consumos y a las, por entonces, buenas prestaciones. Los diésel tuvieron su momento de gloria a finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI, pero la evolución y su expansión comenzó bastante antes. La misma Ford, que nunca prestó atención a la tecnología diésel, finalmente tuvo que claudicar y en lugar de recurrir a otros fabricantes para poder ofrecer estos motores –por lo general, a PSA–, acabó por desarrollar su propio motor.
Concretamente, un bloque de 1,6 litros atmosférico que se montó en el Ford Fiesta 1.6D y en el Escort. Por su parte, el Ford Orion 1.6D era la opción de quien buscaba algo más que un Escort o un pequeño Fiesta, además, los ingenieros de Ford buscaron ofrecer un agrado de uso máximo mediante la supresión de sonido y vibraciones, combinadas con unas prestaciones que fueran todo lo parejas posibles a un motor de gasolina con cifras de potencia similares. Cabe destacar que en aquellos años –hace más de cuatro décadas–, los diésel no eran tan refinados ni veloces como han llegado a ser, y las vibraciones, así como el típico sonido “a tractor”, era parte de su personalidad. O mejor dicho, era un peaje que algunos usuarios estaban dispuestos a pagar.
El motor 1.6 diésel de Ford era un diseño totalmente nuevo, sin seguir las tendencias de aquel entonces, que se caracterizaban por “diesellizar” un motor de gasolina. Tenía árbol de levas en cabeza, culata de función y unos conductos de admisión y de escape especialmente pensados para que la respiración del motor fuera todo lo buena posible. Sin el uso de un turbo, la potencia llegaba únicamente de lo que era capaz el motor por sí solo y ya se sabe que un diésel, con su encendido por compresión, no es amigo de las altas revoluciones. Destacar que el árbol de levas recibía su movimiento de la bomba de inyección, que, a su vez, estaba conectada con el cigüeñal a través de una cascada de piñones.
Las pruebas de la época afirmaban que el motor apenas tenía vibraciones, un detalle importante en un diésel –los coches equipados con los famosos 1.9 TDI, todavía sufrían vibraciones–, aunque el sonido, al parecer, no iba por el mismo camino, sobre todo el frío, algo característico de cualquier motor diésel con unos años a cuestas. Sin embargo, el aislamiento del habitáculo permitía circular sin que el motor fuera una molestia para los ocupantes.
Por otro lado, la caja de cambios contaba con unos desarrollos muy largos, que ayudaban a reducir consumos, pero, como cabe esperar, penalizaban las prestaciones. No obstante, como todos los diésel de aquella época, se quedaban por debajo de cualquier opción a gasolina. Con 1.598 centímetros cúbicos, rendía 54 CV DIN a 4.800 revoluciones y un par de 97 Nm a 3.000 revoluciones. Potencia que llegaba a las ruedas delanteras mediante un cambio de cinco relaciones, para, entre otras cosas, alcanzar los 152, km/h, según la revista Autopista en una de las pruebas publicadas en 1983.
Era más lento que un Citroën BX 19 TRD –158 km/h–, pero más rápido que todos los demás competidores directos. Solo el Talbot Horizon EXD se le acercaba con 150 km/h de velocidad máxima. Sin embargo, el Orion era, con diferencia, el que menos gastaba de todos, con cifras por debajo de los cuatro litros –3,9 litros cada 100 kilómetros logrados por la revista Autopista–.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".Si no recuerdo mal, ¿este motor no había sido desarrollado por Isuzu u otra marca japonesa? Eso me pareció leer hace muchos años, pero ya no lo recuerdo. En casa aún tenemos y usamos nuestro Orión 1.6D, y efectivamente, era lento como él solo, pero gastaba menos que un mechero!
Perico, ¿qué tal? Pues de donde saqué la información, que básicamente son pruebas de la época, porque de estos coches no hay casi nada de información, dice que es un trabajo de Ford, no menciona nada de Isuzu, aunque tampoco me sorprendería.
No me importaría echarle el guante a uno de estos coches, envidia me das.
Ese motor era de 1608 cc. 80×80
Y andar….era lentisimo…sobre todo aceleracion y recuperación…nada que ver con los motores diésel PSA 1905cc…que eran los que más andaban en esa época.
Luis, muy buenas. Lo pone, este motor es un desarrollo propio, PSA se menciona porque Ford hacía uso de sus motores.