El Ford Consul GT era la versión tope de la gama Consul, a su vez una versión económica del Ford Granada de primera generación. Se trataba un coche pensado para el mercado europeo y que se presentó de forma oficial en el Salón de Ginebra en marzo de 1972. Exteriormente se diferenciaban en que el Granada llevaba faros antiniebla y el Consul no. Fue el sustituto del veterano Ford Taunus.
En líneas generales era un coche bonito, grande para los estándares europeos, pero sin llegar al gigantismo de los norteamericanos. Sus dimensiones eran 4.572 mm de largo, 1.791 mm de ancho y 1.369 mm de alto. La batalla era de 2.769 mm. Con un diseño alargado, elegante y armonioso, este automóvil gustaba a todo el mundo. Detalles como el techo forrado en vinilo (exclusivo de los Consul GT), techo solar o la pintura metalizada, como es el caso de nuestro protagonista, acrecentaban esta elegancia natural.
Su nivel de confort/comodidad era muy elevado, mejor en el Granada que en el Consul, ya que sus asientos presentaban un mejor diseño ergonómico y superiores calidades de materiales y acabados. En coches de esta categoría los detalles se pensaron de forma concienzuda, con unos resultados espectaculares. Los acabados y terminaciones eran “alemanes” en una época en que “alemán” significaba calidad insuperable.
Esta versión del Granada en formato coupé y sedán tenía un comportamiento realmente bueno, en parte gracias a su suspensión, y a su gran motor V6 de 3 litros y 138 CV, en la práctica indestructible
Se podía someter a la tortura de conducirlo por carreteras secundarias llenas de baches y badenes a alta velocidad, las piezas del habitáculo iban a continuar en su sitio sin experimentar desajustes o crujidos desagradables. Los asientos eran grandes y cómodos, con la dureza justa. Los principales mandos caían a mano y la guantera estaba dotada de luz y cerradura, aunque contaba con poco espacio.
Podía contar incluso con techo solar corredizo. Algunos de los pocos aspectos a criticar era la falta de estanqueidad del maletero, pues después de un día de lluvia era fácil encontrar restos de agua en su interior, o unos faros de tecnología desfasada, pues no llevaban lámparas de yodo.
El Ford Consul GT escondía bajo su capó un motor de 3 litros (2.995 cm3) y seis cilindros en V a 60º. Era un motor diseñado para que durase una eternidad, al estilo de los homólogos estadounidenses. La distribución se realizaba mediante un árbol de levas en cabeza e iba alimentado por un carburador Weber 38 DGAS de doble estrangulamiento. Entregaba unos relajados 138 CV a 5.000 RPM de potencia y 235 Nm a 3.000 RPM de par, con una amplia banda de utilización de 2.000 a 6.000 RPM.
Iba asociado a un cambio manual de cuatro marchas perfectamente sincronizadas (existía una opción de caja automática), utilizables mediante una palanca bien situada y de tacto agradable. Sus desarrollos eran tirando a largos, pero la elasticidad del motor era tal que se podía circular casi al ralentí en marchas largas y responder de inmediato al pisar el acelerador. A 1.200 RPM ya rodaba a 42 km/h.
El equipo de frenos se componía de discos delante y tambores detrás. Eran buenos, pero mejorables, respondiendo a la perfección y sin acusar síntomas de fatiga. Sus 1.300 kg se hacían sentir a la entrada de las curvas a velocidades elevadas. El tacto del pedal era esponjoso y de funcionamiento progresivo. La dirección carecía de asistencia hidráulica, resultando dura y pesada en maniobras, pero muy comunicativa a velocidades medias y altas. Calzaba neumáticos de medidas Michelin XAS 185 HR14. El Granada sí llevaba dirección asistida, pero no transmitía nada al volante.
Lo mejor de su motor era la gran elasticidad que ofrecía, que casaba perfectamente con la caja de cambios manual de cuatro relaciones. Podías rodar en cuarta a 1.200 RPM a 42 km/h sin tirones, o estirar segunda hasta los 120 km/h y la tercera hasta 150 km/h (a 6.000 RPM)
La suspensión era independiente en ambos ejes, abandonando el eje rígido trasero del Taunus, y estaba enfocada al confort, absorbiendo todas las irregularidades del firme. Perdían algo de efectividad después de un uso largo e intensivo en plan pista de pruebas; en un uso normal podían durar toda la vida, según las crónicas de la época. El coche se sujetaba estupendamente en cualquier tipo de curvas y con una ausencia total de balanceo. Teniendo en cuenta su peso y volumen, este apartado estaba muy bien conseguido.
En cuanto a sus prestaciones, no tenemos datos oficiales, pero sí podemos comentar que en primera alcanzaba los 70 km/h, 120 km/h en segunda, 150 km/h en tercera y 175 km/h en cuarta a 6.000 RPM, quedando todavía margen en el cuentavueltas. No estaba nada mal. Los consumos oscilaban entre los 11,7-12,8 l/100 km dependiendo del tipo de conducción y la vía, unos valores normales para el tipo de vehículo y el motor utilizado. Con 65 litros en su depósito de combustible su autonomía media era de unos 530 km.
En cuanto a su valor de adquisición, este no era elevado, unas 1.780 libras esterlinas de 1972, que serían unos 21.600 euros de hoy (en el Reino Unido). La denominación Consul fue suprimida en 1975, y a partir de entonces, todos fueron Ford Granada.
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Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...COMENTARIOS